1973, Chile. 44 años después recordamos el golpe de estado y de clase en Chile. Perpetrado por el imperialismo con métodos desgraciadamente aún vigentes.

1973, el diez de septiembre las fuerzas de la marina y de carabineros toman la ciudad de Valparaíso. En la madrugada del día 11, el prefecto de la ciudad, Luis Gutiérrez, llama a Jorge Urrutia (subdirector de Carabineros) para avisar de lo ocurrido. Urrutia se lo comunica inmediatamente al presidente Salvador Allende que pide buscar a Leigh y a Pinochet (el segundo tras Prats en la jerarquía de las fuerzas armadas). No dan con ellos.
Salvador Allende, armado con un fusil regalo de Fidel Castro, se dirige a La Moneda y allí permanece con un grupo de colaboradores cercanos. En su primer discurso llama al pueblo chileno a la prudencia creyendo además que solo la marina se había levantado. A las 8 y 48 se produce la primera proclama militar que exige a Allende la entrega inmediata del gobierno a cuatro militares: Pinochet, Leigh, Merino y Mendoza. A las 10:45 desde Radio Magallanes (la única emisora no controlada por los golpistas) Allende dará su último discurso a la nación. En el que termina diciendo:

“(…)¡Trabajadores de mi Patria!: Tengo fe en Chile y en su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán de nuevo las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile!, ¡Viva el pueblo!, ¡Vivan los trabajadores! Éstas son mis últimas palabras, teniendo la certeza de que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que, por lo menos, habrá una sanción moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.”

Puedes escuchar el fragmento completo aquí: 

Sin embargo el golpe militar no fue más que la solución final de la oligarquía chilena en connivencia con el imperialismo estadounidense.

¿Por qué preocupaba el gobierno de Allende?

El ascenso político de Salvador Allende desde mediados de los sesenta preocupaba por un lado a su oligarquía nacional ya que presentaba un programa de marcado carácter social y de apoyo a la clase trabajadora, incluyendo nacionalizaciones. Por otra parte, EEUU, en plena guerra fría, ensayaba políticas de desestabilización de gobiernos próximos a ideas de izquierdas en otros países, que culminaría en Latinoamérica con la consolidación del Plan Cóndor durante la década 70/80, un acuerdo de colaboración y creación de regímenes dictatoriales en el cono sur (Chile, Argentina, Brasil, Uruguay…). Su ideólogo fue el premio nobel de la paz y secretario de estado durante el gabinete Nixon, Henry Kissinger. Si bien multinacionales con domicilio fiscal en EEUU como ITT (Telephone and telegraph company), que poseía inversiones por más de 153 millones de dólares en Chile, tal y como queda demostrado en desclasificaciones posteriores, fueron un elemento de presión más para el apoyo de la CIA en la desestabilización del país. El 4 de diciembre de 1972 en la ONU, Salvador Allende denunció estas acciones: “Señores delegados: Acuso ante la conciencia del mundo a la ITT de pretender provocar en mi patria una guerra civil. Esto es lo que nosotros calificamos de acción imperialista”.
En noviembre de 1970, a su vez, Richard Nixon decía: “Nuestra preocupación en Chile es que Allende pueda consolidarse y mostrar al mundo su éxito”. Por lo que la campaña contra el avance del proceso en Chile no solo respondía a intereses económicos sino también de hegemonía política en un momento donde la URSS seguía siendo primera potencia mundial.
Hay múltiples fuentes que demuestran la relación entre EEUU y el golpe contra Allende. Destacan las desclasificaciones del Proyecto Fubelt (de 1998, 25 años después del golpe), las enmiendas al informe Hinchey (Septiembre, año 2000) o el informe Acción Encubierta en Chile 1963-1973 del Comité Church. La responsabilidad del gobierno y los servicios de inteligencia en el golpe chileno llegó a ser un tema que se denunció incluso en la prensa estadounidense, como en este artículo de 1976 del New York Times.
Si bien no se puede descartar que el golpe militar fuese la primera opción para acabar con el gobierno de la Unidad Popular (en  1973 la UP incluía a todas las fuerzas parlamentarias de izquierda); lo cierto es que se llevaron a cabo otros métodos para derrocar al gobierno. Por una lado una guerra económica, por otro lado una guerra política (institucional y propagandística) y finalmente una guerra psicológica. Sin embargo un cable dirigido a Kissinger, de Richard Helms (director de la CIA) argumentaba que “una situación económica desastrosa sería el pretexto lógico para que intervinieran los militares”. Por lo que la idea del golpe militar, al menos en apariencia, siempre estuvo presente.

