“La búsqueda de suelos con un mayor rendimiento que garantizase una mayor estabilidad en la sociedad explica en gran medida la historia de las civilizaciones”

    “ La crisis de producción agrícola provocada por la escasez de suelos, por el empeoramiento de las condiciones de éste, así como por la adversidad ambiental causada por el cambio climático, y por la escasez de agua también inducida por éste, está convirtiendo la inversión en suelos fértiles y la especulación con éste y con, por tanto, la producción alimentaria, en una garantía de beneficios para el capital monopolista”

    “Solamente a través del trabajo, a través de la agricultura, existe la tierra para el hombre”. Karl Marx

     

    Existen dos fuentes de riqueza socialmente igual de necesarias: la naturaleza y la fuerza de trabajo humana. Si debemos destacar un componente de la naturaleza esencial como base estructural de cualquier forma de desarrollo económico y social, pocos dudaremos en destacar el suelo. En consecuencia, el estado del mismo va a determinar de forma considerable aspectos relevantes a nivel económico, y esto es también, social, político y cultural, por tanto, factores como la fertilidad, la contaminación, la capacidad hídrica, la acidez o la propia estructura física del suelo, entre otros, son elementos cruciales en el desarrollo social. Además de estos elementos “técnicos” del suelo, también es necesario tener en cuenta el componente social, es decir, quién tiene la propiedad sobre estos y quién decide la utilización que se les da y la forma en la que se usan, esto es, quién tiene la propiedad real y la propiedad efectiva de los suelos, lo que puede llegar a determinar la capacidad de desarrollo de los pueblos.

    La degradación de las fuentes de riqueza anteriormente mencionadas es algo fácilmente observable e indiscutible. De igual modo, también lo es la degradación de los suelos por una multitud de problemas, que en la mayor parte de los casos actúan de forma simultánea y que pueden llegar a poner en peligro a la sociedad tal y como la conocemos e incluso, podría suponer un freno de carácter irreversible en el desarrollo de las fuerzas productivas de los pueblos más afectados por esta degradación y con menos avances técnicos que las palien 

    El factor suelo en la revolución neolítica

    En primer lugar y como siempre es necesario hacer un viaje histórico que nos remolque hasta el origen de las cosas. En este caso para comprender la importancia real del suelo, nos tenemos que remontar hasta lo que se denominó la Revolución Neolítica, ocurrida entre el Paleolítico Superior y el comienzo de los periodos metalúrgicos de la prehistoria reciente (García, 1991). Como destaca este mismo autor, el término ha caído en desuso y ha ido siendo sustituido por un nombre más evolucionista: “transición a la producción de alimentos”, obviando que supuso una auténtica revolución, debido a que estableció nuevas formas de organización social, suponiendo un cambio global para la historia de la humanidad y no únicamente una transformación evolutiva de las condiciones existentes previamente, es decir supuso un cambio radical en la economía política.

    Pero ¿qué fue la Revolución Neolítica? La revolución neolítica consistió en un cambio en los métodos de subsistencia desde las sociedades basadas en la caza-recolecta hasta llegar finalmente a sociedades agrícola-ganaderas. Este cambio socioeconómico se debió a un intento de solucionar los problemas asociados a la falta de estabilidad en las estrategias de caza-recolección, en este sentido las plantas y animales, que serían domesticados, fueron una alternativa a esta inestabilidad, puesto que en los sistemas económicos primitivos el principal objetivo era la previsión de riesgos. Por este motivo, se incorporaron sistemas de conservación, se trató de implementar técnicas que permitieran la predecibilidad en la producción, reduciendo los riesgos para el grupo. Evidentemente, esto provocó un cambio radical en la estrategia de producción (especies y técnicas productivas empleadas) y, por ende, en las relaciones sociales existentes (García, 1991).

