“No hay posibilidad de aprender lo educativo si uno no tiene una visión humanística integrada” Maestro Luis F. Iglesias
Entre los años 1930 y 1943, Argentina vivió un período conocido como la década infame. Varios presidentes formaron parte de ésta; José Félix Uriburu (1930-1932), fue un militar y dictador que el 6 de septiembre encabezó una sublevación cívico-militar que derrocó al gobierno democrático del presidente Hipólito Yrigoyen; Agustín Pedro Justo (1932-1938), otro militar apoyado por la dictadura; Roberto Marcelino Ortiz (1938-1942) y Ramón Serapio Castillo (1942-1943), vicepresidente que asume la presidencia por la muerte de Ortiz. En 1934, Enrique Santos Discépolo compone la música y la letra del tango Cambalache en el que critica la corrupción, la impunidad, los fraudes electorales, el auge del fascismo y la pérdida de valores, tal como se evidencia en estas estrofas: “…Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso o estafador, ¡todo es igual, nada es mejor! ¡Lo mismo un burro que un gran profesor! No hay aplausos ni escalafón, los inmorales nos han iguala’o…”.
Este período alcanzó su zenit el 10 de abril de 1938, cuando el polideportivo Luna Park, uno de los recintos deportivos icónicos de Buenos Aires, tuvo un lleno impresionante de 15 mil nazis argentinos que festejaban el ‘Anschluss’, es decir, la anexión de Austria por Alemania, el mismo día en que Adolf Hitler realizaba un plebiscito que ganó con el 99% de votos. El público porteño notoriamente excitado, en apoyo al III Reich, coreaba “¡Heil Hitler!” y entonaba el himno “Horst Wessel Lied”.

20.000 nazis cantan el himno nacional argentino haciendo el tradicional saludo en honor a Hitler, 10 de abril 1938 (Archivo Luna Park)
Mientras tanto, en la Argentina sanmartiniana, ocurrieron dos hechos que fueron severamente castigados. Por una parte, varios jóvenes antifascistas convocaron a una manifestación en la plaza San Martín, cercana al Luna Park, que la policía reprimió dejando un saldo de dos muertos y 57 detenidos. Por otra parte, a los pocos días, un maestro de escuela dio un discurso socialista en el que aplaudía la actitud de un empresario que donó dinero para la construcción de una escuela a diferencia de otros que daban grandes sumas a favor del nazismo.
El castigo que el gobierno conservador le propinó al maestro Luis Fortunato Iglesias, fue confinarlo a trabajar en la Escuela Rural Nº 11 de Tristán Suárez, pueblo donde nació, en el partido de Ezeiza de la provincia de Buenos Aires, como maestro único. Este castigo fue transformado en una de las experiencias pedagógicas más significativas de la Pedagogía del Alba. Allí: “Creó herramientas didácticas que nacieron de las necesidades que se le presentaban en el aula. Entre esas innovaciones se pueden mencionar el laboratorio, elementos de multicopia y el museo escolar –en el que los niños participan activamente-, que era un espacio que permitía conjugar la enseñanza de las ciencias naturales con las ciencias sociales. Otro de sus aportes pedagógicos fueron los guiones didácticos. Se le entregaba a cada grado un conjunto conformado por material gráfico, fotografías, dibujos, elementos ilustrativos, que incluían preguntas, oraciones inconclusas, entre otras orientaciones para que los niños trabajaran libremente y en forma autónoma. Los ‘cuadernillos de pensamientos propios’ eran cuadernos personales de cada alumno para escribir y dibujar espontáneamente. Allí los niños podían expresar ideas, sentimientos y experiencias de la vida cotidiana. Luego eran leídos por el maestro, que aportaba su opinión”.
Luis Fortunato Iglesias nació el 28 de junio de 1915. Hijo de inmigrantes españoles, su madre era analfabeta y su padre herrero. En 1935, la Escuela Normal de Lomas de Zamora le otorga el título de maestro. Entre las obras que Luis Fortunato Iglesias legó a la humanidad destacan: Viento de estrellas. Antología de creaciones infantiles (1942), La escuela emotiva (Ensayo Pedagógico, 1945), La escuela rural unitaria (1957), Diario de ruta: los trabajos y los días de un maestro rural (1963), Pedagogía creadora (4 tomos, 1973), Didáctica de la libre expresión (1980), Aprendizaje vivencial de la lectura y la escritura (1987) y Los guiones didácticos: técnica para la conducción del aprendizaje (1988).

En la escuela rural unitaria de Tristán Suárez, Luis Fortunato Iglesias manifiesta su pedagogía humanística en la que su administración obedece a los intereses más apremiantes de la infancia y la libertad de sus alumnos. ¿Cómo lo hizo? Modificando la práctica escolar, adoptando relaciones educacionales más horizontales y estableciendo una ruptura radical con la burocratización del sistema escolar, a sabiendas que esto significaría pugnas con las vetustas estructuras administrativas que se oponían a alteraciones curriculares porque éstas propician posiciones políticas de avanzada.
