Del «Festival del Atlántico Norte» al Festival de la Canción de Eurovisión

    ” La edición de 2022 constituyó todo un alegato político a favor de Ucrania, la ganadora por haber despertado la solidaridad de la audiencia europea del concurso, en su condición de víctima de la expulsada Rusia. Esta conexión con la política se tradujo al día siguiente en las congratulaciones de la mismísima OTAN, que ha venido cercando militarmente al país euroasiático contra todas las promesas de los altos mandatarios occidentales después del fin de la Guerra Fría”

    El blanqueamiento del fascismo que se ha venido llevando a cabo en el relato de la guerra de Ucrania, de acuerdo con la regla propagandística de la orquestación (Domenach, 1986), a la que hemos aludido en otros trabajos para Revista La Comuna, nos puede llevar a veces a terrenos a priori más amables y de audiencias masivas, no necesariamente interesadas en la política internacional: el festival de Eurovisión, en el que la edición de 2022, justo hace un año, tuvo el desenlace más previsible de su historia. Efectivamente, como todo el mundo esperaba, ganó Ucrania, lo que puso en el foco principal la actuación y puesta en escena de sus representantes musicales, el grupo Kalush Orchestra. Posiblemente se podrá objetar al siguiente análisis que se circunscribe al terreno de la especulación simbólica y el terreno de lo subliminal, pero lo cierto es que, salvo que para demostrar lo sospechoso de cierta simbología se pretenda exigir a este tipo de exégesis que los artistas salgan explícitamente luciendo esvásticas y gritando “Heil Hitler!”, lo cierto es que la actuación de Kalush Orchestra y todo lo que rodeó su espectáculo ofreció una claves visuales y semióticas que merece la pena observar; sobre todo, teniendo en cuenta los condicionantes estructurales sobre el propio festival de Eurovisión que vamos a poner de manifiesto al final del citado análisis.

    Para empezar, la simbología en una puesta en escena no se suele dejar al azar y al final de la actuación los miembros de Kalush Orchestra exhiben el mismo saludo que el que usualmente despliega el batallón Azov, consistente en una pose hierática y erguida con el codo doblado y el puño derecho sobre el lado izquierdo del pecho (1). Hasta aquí podría atribuirse este paralelismo a la paranoia, pero hay más. Los paramilitares fascistas de dicha agrupación hacen uso de una figura geométrica conocida como Sonnenrad o Sol Negro, utilizado por los nazis alemanes como parte de sus elementos simbólicos esotéricos, y cuya imagen también usan con profusión. Pues bien, en la edición de 2022 del festival de Eurovisión las y los participantes contaban con un escenario digital de fondo donde se proyectaban formas, imágenes y colores. Justamente, en algunos tramos de la canción de los Kalush aparecía una figura circular negra rodeada por un anillo de llamas, como un sol visto en un eclipse; en definitiva, lo que simulaba un sol negro (2). Luego tenemos al componente que, aparte de cantar la melodía del estribillo, toca un instrumento de viento alargado que sujeta con solo la mano derecha y el brazo extendido, lo que, en los planos generales, en los que los actuantes se ven a distancia, provoca el efecto óptico de lo que sería algo muy parecido al saludo nazi (3). Por otra parte, como acabamos de indicar, el escenario del festival era de formato electrónico donde se proyectaban imágenes y formas varias, aparte de colores, esto último también con la ayuda de la luminotecnia, y un visionado simple de la actuación completa permite certificar claramente que había cuatro colores predominantes: el azul, el amarillo, el rojo y el negro (4). Los dos primeros se pueden atribuir con toda lógica a la bandera de Ucrania, pero ¿qué hay de los otros dos, que, por cierto, componen el sol negro del que hemos hablado (negro el círculo y rojo el anillo de llamas) y lucieron también dos de los miembros del grupo, contrabajista y flautista, dispuestos en los respectivos extremos izquierdo y derecho, con una particular indumentaria? Muy sencillo: son los de la insignia del llamado Ejército Insurgente Ucraniano (UPA), que implementó actos terroristas contra el Ejército Rojo, participó en la matanza de personas polacas en Volinia en 1943 y uno de cuyos líderes fue Stepán Bandera, quien fuera también dirigente de la Organización de Nacionalistas Ucranianos que actuó junto a los nazis en la tragedia de Babi Yar, “El barranco de la abuela”, testimonio fehaciente de la brutalidad y deshumanización del nazismo. El 28 de septiembre de 1941 los invasores del Tercer Reich emitieron un bando en el que ordenaban a la población reunirse con sus documentos, pertenencias, dinero, joyas y ropa abrigada en la esquina de las calles Melnikovsky y Dokhturov. Conducidos hasta el barranco por los Einsatzgruppen, los escuadrones de la muerte de las SS, se les ordenó desnudarse. A los que se negaban, los apaleaban. Colocados en hileras, los verdugos procedieron a fusilarlos. Entre los días 29 y 30 de septiembre, 34.000 personas fueron asesinadas por los nazis, que contaron con el apoyo de fuerzas nacionalistas locales, opuestas al poder soviético. Hasta 1943 la cifra ascendió a 200.000. Los cuerpos de hombres, mujeres y niños, muchos de ellos gitanos, enfermos mentales o prisioneros del ejército soviético yacían amontonados en Babi Yar, transformado en fosa común. Junto a los nazis actuaron los miembros de la Organización de Nacionalistas Ucranianos, fundada por Andriy Melnyk, de la que Stepán Bandera fue parte (Toscano Segovia, 2022: 49).