    Las versiones silvestres de las plantas que se domesticarían a lo largo de la revolución neolítica ya eran recolectadas miles de años antes. Por ejemplo, en el yacimiento Ohalo II se usaban el trigo y la cebada 10.000 años antes de empezar a cultivarse. El paso del forrajeo al cultivo fue un proceso lento y tuvo como base la selección artificial de las especies mediante un proceso evolutivo complejo llamado domesticación. Proceso que posibilitó el paso de las sociedades cazadoras-recolectoras a las sociedades basadas en el cultivo y la cría, cambiando por completo el comportamiento humano y su relación con la naturaleza. La domesticación supuso cambios morfológicos y fisiológicos que nos permiten diferenciar las especies domesticadas de sus ancestros silvestres y se ha considerado como la innovación tecnológica más importante de la historia humana, convirtiéndose en el eje central de la revolución neolítica hace 10.000-13.000 años (Purugganan et al., 2009) y sentando las bases de la sociedad actual. Hay que destacar que la domesticación de plantas se llevó a cabo antes que la de animales en América, mientras que en el viejo mundo sucedió lo contrario, debido a que las condiciones que condujeron al cambio de estrategia, así como la disponibilidad de especies fueron distintas entre ambas regiones (Larson y otros, 2014). Mientras en América el modelo más aplicable es el modelo de amplitud de la dieta, en el que la domesticación es influenciada por la falta de recursos debido al propio cambio climático, a la extinción de la megafauna y al aumento poblacional registrado en este continente. Esta falta de recursos condujo a la búsqueda de nuevas fuentes de alimentos, aunque el rendimiento fuese menor, lo que favoreció que la domesticación de plantas se diese antes. Por el contrario, en otras regiones del continente euroasiático como en el Creciente Fértil, siguen el modelo de la construcción de nicho en el que la domesticación fue impulsada por condiciones de estabilidad en la disponibilidad de recursos, que permiten una vida más estable y sedentaria favoreciendo la innovación y creando un nicho al que las especies se adaptan, de ahí que se domesticasen primero a los animales (Zeder y otros, 2015; Weitzel y otros, 2016).

    La domesticación no tuvo lugar en un solo punto geográfico, sino que se desarrolló de manera independiente en diferentes puntos o centros de domesticación:

    Centros de la domesticación de plantas. Las áreas sombreadas sólidamente y las áreas rayadas indican regiones importantes para la domesticación de semillas y el cultivo de vegetales, respectivamente.  Los centros primarios de domesticación aceptados están marcados en negro y los secundarios, en gris. Las flechas indican las principales trayectorias de propagación de la agricultura. Las áreas están enumeradas y ejemplos de especies cultivadas, así como el año de su domesticación aparecen a continuación: 1) América del norte: Chenopodium berlandieri, Iba annua y Helianthus annuus. Hace 4.500-4.000 años. 2) Mesoamérica: Cucurbita pepo, Zea mays. Hace 10.000 y 9.000-7.000 años. 2 a. Neotrópicos de tierras bajas del norte: Cucurbita moschat, Ipomoea batatas, Phaseolus vulgaris, cultivos arbóreos. Hace 9.000-8.000 años. 3) Andes centrales de altitud media. Chenopodium quinoa, Amaranthus caudatus. Hace 5.000 años. 3 a. Andes norte y central, altitud media y alta. Solanum tuberosum, Oxalis tuberosa, Chenopodium pallidicaule. Hace 8.000 años. 3 b. Tierras bajas del sur de la Amazonía: Manihot esculenta, Arachis hypogaea. Hace 8.000 años. 3 c. Ecuador y noroeste de Perú: Phaseolus lunatus, Canavalia plagiosperma, Cucurbita ecuadorensis. Hace 10.000 años. 4) África subsahariana del oeste: Pennisetum glaucum. Hace 4.500 años. 4 a. Sabana y bosques de África occidental: Vigna unguiculata (3.700 años), Digitaria exilis y Oryza glaberrima (menos de 3.000 años). 4 b. Selvas tropicales de África occidental: Dioscorea rotundata, Elaeis guineensis, poco documentadas. 5) Este de Sudán: Sorghum bicolor. 4.000 años. 6) Tierras altas de África Oriental: Eragrostis tef, Eleusine coracana. 4.000 años. Y vegetación de tierras bajas: Dioscorea cayenensis, Ensete ventricosum, poco documentados. 7) Cercano oriente: Hordeum vulgare, Triticum spp., Lens culinaris, Pisum sativum, Cicer arietinum, Vicia faba. 13.000–10.000 años 7 a. Media luna fértil oriental: Hordeum adicional vulgare y, 9.000 años, también cabras. 8) 8 a. Gujarat, India: Panicum sumatrense,Vigna mungo. 5.000 años. 8 b. Indo alto: Panicum sumatrense, Vigna radiata, Vigna aconitifolia. 5.000 años. 8 c. Ganges: Oryza sativa subsp. Indica. 8.500–4.500 años. 8 d. Sur de la India: Brachiaria ramosa, Vigna radiata, Macrotyloma uniflorum. 5.000-4.000 años. 9) Este tierras altas del Himalaya y Yunnan: Fagopyrum esculentum. 5.000 años. 10) Norte de China: Setaria italica, Panicum miliaceum. 8.000 años. Glicina máx., 4.500 años. 11) Sur de Hokkaido, Japón: Echinochloa crusgalli, 4.500 años. 12) Yangtze, China: Oryza sativa subsp. Japonica. 9.000–6.000 años. 12 a. Sur de China: Colocasia, Coix lachryma-jobi. 4.500 años. 13)Nueva Guinea y Wallacea: Colocasia esculenta, Dioscorea esculenta, Musa acuminata. 7.000 años.