“Los alumnos -hijos de campesinos, tamberos, que hablaban algunos en español y otros en otras lenguas como el italiano, que se levantaban muy temprano a la mañana para realizar las tareas del campo-, gozaban en la escuela de una biblioteca grande (para los grados superiores) y una biblioteca chica (para los grados inferiores). Contaban además con una estación meteorológica en la que se tomaba la temperatura todos los días y los chicos, con orgullo, festejaban que siempre coincidiera con la temperatura oficial. Allí tenían un barómetro y un pluviómetro. Tenían también un laboratorio en el que, por ejemplo, producían oxígeno. Estaba equipado con preparados de alto nivel científico que proporcionaba Clementina Leston, bioquímica y esposa de Iglesias, quien acompañando a su marido, vivió y participó con pasión en el desarrollo de la escuelita. Había además un museo en el que, entre otras muchas cosas, podía encontrarse una botellita con agua de mar, traída por uno de los chicos de Mar del Plata”.
Susana Vital explica que en el magisterio de Luis Fortunato Iglesias “pueden distinguirse varias posiciones teóricas y programáticas transgresoras: desde el espiritualismo estetizante con eje en el desarrollo de la creatividad, la imaginación y la personalidad libre del niño hasta declaradas posiciones positivistas, entendidas como acercamiento científico a la realidad”.
Luis Fortunato Iglesias murió el 8 de agosto de 2010. Las maestras y maestros deben fortalecer su magisterio leyendo sus lecciones: “Yo he aprendido muchísima pedagogía leyendo a Mark Twain, Dostoievsky, Unamuno, más que estudiando a Pestalozzi. No hay posibilidad de aprender lo educativo si uno no tiene una visión humanística integrada. Esto no es una técnica. Un maestro que no lee no funciona”. En este sentido, insiste: “El que sabe solamente pedagogía ni pedagogía sabe”.
Sobre aquel escarmiento que las autoridades le aplicaron por dar aquel discurso: “Creyeron castigarlo cuando en realidad le estaban abriendo el camino a la inmortalidad. Por veinte años fue maestro único, maestro unitario, en una escuelita que no tenía más que la campana y el pizarrón, y unos pocos bancos; lo demás lo construyó él. Fue maestro siempre de escuela primaria; allí encontró el material de vida”. En una entrevista que le hicieron a este militante de la educación muchos años después, una periodista le preguntó si fue ingenuo el discurso que dio el 25 de mayo de 1938, Día de la Patria en Argentina, a lo que el maestro respondió: “No, Cinthia, no fue ingenuo, tenía plena conciencia humana”.
Autor
Escritor y pedagogo venezolano.
Tutor del Sistema de Formación Caracas Insurgente de la Alcaldía de Caracas.
Profesor Asociado de la Escuela Venezolana de Planificación y de la Universidad Nacional Experimental de la Gran Caracas (Unexca) de la cual fue el Rector Fundador (2018-2020).
Presidente de la Comisión Binacional Bicentenaria Orinoco Magdalena.
Presidente del Centro Rodrigueano de Investigación Social para la Latinoamericanidad (Crisol).
Actualmente desarrolla su tesis doctoral sobre la Causa Social de Simón Rodríguez en el Centro Nacional de Historia.
Escribió su tesis postdoctoral sobre los derechos humanos estudiantiles en Nuestra América en la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez (2020).
Fue rector de la Universidad de las Artes (Unearte) (2016-2018) y primer rector seglar de la Universidad Católica Santa Rosa (2012-2014).
Fue Coordinador y Autor de los libros de texto de Matemática de la Colección Bicentenario (2011). Es PhD. en Educación de la Universidad Libre de Berlín (2011). Fue Coordinador Nacional del PNFE de la Misión Sucre y la Universidad Bolivariana de Venezuela (2012) a solicitud del maestro Luis Antonio Bigott.
Fue Director de Postgrado y Adiestramiento de la Escuela Nacional de Administración y Hacienda Pública (2002-2008).
Obtuvo el Premio Nacional de Periodismo (2017) por su artículo _¿Quién es el culpable?_ Es autor de los libros: _Credo_, _Intelectualidad Perversa_, _Matemática y Realidad_, _Currículo de la Indignación_, _Letras para la Conciencia_, _¡Aten al planeta!_ _Errabundas luciérnagas del cielo nocturno_, _Pedagogía del Alba_, entre otros. Es padre de Erika, Diego y Sarah, hijo de Ligia y Ramón, y hermano de Maira.
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