1973. Acciones de desestabilización.

Guerra mediática.

1973

Recortes de prensa.

El Cómite Church desclasificó un informe sobre pagos cuantiosos al diario El Mercurio. En las desclasificaciones sobre Fubelt se detalla a su vez el gasto de 3 millones de dólares solo en propaganda contra Allende. El control de los medios de comunicación a su vez estaba en manos de la burguesía local contraria al gobierno por lo que se desarrolló una intensa campaña.

Acaparamiento.

1973

Portada Diario El Mercurio.

Se busca la creación de desabastecimientos de productos de primera necesidad. Para ello se utilizan varios métodos. Por un lado la rumorología sobre el propio desabastecimiento provocaba la acaparación de esos bienes ante el temor de su ausencia. Por otra parte las empresas y fábricas chilenas reducen deliberadamente su producción al mínimo, siendo denunciadas por sus propios trabajadores, a la vez que se encuentran grandes cantidades de productos básicos en diversos escondites. La propaganda internacional y nacional hizo el resto transmitiendo la idea de falta de solvencia del estado chileno y de falta de acceso a los recursos para el pueblo.
Las Juntas de Abastecimiento y Control de Precios (JAP) se presentan como primera solución al conflicto. No obstante no es la única, desde el gobierno, en minoría en el Congreso Nacional, se intenta el desarrollo de reformas y leyes contra los delitos económicos que son vetados una y otra vez como veremos a continuación. Por otra parte, la clase trabajadora chilena consciente de la situación comienza a tomar fábricas y empresas. Desde la izquierda habrá diversidad de opiniones al respecto, siendo el principal elemento de conflicto el que guarda relación con el modo de toma de esos medios de producción, si debe ser de forma arbitraria o de forma coordinada desde las instituciones.

1973

Letrero en Las Juntas de Abastecimiento y Control de Precios.

Acoso político en las instituciones.

El 19 de abril de 1973 ante la situación del acaparamiento deliberado el gobierno propone la expropiación a industrias que boicoteen la producción. La oposición formada por el Partido Demócrata Cristiano y el Partido Nacional a cambio presentan una reforma constitucional de invalidación, que quita el derecho a veto al presidente y reduce con ello las funciones de presidencia. El resto de propuestas presentadas, desde la reforma educativa a la creación del ministerio de familia, son rechazadas o dejadas sin financiación por parte de la oposición.

Grupos violentos de corte fascista e incursiones sectoriales. (Transportes, estudiantes, minería).

Grupo patria y libertad.
1973

Grupo Patria y Libertad. Desfile.

El grupo Patria y Libertad surge como una escuadra de choque, de ideología abiertamente fascista, su fin es crear situaciones de violencia. Imitan lemas exportados como “Chile uno, Chile grande, Chile libre” asociado al franquismo español.
Entre sus dirigentes se encuentran antiguos miembros de los servicios de inteligencia de los EEUU. La CIA revelará en 1979 que insertaron en Patria y Libertad a cuarenta agentes de primera clase. Por otra parte reciben financiación abierta de la oligarquía nacional ligada al Partido Nacional.

Incursión sectorial.