    Para que se produjese este cambio de estrategia de supervivencia social fue necesario la intervención de diversos factores tanto sociales como naturales. Si nos centramos en los naturales fue vital la existencia en la zona de las especies vegetales y/o animales aprovechables y susceptibles para su domesticación y también la existencia de un suelo fértil que permitiese sostener la nueva producción agrícola. También hay que hacer mención a la existencia de un clima propicio, pero este factor ya era necesario para el crecimiento de las especies utilizadas, por lo que, salvo alteraciones estacionales que pudiesen afectar a la producción, puede considerarse un factor menos influyente que el mantenimiento de un suelo lo bastante fértil como para sostener un sistema de producción que, por primera vez, alteraba sus características de forma masiva y extremadamente rápida.  Condiciones que como veremos resultaría en la necesidad de expandir el territorio

    Evidentemente, este cambio radical en la base estructural de la sociedad también suponía riesgos. Por un lado, supuso una dramática reducción en el número de especies distintas consumidas y empleadas por los grupos (Diamond, 2002), lo que llegó a provocar importantes problemas de salud asociados a la desnutrición o la aparición de enfermedades asociadas a una mayor densidad de población y a un contacto más estrecho humano-animal (Larsen, 2006; Morand y otros, 2014). Por otra parte, se pasó de un sistema donde la inversión de trabajo presentaba un rendimiento inmediato, a una práctica en la que el rendimiento era diferido, es decir el resultado del trabajo invertido únicamente se obtenía a largo plazo. Si evaluamos este mismo punto de vista a través de los riesgos asumidos por una y otra estrategia, observamos que la estrategia caza-recolecta tiene riesgos diarios, es decir los grupos con esta estrategia se enfrentarían a un problema de subsistencia basado en el día a día, mientras que en la nueva estrategia la incertidumbre diaria es desplazada en el tiempo gracias al almacenamiento de productos, estableciéndose una incertidumbre en cada ciclo económico. Es decir, el riesgo diario es transferido a futuros ciclos productivos. La principal implicación de esto, es que, para reducir este riesgo extendido a través de los ciclos productivos, se hace necesaria la producción de un excedente, algo que ocurriría por primera vez en nuestra historia, y que supuso un problema nuevo y vigente hoy en día, la apropiación de los recursos (García, 1991).

    Consecuencias de la nueva forma social en la salud humana. 1) La domesticación de animales se relaciona directamente con enfermedades infecciosas de origen zoonótico (Morand y otros, 2014). 2) Enfermedades: a, caries; b, sífilis; c, tuberculosis; d, lepra. 3) Problemas asociados a la desnutrición, hiperostosis por anemia (izquierda), hipoplasia por estrés fisiológico (derecha) (Larsen, 2006).

    La apropiación de los suelos 

    La sedentarización no es consecuencia directa de la producción agrícola, sino del método empleado para reducir los riesgos de la nueva economía productiva, es decir el aumento de la producción y almacenaje de los productos. Esto implica la producción de un excedente que debe ir siendo incrementado, para lo que es esencial la ocupación permanente de suelo fértil. Este pasará a ser defendido o atacado por otros grupos, de esta manera, surge la forma más simple de la apropiación, la “territorialización” del grupo al terreno circundante. Pero, ¿qué es lo que está siendo apropiado? Pues se trata de la apropiación del primer medio de producción (García, 1991). En el capital I, pp. 131 y ss. Marx observa en la revolución del Neolítico la “transformación de la tierra de objeto de trabajo en medio de trabajo, merced a la inmovilización de trabajo social invertido en ella a lo largo de ciclos prolongados”.

    Esta apropiación, evidentemente, supone un cambio en la estructura del sistema social vigente, es decir en lo económico, por ende, supone también, como hemos visto, un cambio en toda la organización social tanto dentro de los grupos como en las relaciones intergrupales. La acumulación de reservas supone la desaparición de la “reciprocidad generalizada” dentro del grupo, puesto que no todos los miembros del grupo tienen el mismo acceso a esas reservas almacenadas, provocando la división del grupo en segmentos, en los que tienen influencia aspectos como el sexo, la edad o la clase. Con el tiempo las diferencias entre estos segmentos se incrementan y las diferencias dentro del grupo se institucionalizan en el seno de la sociedad. En cuanto a las relaciones intergrupales, se limita el acceso a los recursos a extraños, al tiempo que tratan de apropiarse de los recursos de otros cuando es necesario y posible, esto como ya mencioné, es la territorialización del grupo. Grupo que termina interiorizando cultural e ideológicamente la defensa de ese territorio en concreto frente a terceros, así como las leyes sociales establecidas, por encima, incluso, de miembros de ese mismo grupo (García, 1991).