    Esto nos lleva a otro posible símbolo subliminal, puesto que la canción con la que los participantes ucranianos (como se esperaba) ganaron el festival se llamaba “Stefania”, versión femenina de “Stepán”, el nombre de pila del icono político del nazismo ucraniano (el equivalente a ‘Esteban’, en castellano).

    Para más inri, tras el anuncio de quién iba a ganar el concurso y saberse que eran los representantes de Ucrania, el rapero y líder del grupo expresó su entusiasmo mostrando los  dedos pulgar, índice y corazón (5), gesto coincidente con el juramento que hacían los miembros de las fuerzas armadas alemanas con los tres primeros dedos de la mano apuntando hacia arriba, al tiempo que decían “Yo te juro, Adolf Hitler, Führer y Canciller del Reich, fidelidad y valor. Prometo obediencia hasta la muerte a ti y a los superiores por ti designados. Que Dios me ayude” (Docal Gil, sin fecha: 33). El gesto está comúnmente extendido entre los grupos neonazis. El signo, empero, es bastante similar, por aquello de los tres dedos, al logotipo del partido ucraniano de extrema derecha Svoboda. Esta formación promovió como pieza central de su política la conmemoración del UPA como grupo de luchadores por la independencia de Ucrania y héroes nacionales, pero no sólo del UPA en sí sino también con dos cuerpos concretos de voluntarios durante la Segunda Guerra Mundial. Uno fue el de la 14ª División de Granaderos Ucraniana SS «Galitzia», incluido en el cuerpo de combate de élite de las SS o Waffen-SS; el otro, el Batallón Nachtigall o Grupo de Batallón Ruiseñor de Ucrania, subunidad que operaba a las órdenes de la Organización de Nacionalistas Ucranianos (OUN, en siglas ucranianas; rama política del UPA) de Stepán Bandera y bajo el mando de la unidad de operaciones especiales División Brandeburgo V. 800, adscrita ésta a la Abwehr, la organización de inteligencia militar alemana en servicio hasta la caída de la Alemania nazi. Sbovoda, que de hecho originalmente tenía la muy explícita denominación de Partido Social-Nacional, combina el nacionalismo radical con elementos de la ideología neonazi. El partido pidió la eliminación de los monumentos de guerra a los soldados soviéticos y bloqueó, por medio de la violencia, las celebraciones públicas del Día de la Victoria en Lvov desde 2011. Svoboda ganó las elecciones regionales en Galitizia en 2010 y obtuvo el 10,5% del voto global del país en las elecciones parlamentarias de 2012 (Katchanovski, 2014: 213-214). En 2014 Svoboda participó activamente en el golpe de Estado contra el entonces presidente Yanukóvich, momento en que varios de sus militantes entraron en puestos importantes del gobierno interino de Turchínov.

    Volvamos a la final de Eurovisión, donde también hay un momento en el que el mencionado protagonista rapero, después de la actuación, se ve haciendo el conocido saludo nazi con el brazo alzado en dirección al público (6). Asimismo, la representante del jurado de Polonia, después de comunicar que su país otorga 12 puntos a Ucrania, eleva igualmente el brazo mientras grita “Slava Ukrayini!” (‘¡Gloria a Ucrania!’), un saludo que a lo largo del tiempo ha ido adquiriendo connotaciones ultraderechistas. Es cierto que algunos medios se han afanado en desmentir ambas imágenes tildándolas de bulo porque desde un enfoque desde otro punto, en el primer caso, y con la ampliación del plano, en el segundo, se descubre efectivamente que tanto el rapero de Kalush como la miembro polaca del jurado tenían la mano abierta; lo cual, sin embargo, no anula el hecho de que lo que las y los televidentes pudieron ver en directo de acuerdo con la realización televisiva del evento aparentaba claramente sendos saludos fascistas. De hecho, la agencia Reuters preparó desde la localidad ucraniana de Kalush (que da nombre al grupo) un reportaje audiovisual subido a su canal de Youtube el 16 de mayo sobre las celebraciones allí de la victoria ucraniana en Eurovisión que arranca con un plano de las banderas de Ucrania y la fascista roja y negra del UPA, con toda naturalidad.  