108 dirigentes del gremio de transportes reciben formación en EEUU a través del Instituto Americano para el desarrollo del sindicalismo libre. Tras el boicot de repuestos procedente de EEUU se produce una huelga de transportistas contra el gobierno, el mayor paro de un sector en la historia de Chile. De aquello nace la Confederación de Sindicatos de Dueños de Camiones de Chile. Su líder León Vilarín Marín, mantuvo una estrecha relación de apoyo a la dictadura militar. En 1999, tras su muerte, le rindió un emotivo homenaje, a través de una carta publicada por el diario El Mercurio, el propio Juan Carlos Délano Ortúzar, el que fue ministro de economía, fomento y turismo durante la dictadura pinochetista.
En abril de 1973 tras la reforma educativa también se producen manifestaciones estudiantiles que se tornan en ocasiones violentas al ser controladas por los grupos fascistas de Patria y Libertad.
Por otra parte algunos obreros de la minería también inician una huelga que dura 76 días y se refugian en la Universidad Católica. Este paro costó millones de dólares al estado.

Respuesta organizada de clase.
1973

Manifestación del 30 de Abril.

Ante la huelga de transportistas, los transportistas de izquierdas, se organizan en el MOPARE, y pese a los sabotajes consiguen frenar el avance de este proceso.
Por su parte, desde la Central única de trabajadores se convocan dos manifestaciones para mostrar fuerza y apoyo al gobierno. Una el 27 de abril del 1973 y otra el 21 de Junio de ese mismo año.
La primera manifestación trata de impedir que las calles de Santiago sigan bajo el control de los violentos opositores guiados por Patria y Libertad. Al pasar por la sede del Partido Demócrata Cristiano una columna de la manifestación es atacada con disparos procedentes de dicha sede. Un obrero muere y seis son heridos de gravedad. El 30 de Abril, treinta mil personas caminan las calles de Santiago para despedir al compañero caído. La oposición ante esta manifestación de fuerza y apoyo popular finaliza la fase de organización callejera violenta.
Tras la manifestación del 21 de Junio por su parte comenzó la retirada de los mineros en huelga que se encontraban en la Universidad Católica cuya huelga finalizará definitivamente el 28 de junio.

Intentona de golpe militar: El tanquetazo (29 de Junio de 1973)

El regimiento blindado número II ataca el Palacio de La Moneda el 29 de junio de 1973 a las nueve de la mañana, provisto con seis tanques.
El Parlamento y los partidos opositores guardan silencio. El resto de las fuerzas armadas no secundan la acción. Entre los que se mantienen leales al gobierno se encuentra el general Augusto Pinochet.
Durante el intento de golpe de estado mueren 22 personas. Entre ellos Leonardo Henrichsen (camarógrafo argentino) que fue disparado mientras grababa a uno de los militares sublevados.
Una vez confirmada la derrota del golpe la democracia cristiana apoya al gobierno constitucional. Por su parte, el Partido Nacional se mantiene en silencio y el grupo Patria y libertad se confiesa como autores intelectuales del mismo al esconderse en la embajada de Ecuador.
Esa misma noche el pueblo vuelve a ocupar las calles de Santiago pidiendo al presidente el cierre del Congreso Nacional. Allende lo rechaza pero anuncia que si se lo piden podría hacer un plesbicito al respecto. No obstante, el estado de sitio otorga los medios de producción a los trabajadores.
El dos de julio de 1973 el gobierno propone una ley sobre Estado de Sitio que otorgue poder al presidente para la destitución directa de los militares responsables. Un mecanismo llevado a puerto dos veces con anterioridad en Chile y que sin embargo no es autorizado por la cámara en este caso.

Comienza la guerra psicológica.