    A modo de resumen el cambio de estrategia de supervivencia supuso:

    1. Desarrollo de las fuerzas productivas: Desarrollo de las técnicas y procesos de trabajo para mantener y/o incrementar el rendimiento del suelo frente a cada vez una mayor inmovilización de trabajo social.
    2. Cambio y establecimiento de unas relaciones de producción fijas y permanentes a lo largo del tiempo y que tienen como base la apropiación de los medios de producción (tierra y fuerza de trabajo)
    3. Cambios en la organización social y en la superestructura que la mantiene y que permite la reproducción de la estructura económica. Elaboración de sistemas genealógicos de parentescos, aparición de ritos socioculturales asociados a la jerarquía establecida, etc.

      En un principio, todos estos cambios se desarrollaron en los puntos iniciales de domesticación y, poco a poco se fueron extendiendo. Evidentemente, está expansión era más favorable entre aquellas regiones que presentasen condiciones climáticas parecidas, es decir, se extendieron mucho más velozmente en el eje este-oeste que en el eje norte-sur, donde las condiciones climáticas cambian a lo largo de la latitud. Esta característica en la expansión de la domesticación y del cambio social asociado a la misma es lo que explica la existencia de un alto flujo de especies domesticadas y de relaciones entre las distintas sociedades euroasiáticas y el bajo flujo que se encuentra en América (Diamond, 2002). 

      La mayor parte de las sociedades cazadoras-recolectoras terminarían desapareciendo por no poder competir con la producción de alimentos, ni con los efectos que esta forma de producción tendría en los ecosistemas, o simplemente, fueron masacradas por las nuevas sociedades tecnológicamente más avanzadas y ávidas por poseer más amplitud de tierras para aumentar la producción y, por ende, la estabilidad del grupo (Dyson-Hudson, 1983; Diamond, 2002). Si observamos la historia de las diferentes sociedades, podremos ver claramente, que ni el desarrollo ni la expansión de estas fue homogénea a lo largo del eje este-oeste; sino que había una dependencia entre la capacidad productiva y la capacidad de desarrollo técnico y expansivo. Puesto que la capacidad productiva originalmente era completamente dependiente de las condiciones naturales del suelo, podemos atribuir la capacidad del grupo para desarrollarse social y técnicamente, y también sobre otros grupos, a las condiciones originarias del suelo en el que dicho grupo tenía sus asentamientos. Este desarrollo desigual y originario, basado principalmente en la riqueza del suelo, permite explicar gran parte de los acontecimientos históricos ocurridos en estas sociedades e incluso milenios después en las civilizaciones posteriores, así como en los enfrentamientos entre estas. Además, hay que tener en cuenta la diferencia temporal existente entre las diferentes zonas independientes de domesticación.

       

      Orígenes independientes de domesticación clasificados temporalmente (Larson et al. 2014)

      Observando el mapa anterior se puede determinar una relación directa entre las zonas iniciales más antiguas de la domesticación y la aparición de las primeras grandes civilizaciones: los sumerios en el Creciente Fértil (A); los mayas en Centroamérica (G); o las culturas Hongshan, Liangzhu y Longshan (C) de las que surgirían las primeras dinastías de China; o la civilización de Caral en Suramérica (H); en África las dos regiones de inicio de la agricultura llega a corresponder con las dos principales familias lingüísticas del continente, las lenguas Níger-Congo en la parte occidental y las lenguas afroasiáticas en la parte oriental (E). Evidentemente, otras civilizaciones se fueron desarrollando como los aztecas y los incas en América, el imperio Kanem-Bornu en África, la civilización de Egipto, las civilizaciones del Valle del Indo, etc.

      La dependencia respecto a las condiciones naturales tanto climáticas como del suelo eran mucho mayor que ahora. Y la historia está marcada por numerosos ejemplos en los que una combinación trágica de eventos climáticos adversos y de una degradación del suelo desmedida provocaron o aceleraron el colapso de civilizaciones aparentemente prosperas.