    Como hemos apuntado, gran parte del público sospechaba, suponía e incluso abogaba por que, como efectivamente sucedió, la victoria de Eurovisión de 2022 fuera para Ucrania. Por ejemplo, el alcalde de Granada, Paco Cuenca, publicó un mensaje en Twitter en el que reivindicaba: “Pues qué queréis que os diga, creo que todos deberíamos votar la canción que representa a #Ucrania en #Eurovision”. En el programa La noche D de La 1, dedicado a Eurovisión, incluso la cantante Massiel, ganadora de dicho concurso en 1968, declaró: “Bueno, a mí me gustaría que ganase Ucrania, para que el año que viene tuviera que estar bastante reconstruida Ucrania y les entrase una fuente de divisas por la retransmisión”. Tal enunciado desencadenó la inmediata ovación de buena parte del público asistente al plató (Rtve.es, 10/V/2022). La política entraba de lleno en un festival que siempre había alardeado de permanecer ajeno a ella o penalizar su introducción: por ejemplo, “En 2019, cuando la gala se celebró en el estado de Israel, los representantes de Islandia sacaron una bandera [de] Palestina en señal de apoyo a este pueblo. La organización alegó entonces que incumplieron las reglas del evento por politizarlo, y sancionaron al grupo con una multa de 5.000 euros” (Elplural.com, 15/V/2022) (7). Que Israel fuera la sede de dicho año se debe, como es norma en el concurso, a que había ganado el año anterior (con una canción oficialmente declarada como plagio, por cierto; Lavanguardia.com, 7/II/2019) (8). Fue el mismo año en que el ejército de ese Estado masacraba Gaza bombardeándola unas 865 veces, según un informe de la propia fuerza armada israelí, en el que admitía haber lanzado a lo largo de 2018 más de mil misiles hacia Gaza y Cisjordania (unos 45 impactaron en zonas residenciales cercanas a la frontera dejando cientos de muertos y heridos), sin incluir otros 180 ataques aéreos. La Organización para la Liberación de Palestina (OLP) indicó que 312 palestinos murieron y 31.500 fueron heridos durante los bombardeos de Tel Aviv, lo que implicó un aumento del 200% en la tasa de mortalidad por estas causas. Cerca de 225 personas palestinas murieron por disparos en la jornada de manifestaciones pacíficas de la Gran Marcha del Retorno, por el fin del bloqueo israelí y la reivindicación de Palestina, iniciadas en marzo de 2018. Ante esta situación, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) emitió más de 20 resoluciones contra el Gobierno de Israel condenando la represión, ataques y ocupación israelí, lo que convertía a Israel en el Estado con más condenas por parte de dicho organismo (Telesurtv.net, 2/I/2019) (9). Pero todos estos datos no influyeron lo más mínimo en que Israel participara en Eurovisión. Nada que ver con lo que le sucedió a Rusia, país que fue expulsado de la edición de 2022 a raíz de la operación militar en territorio ucraniano y que ya había sido objeto de un veto de tres años por la anexión de Crimea en 2017, precisamente cuando el concurso se celebraba en Kíev y el gobierno ucraniano impuso dicha sanción (Elnacional.cat, 14/V/2022) (10).