Ese mismo día en Valparaíso los militares deciden aplicar la ley de control de armas para cercar y allanar las viviendas de trabajadores. No encuentran ningún arma. Mientras los grupos fascistas, armados, campaban a sus anchas.
Las contradicciones de la izquierda al respecto de la estrategia a seguir estallan públicamente en Julio. Declaraciones del  Partido Comunista de Chile, del Partido Socialista, del Partido MAPU o del Movimiento de izquierda revolucionaria (MIR) son constantes.  El gobierno buscando una alianza con la democracia cristiana para evitar la guerra civil o un nuevo golpe entrega de nuevo a la oligarquía algunas industrias que estaban ya en manos de los trabajadores.
El conflicto de las fábricas se une al conflicto de las armas, siendo de alguna manera el mismo conflicto. El pueblo exige que les devuelvan las fábricas y que les entreguen armas por la situación de desamparo y peligrosidad en la que se encuentran. Los registros del ejército aplicando la ley de control de armas se intensifican provocando una situación de acoso y control sobre los trabajadores de las fábricas. Se sienten desprotegidos, sin saber cómo poder reaccionar ante una nueva intentona violenta por parte del ejército.

Agosto de 1973.

El 20 de Agosto el Comité Cuarenta del gobierno de EEUU (dirigido por Henry Kissinger) aprueba un gasto de un millón de dólares de apoyo a los partidos de oposición y a los sectores de transporte y comercio afines a ellos y que persistían en sus huelgas. El día 7 de septiembre ya hay informes (según desclasificaciones) sobre las acciones que se llevarán a cabo el 11 del mismo mes.
Mientras, la crisis dentro de las Fuerzas Armadas de Chile se agudizaba. Los leales convivían mezclados con un ejército que llegó incluso a allanar tumbas en búsqueda de armas o simplemente como elemento de intimidación constante para la clase trabajadora. Un ejército donde algunos de sus altos mandos estaban recibiendo financiación extranjera. Eran momentos de confusión que llevaron a la sorpresa incluso del propio Allende una vez descubiertos los traidores.  El pueblo resistía a duras penas el acoso constante de una Ley (la de control de armas) hecha para protegerles pero que se les había vuelto en contra por el boicot político de los partidos de la derecha y el desacato de parte de las Fuerzas Armadas de Chile.

11 de Septiembre de 1973.

“Quizás sea ésta la última oportunidad en que me pueda dirigir a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio Portales y Radio Corporación. Mis palabras no tienen amargura, sino decepción, y serán ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieron: Soldados de Chile, comandantes en jefe y titulares…, el almirante Merino… más el señor Mendoza, general rastrero que sólo ayer manifestara su solidaridad y lealtad al gobierno, también se ha denominado director general de Carabineros.
Ante estos hechos sólo me cabe decirle a los trabajadores: Yo no voy a renunciar. Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza.
La historia es nuestra y la hacen los pueblos. (…)”
Discurso último de Salvador Allende.

Al mediodía comienzan los bombardeos contra la casa de gobierno y la casa presidencial. El ataque prosigue hasta que Allende se dispone a rendirse pidiendo a todos que bajen. Según relataron los presentes en ese momento cogió el AK-47 que le regaló Fidel y gritó: ¡Allende no se rinde, milicos de mierda! Justo antes de dispararse a sí mismo.
El 11 de septiembre se segó la vida de Salvador Allende el hombre que quiso hacer una revolución sin sangre. Equivocado o no en su premisa, los traidores fueron otros.
Carmen Parejo.
Para más información os recomendamos la trilogía documental “La batalla de Chile”.

Autor

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Directora Revista La Comuna

Estudió Filología Hispánica en la Universidad de Sevilla. Gestora cultural, escritora, poeta y analista internacional en distintos medios escritos o audiovisuales. Autora de la compilación poética “La Generación de la Sangre I” para Editorial Ultramarina Cartonera, a través de la Plataforma de Artistas Chilango-andaluza.

“Arquitecturas y Mantras” de la Editorial Bucéfalo fue su primer libro de poesía en solitario. A su vez, actualmente colabora en Hispan TV y otros medios internacionales en habla hispana analizando la actualidad política. Miembro de la Asociación Cultural Volver a Marx. Milita en Trabajadoras Andaluzas.