      Por citar algunos ejemplos, la civilización maya (2600 a.C. – 1200 d.C.), experimentó un abandono masivo de numerosas ciudades a partir del año 800 d.C., auspiciado por una sequía brutal, sumado a que la deforestación masiva había provocado un aumento medio de las temperaturas, que según datos de la NASA podría haber sido de 6 grados, algo similar se cree que pasó con el Imperio Khmer en el sureste asiático. Mediante el estudio del registro del polen también se ha determinado que en las regiones de Mesopotamia se llevo a cabo una deforestación récord en la época, concretamente la investigación de Yasuda et al., 2000 se centró en el valle de Ghab (noroeste de Siria) y determinó que la deforestación llevada a cabo había sido suficiente como para cambiar el ambiente del lago, provocar una erosión masiva del suelo alterando el aporte de nutrientes en las reservas hídricas y empobreciendo el suelo también para la producción agrícola. A lo que se sumo una larga sequía que terminaría poniendo fin al primer gran imperio de la historia de la humanidad, el imperio Acadio (García et al. 2017).

      Así, a lo largo de la historia el agotamiento de los recursos y la aparición de condiciones climáticas adversas han marcado la aparición y desaparición de civilizaciones enteras, pero también en el intento de mantenerse estas condiciones han marcado también su política en cuanto a la apropiación y ocupación de otros territorios que garantizasen la obtención del excedente productivo, originalmente en forma de alimentos y más tarde en forma de otros bienes materiales.

      Por ello, si contemplamos de una forma general la historia transcurrida desde entonces hasta hoy, no hace falta una gran profundidad analítica para ver que una de sus bases fue y sigue siendo la apropiación.  Como la base de toda sociedad se encuentra en primera instancia en la producción de alimentos fue la apropiación de suelos fértiles, obviando la fuerza de trabajo, el principal motivo para la “expansión” de los territorios de cada una de las civilizaciones. La búsqueda de suelos con un mayor rendimiento que garantizase una mayor estabilidad en la sociedad explica en gran medida la historia de las civilizaciones y cómo estas perduraban cada vez más en el tiempo a medida que aumentaban su productividad y así como la estabilidad en su producción, algo que está estrechamente relacionado con dos factores: las características del suelo y el clima.

      Antiguos y modernos centros de agricultura. Los centros antiguos donde la domesticación de plantas y animales tuvo lugar están indicados en naranja en el mapa. La mayoría de las áreas agrícolamente más productivas del mundo moderno se representan en amarillo claro. Solo existen coincidencias entre ambas en China y una gran aproximación entre ambas áreas en EEUU. Estas diferencias en la distribución se basan en que la domesticación tuvo lugar en las regiones donde se encontraban las especies con las características apropiadas para ello, pero existían otras áreas con una mayor capacidad productiva a la que estas especies llegarían con el tiempo (Diamond, 2002).

      Con el paso del tiempo, unas civilizaciones irían aplastando a otras y aquellas con un mayor desarrollo de sus fuerzas productivas terminarían marcando el rumbo de las demás, apropiándose de sus recursos. Y fue la apropiación absoluta de la tierra, a lo que Marx y Engels denominaron como “acumulación originaria”, lo que permitió el origen del capitalismo.  Así, la monopolización de los suelos conduciría a la dominación de la tierra y de la “materia no viviente” (capital), representados por el poder del terrateniente y del capitalista, y finalmente, con la perfección burguesa para la dominación, convertirían la dominación de la tierra en la dominación de toda la humanidad (Foster, 2000), como se ha comprobado a lo largo del desarrollo de la fase imperialista del capitalismo (Lenin, 2016). 

      Una de las consecuencias de la acumulación originaria fue el éxodo masivo de las poblaciones campesinas totalmente desposeídas a las ciudades, dando lugar a una acumulación capitalista sin precedentes y también a la “fractura metabólica” (Foster, 2000). Entendiendo esta como una ruptura entre la relación del hombre y naturaleza (Marx, 1867) y que tiene su forma más visible en la fractura que se produce en la reposición de los elementos extraídos del suelo en la producción agrícola. Es decir, grandes extensiones de tierra son usadas para la producción de los alimentos, los cuales son transportados a las ciudades impidiendo, por tanto, el retorno a esos mismos suelos de los elementos extraídos en forma de materia orgánica (estiércol) (Foster, 2000). De forma general, y sabiendo que existen otros factores en juego, como la salinización, desecación, pérdida de las características físicas del suelo… esto conduce a una reducción en la fertilidad del suelo, lo que se traduce en un menor rendimiento en la producción agrícola. 

      Las revoluciones agrícolas  

      Los elementos naturales que entran como agentes en la producción sin contar nada, cualquiera que sea el papel que jueguen en la producción, no entran en ella como componentes del capital, sino como fuerza natural gratuita del capital, es decir productividad natural gratuita… Pero si en el transcurso del desarrollo, hay que suministrar un producto mayor del que puede crearse con ayuda de esta fuerza natural; si, por tanto, este producto adicional tiene que crearse sin la ayuda de esta fuerza natural o con ayuda de la acción humana, del trabajo humano, se incorpora al capital un nuevo elemento complementario…” Karl Marx, p176, Tomo III de El Capital.