    Sin embargo, “Nada más acabar su intervención, uno de los cantantes” de Kalush Orchestra en la edición de 2022 en que venció Ucrania “gritó, micrófono en mano: «Os pido a todos vosotros, por favor, ayudar a Ucrania. ¡Ayuda a Mariupol, ayuda a Azovstal, ahora mismo!»” (Elplural.com, 15/V/2022). El momento puede verse, efectivamente, al final del vídeo de la actuación a la postre ganadora y no supuso ningún problema al grupo, aunque constituyera una clara introducción de cuestiones políticas en el certamen televisivo. Por otra parte, un día después del triunfo de Ucrania, Rumanía denunció a través de un comunicado en su televisión pública (TVR) que el voto del jurado rumano a favor de Moldavia fue reemplazado, dando los 12 puntos a los ucranianos. “Nos sorprendió desagradablemente descubrir que el voto no contaba para la clasificación final y los organizadores otorgaron otra ronda de calificaciones a los concursantes”, se podía leer en el comunicado de TVR. Rumanía también lamentó lo que estimaba un cambio de las reglas durante el juego al no haber sido autorizado su presentador a intervenir en vivo como la mayoría de países para comunicar el voto del jurado del suyo. En la noche del sábado al domingo, la UER/EBU (Unión Europea de Radiodifusión) señaló “ciertos patrones irregulares de votación identificados en los resultados de seis países” durante la segunda semifinal y la final, sin especificar cuáles o si dichas irregularidades podrían tener consecuencias en la clasificación final. Ucrania ganó, aparte de estas cuestiones no resueltas, gracias al voto de las y los televidentes en medio de la gran campaña mediática por la llamada invasión de Ucrania. “Aunque no era la favorita por los expertos de cada país, de hecho, estaba lejos de las primeras posiciones, el voto del público la catapultaba a la cima con más de 600 votos. Un dato imposible de superar” (Elnacional.cat, 15/V/2022). Por aumentar el trasfondo político del asunto, el ministro de Cultura de Ucrania, Oleksandr Tkachenko, lamentó que el jurado de Kíev no otorgara ningún punto a Polonia y Lituania, dos importantes aliados contra Moscú (Marca.com, 15/V/2022) (11).

    Pero es que hay más. Kalush Orchestra, que arrasó en el televoto gracias a la gran publicidad que se le dio a la canción, no era la actuación que en principio iba a verse sobre el escenario. El jurado de expertos optó por la artista Alina Pash, pero en el contexto de la guerra, esta se vio obligada a renunciar tras conocerse que había viajado a Crimea, anexionada por Rusia desde 2014, sin la obtención de visado por parte del Servicio Estatal de Fronteras. Los propios Kalush Orchestra, que habían quedado segundos, aprovecharon la ocasión para crear una campaña de desprestigio y pedir su expulsión (Elnacional.cat, mismo enlace). Así, la artista elegida inicialmente para representar a Ucrania en Eurovisión 2022 renunció a participar en el certamen por visitar Crimea en 2015, supuestamente, desde territorio ruso. “Soy una artista, no un político. No tengo un ejército de relaciones públicas, gerentes, abogados para resistir todo el ataque y la presión, el allanamiento de mis redes sociales, amenazas y también las formulaciones absolutamente inaceptables que las personas se permiten, no habiendo comprendido la situación y habiéndose olvidado de la dignidad de cada ciudadano de Ucrania”, se lamentaba Alina. “No quiero esta guerra virtual y el odio. La guerra principal ahora es externa, que llegó a mi país en 2014. No quiero estar más en esta sucia historia. Con gran pesar retiro mi candidatura como representante de Ucrania en el Festival de la Canción de Eurovisión. Desafortunadamente. Lo siento mucho”, añadía. La controversia en Ucrania rodeó la candidatura de Alina desde antes de que defendiera su tema, Shadows of forgotten ancestors, porque nada más conocerse que sería una de las participantes del Vidbir 2022 (el concurso de selección para representar a Ucrania en Eurovisión) comenzó a circular por las redes una fotografía de la artista con una sudadera con los colores de la bandera rusa. El conflicto y el auge del nacionalismo ultraconservador que, como ya sabemos, ha proliferado en los últimos años en el país, ha ido complicando la participación del país en el certamen paulatinamente. En 2019 Ucrania acabó retirándose del certamen europeo después de que su representante, Maruv, fuese vetada porque Kíev consideraba que no era apta para ser «embajadora cultural» del país dada su relación con Rusia y dicha artista explicó que tuvo que aceptar cancelar sus conciertos programados en Rusia, donde era toda una estrella, aunque por no acceder a otras exigencias impuestas por la televisión ucraniana, las cuales no detalló, también tuvo que renunciar. “No estoy lista para dirigirme [a la gente] con lemas, convirtiendo mi participación en el concurso en la promoción de nuestros políticos. Soy músico, no un murciélago en el escenario político”, posteó en Facebook. Tras la polémica, ninguno de los artistas participantes en la preselección aceptó reemplazar a Maruv, por lo que Ucrania se vio obligada a retirarse de Eurovisión 2019 (Elespanol.com, 16/II/2022) (12).