      La producción agrícola no vería cambios significativos en la productividad hasta mucho tiempo después de la revolución neolítica. Concretamente, estos cambios tienen lugar desde el siglo XVII-XVIII en Inglaterra y a lo largo del siglo XIX se van extendiendo a otros países europeos (Garrabou, 1993).   

      La clave de este cambio agrícola no paso por una mejora técnica o mecanización del trabajo, recordemos que según Griggi (1982. p. 166) en la década de 1940-1950, todavía el 50% de la fuerza de tracción utilizada en la agricultura inglesa y estadounidense provenía de caballos y mulas, siendo a partir de estas fechas cuando es sustituida rápidamente por el tractor que se había ido implementando tras la I Guerra Mundial sobre todo en EEUU y aunque se hicieron mejoras técnicas de las herramientas como la sembradora mecánica y la máquina de trillar (tirada todavía por animales), estas no tuvieron un impacto decisivo en la productividad de los cultivos (Garrabou, 1993, Allen, 2002).

      El gran cambio en la producción se dio por la superación de la enorme barrera que suponían las limitaciones nutricionales del suelo. En la agricultura tradicional, predominante hasta entonces, se había intentado superar estas limitaciones mediante la aplicación de estiércoles, residuos vegetales y otros desechos y mediante la práctica del barbecho. Sin embargo, esto no lograba paliar las insuficiencias y el desgaste que se producía en los suelos.  En la Inglaterra del siglo XVIII se empezó a comprender más el funcionamiento del suelo, como resultado se lograría incrementar notablemente el flujo de nutrientes, especialmente el nitrógeno. Este fue el núcleo central de la revolución agrícola inglesa. Esto se logró mediante cultivos rotativos con plantas forrajeras leguminosas capaces de aumentar el nitrógeno del suelo debido a la facultad de fijación de nitrógeno de estas plantas. También se realizaban rotaciones con cultivos como el nabo o la remolacha, los cuales requerían grandes labores de escarda, permitiendo mantener los campos libres de malas hierbas, y estando siempre en producción (Garrabou, 1993, Allen, 2002).

      Tabla: Comparativa del rendimiento del trigo entre 1880 y 1910 en distintos países europeos (Garrabou, 1993).

      Productividad del trabajo agrícola en Europa (1300-1800) (Allen, 2002).

      Entre 1820-1880 se daría una segunda revolución agrícola también en Inglaterra. Esta estuvo caracterizada por una intensificación del grado de comercialización de semillas de variedades seleccionadas y por el inicio del consumo de fertilizantes. En este caso, el componente predominante incorporado al suelo fue el fosfato para lo que incluso se llegaron a utilizar huesos extraídos de las catatumbas (Garrabou, 1993; Foster-Bellamy, 2000).  También se usó guano, heces de ave rica en nitrógeno, urea, fosfatos y otros elementos químicos. La importancia del guano alcanzó tal punto que llegó a provocar conflictos entre las potencias imperialistas en lo que se conoce como las Guerras del Guano y Salitre o Guerra del Pacífico entre 1879 y 1884 (Inarejos Muñoz, 2010).

      Cártel comercializando fertilizante de guano de la costa suramericana del Pacífico. Fuente.

      LA REVOLUCIÓN VERDE 

      Durante la II Guerra Mundial se estableció que la producción alimentaria de los países desarrollados no podía depender de la estabilidad política o de la cosecha de unos pocos países, de este modo las grandes corporaciones de EEUU extienden sus cultivos a otros países. El coste del transporte de mercancías debía ser compensado con una mayor producción alimentaria, naciendo así la revolución verde (1940-1970) (Huerta Sobalvarro y Martínez Centeno, 2018).

      Esta revolución verde se caracteriza por la aplicación del monocultivo, aumentando la aplicación de fertilizantes y plaguicidas, así como el consumo de agua. Además, también la mejora vegetal tuvo un papel importante. El genetista Norman E. Borlaug (Fundación Rockefeller) y también la Fundación Ford fueron uno de los involucrados en estas mejoras de variedades naturales, centrándose principalmente en el trigo, el maíz y el arroz, con el objetivo de obtener variantes más resistentes y más productivas, que se fueron extendiendo rápidamente por otros países, incrementando brutalmente la producción alimentaria. La agricultura tradicional se había desvanecido dejando paso a lo que hoy llamamos agricultura convencional (Ceccon, 2008; Huerta Sobalvarro y Martínez Centeno, 2018).  Así, la agricultura había pasado a estar subordinada al capital industrial.