    Como estamos comprobando, a pesar de que hasta ahora siempre se había estipulado que el festival debía mantenerse totalmente ajeno a cualquier elemento relacionado con la política (acabamos de verificar que nada pasó con las acciones genocidas de Israel sobre Palestina pocos años antes), la edición de 2022 constituyó todo un alegato político a favor de Ucrania, la ganadora por haber despertado la solidaridad de la audiencia europea del concurso, en su condición de víctima de la expulsada Rusia. Esta conexión con la política se tradujo al día siguiente en las congratulaciones de la mismísima OTAN, que ha venido cercando militarmente al país euroasiático contra todas las promesas de los altos mandatarios occidentales después del fin de la Guerra Fría. “«Me gustaría felicitar a Ucrania por ganar el festival de Eurovisión y esto es algo que no digo de una manera ligera porque ayer vimos el inmenso apoyo público de toda Europa y Australia por su coraje», declaró a la prensa el vicesecretario general de la OTAN, Mircea Geoana” (Eldiario.es, 15/V/2022) (13).

    Pero ¿hasta qué punto esta prueba de parcialidad por parte de la alianza bélica constituye una anomalía? Si rastreamos un poco la historia, podemos colegir con claridad que, muy al contrario, constituyó un hecho de lo más normal. Lo que la mayoría de la audiencia desconoce es que a principios de 2015 la OTAN desclasificó y subió a internet más de 23.000 documentos en su día secretos; entre ellos, la cuestión del «Festival del Atlántico Norte», una excelente idea propagandística elevada por el Comité de Cultura e Información Pública del organismo militar que, por sorprendente que pueda parecer, fue el origen del Festival de la Canción de Eurovisión. Sí, como lo están leyendo. La Alianza Atlántica mostró un gran interés por organizar este concurso de música que, tras la disposición de la BBC a hacerlo posible, se retransmitió por la red de Eurovision. El 30 de noviembre de 1955 un documento mostraba la urgencia por su creación (14) y el 17 de febrero de 1956 se redactó el que desembocó en su creación ese mismo año (15) (Villarejo, 2016). Así que, una vez más, todo encaja.

    REFERENCIAS

    Notas:

    1. Kalush Orchestra – Stefania – LIVE – Ukraine 🇺🇦 – Grand Final – Eurovision 2022. Minuto 3:06 a 3:17. Pinche AQUÍ para enlace web.
    2. Mismo vídeo. Min. 0:48 al 0:53.
    3. Mismo vídeo. Min. 1:20 a 1:25.
    4. Respecto a estos dos últimos, véase, por ejemplo, el tramo de 1:30 a 1:48. Luego cambia a azul y, después, a amarillo, los de la bandera ucraniana.
    5. Kalush Orchestra from Ukraine wins the Eurovision Song Contest 2022. Min. 00:31. Pinche AQUÍ para enlace web.
    6. Pinche AQUÍ para enlace web.
    7. Los ganadores de Eurovisión publican un polémico video de la canción rodado en zonas afectadas por la guerra. Pinche AQUÍ para enlace web.
    8. La canción ganadora de Eurovisión fue un plagio. Año 2019. Pinche AQUÍ para enlace web.
    9. Bombardeos en Gaza. Pinche AQUÍ para enlace web.
    10. ¿Por qué Rusia no va a Eurovisión? Pinche AQUÍ para enlace web.
    11. Rumanía denuncia que su voto fue reemplazado por los de Ucrania. Pinche AQUÍ para enlace web.
    12. Alina Pash renuncia a representar a Ucrania en Eurovisión tras la polémica por su viaje a Crimea. Pinche AQUÍ para enlace web.
    13. La OTAN felicita a Ucrania por su victoria en Eurovisión. Pinche AQUÍ para enlace web.
    14. Documento del 30 de noviembre de 1955 sobre la creación de Eurovisión. Pinche AQUÍ para enlace web.
    15. Documento del 17 de febrero de 1956 confirmación de la creación del certamen. Pinche AQUÍ para enlace web.

     

    Autor

    + artículos

    Manuel Rodríguez Illana (1975, Sevilla, Andalucía), es doctor en Periodismo, licenciado en esa especialidad y en Psicología y profesor de Lengua Castellana y Literatura en la enseñanza secundaria. Como analista mediático es autor de El españolismo sonriente (2017), Por lo mal que habláis (2019) y Andalucía, basurero del Estado español (2021) en Editorial Hojas Monfíes, así como El esclavo feliz (2022) en Secretolivo Ediciones. Es miembro del Laboratorio de Estudios en Comunicación (Ladecom) de la Universidad de Sevilla y del Grupo de Análisis de Noticias sobre Divulgación Lingüística, las Lenguas de España y sus Variedades (Lengua y Prensa) de la Universidad de Málaga.