      Evidentemente, esta revolución verde trajo consecuencias ambientales como la degradación de los suelos, la deforestación, el agotamiento y contaminación de las reservas hídricas, la dependencia de los productores frente a las corporaciones poseedoras de las semillas y/o productoras de los plaguicidas, fertilizantes, maquinaria, etc. Subordinando doblemente la producción alimentaria a los intereses de las grandes corporaciones (Ceccon, 2008), apareciendo una nueva forma de colonialismo sobre los países periféricos, el imperialismo aplicado a la producción alimentaria.

      Sin embargo, la revolución verde se encuentra agotada, el aumento en la producción alimentaria ha aminorado su velocidad, cuando no se ha visto completamente estancado. Esto ha hecho que ahora sea el capital financiero el que ejerza el dominio sobre la agricultura y la producción alimentaria; el trigo ya ha empezado a cotizar en bolsa, como cualquier otra empresa. 

      LA REVOLUCIÓN BIOTECNOLÓGICA

      El mayor conocimiento genético y fisiológicos de las plantas o de la relación de la planta con el suelo y con los microorganismos que viven en éste, posibilitan una nueva revolución en la producción agrícola, una revolución biotecnológica. Esta revolución abre la puerta a un mayor control humano de la producción agroalimentaria optimizando la utilización de los recursos.

      Esta revolución se centra en aspectos como la mejora de la nutrición vegetal de una forma sostenible mediante la utilización de bioestimulantes, como hongos formadores de micorrizas y biofertilizantes como el uso de bacterias como Methylobacterium symbioticum que aportan nitrógeno al suelo de forma natural; o el control biológico de plagas que permiten reducir la utilización de pesticidas y otros agentes químicos que terminan destruyendo el propio agroecosistema, además de dañar el medio ambiente y nuestra propia salud. Además, también la revolución biotecnológica presenta una importancia crucial en la respuesta que la agricultura debe dar a contextos ambientales cada vez más adversos propiciados por la mayor crisis climática que la humanidad ha conocido. En este sentido, el conocimiento científico ha proporcionado desde la utilización de bioestimulantes hasta la posibilidad del uso de plantas modificadas genéticamente más resistentes y más productivas en condiciones de estrés abiótico y más eficientes en el uso de los recursos como el agua o los nutrientes del suelo. Todos estos factores contribuyen al mantenimiento de las características del suelo, volviendo más sostenible el sistema de producción alimentaria.

      La apropiación de suelos en la era del capital monopolista

      El proceso de acumulación por desposesión continua vigente e incluso se intensifica a través de otros métodos. El éxodo rural y los trabajadores temporeros, en definitiva, movimientos migratorios forzosos de una u otra forma siguen marcando la entrada de fuerza de trabajo al proceso de acumulación capitalista y continúan siendo la base de su expansión (Meillassoux, 1997). Además, en la actualidad vivimos la mayor crisis ambiental de la historia de la humanidad, donde tanto los ecosistemas naturales como los ecosistemas agrícolas están colapsando o se encuentran en riesgo de colapso. Procesos, que como todos sabemos, favorecen la acumulación capitalista y el sometimiento de la soberanía de los pueblos a su voluntad.  

      Martin Davies, director ejecutivo de Westchester Gropup Investment Management (mayor propietario de tierras agrícolas y división del administrador de activos estadounidense Nuveen), dice que la tierra cultivable es una “clase de activos bastante incipiente”. En 2019, los fondos de tierras agrícolas lograron recaudar 5,7 mil millones de $ (Evans, 2021). A medida que aumenta la adversidad de las condiciones para la producción agrícola, aumentan también los beneficios de la inversión en tierras agrícolas.

      Rendimiento inversiones en tierras agrícolas. Fuente: Evans, 2021

      Así han ido apareciendo nuevos dueños de la tierra a una escala nunca vista: “Louis Dreyfus es uno de los comerciantes de granos más importantes del mundo. Estableció Calyx Agro en 2007 como un fondo para la adquisición de tierras agrícolas en el sur de América Latina. Louis Dreyfus Commodities actualmente posee 60 mil hectáreas de tierras agrícolas en Brasil, para las que ha destinado 120 millones de dólares En el año 2008, AIG invirtió 65 millones de dólares en este fondo cuyo objetivo es identificar, adquirir, desarrollar, reconvertir y vender tierras agrícolas en Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay. Green Gold es una organización fundada en 2007 por la empresa accionaria Food Water & Energy Company de Argentina, para vender participaciones en una hacienda de 60 mil hectáreas que ella administra. Se afirma que recaudó más de 10 millones de libras esterlinas entre inversionistas privados. La misma compañía creó posteriormente un esquema de inversión similar de 60 mil hectáreas, llamada SCS Farmland. Las ganancias proyectadas son de 66% si la inversión se mantiene por cinco años y 160% si se mantiene por diez. La International Farmland Holding, también conocida como Adeco, es una compañía de inversión agrícola creada por Alejandro Quentin y Soros Fund Management. Ha invertido más de 600 millones de dólares en la adquisición de 263 mil hectáreas de tierras agrícolas en Argentina, Brasil y Uruguay. Leopard Cambodia Fund es un fondo para inversiones en sociedades anónimas cerradas. Fue establecido en abril de 2008 en las Islas Caimán, como sociedad limitada que se mantendrá por 8 años y una meta de 100 millones de dólares. (Ya en septiembre de 2009 llegaba a 28 millones de dólares.) El fondo ha destinado 1.8 millones de dólares para establecer Cambodia Plantations, una compañía de Singapur que sirve como un medio financiero dislocado para inversiones agrícolas en Cambodia central. Parte de los fondos serán utilizados para instalar una subsidiaria que está en proceso de obtener una concesión de tierras para el cultivo de arroz en la provincia de Kampong Cham. Sterling Knight, en sociedad con Ashton Lloyd y Euro Farms, gestionan inversiones privadas en propiedades agrícolas de Ucrania, con una publicitada tasa de retorno de más de 400% en un periodo de cinco años. En 2008, Origin adquirió un 20% de participación en el Grupo Continental Farmers —que produce cultivos de alto valor en gran escala en Polonia y Ucrania— para expandir sus 5 mil hectáreas de propiedades agrícolas en Ucrania. Invirtió 12 millones de euros en el grupo y adquirió 20 mil hectáreas de tierra cultivable arrendada, esperando cosechar 13 mil hectáreas en 2009. Origin es una empresa agrícola y de alimentos que se cotiza en la bolsa.” 

      Según el informe de 2009 de Rising Global Interest in Farmland: Can it Yield Sustainable and Equitable Benefits del Banco Mundial, en los últimos cuatro años inversores extranjeros adquirieron 111 millones de hectáreas de tierra agrícola y que sólo en 2009 habían adquirido 50 millones de esas hectáreas. El 75% de todas estas inversiones se daban en África, sin embargo, las estimaciones varían según la fuente consultadada. Entre 2008 y 2009, los tres principales países destinatarios de las inversiones en tierras en África fueron:  Sudán (6,4 millones de hectáreas), Ghana (4,1 MHa) y Madagascar (4,1 MHa). En América Latina sobresalen Brasil (3,6 MHa), Argentina (2,6 MHa) y Paraguay (0,8MHa), mientras que en la región de Asia-Pacífico son Indonesia (3,6 MHa), Filipinas (3,1 MHa) y Australia (2,8 MHa), los países que encabezan la lista (Méndez Pazos, 2012). Incluso los fondos de inversión en pensiones están destinando entre 5.000 y 15.000 millones de dólares a la compra de fincas de cultivo.

      En definitiva, la crisis de producción agrícola provocada por la escasez de suelos, por el empeoramiento de las condiciones de éste, así como por la adversidad ambiental causada por el cambio climático, y por la escasez de agua también inducida por éste, está convirtiendo la inversión en suelos fértiles y la especulación con éste y con, por tanto, la producción alimentaria, en una garantía de beneficios para el capital monopolista. Esta tendencia creciente, marca un punto de inflexión en contra no sólo de la soberanía de los pueblos sino también para la supervivencia de estos, especialmente en países en vías de desarrollo, pero también para las clases populares de los países centrales. Tal como hemos venido desarrollando, la fertilidad de los suelos marcó el inicio de las primeras civilizaciones y la evolución de las mismas. En la actualidad, aunque podríamos pensar que el desarrollo de nuestras capacidades técnicas nos ha logrado independizar de la propia naturaleza, esto es solo así tan solo en un grado minúsculo como hemos podido ver, por lo que también hoy en día podemos afirmar que el control de los suelos y su estado marca y marcará la evolución de nuestra propia sociedad.

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      Autor

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      Graduado en biotecnología por la Universidad Pablo de Olavide.

      Máster en biología avanzada: investigación y aplicación en la línea de biología aplicada e industrial por la Universidad de Sevilla.

      Doctorando en fisiología vegetal en la facultad de biología de la Universidad de Sevilla.