El 24 de abril de 1916 es una fecha trascendental para el pueblo irlandés. Tal día, aproximadamente unos 1600 militantes republicanistas, de trasfondo ideológico de lo más variopinto, unieron sus fuerzas por una causa mayor: arrancar, por fin, a la verde Irlanda de las garras del despotismo imperial británico.

Poblacht na h Éireann, el gobierno provisional que firmó la Proclamación de Independencia de Irlanda en 1916
El levantamiento, bien es cierto, fracasó en lo coyuntural. El apoyo popular era escaso y la superioridad numérica del Ejército Imperial, abrumadora. Al final de aquella semana de lucha, los rebeldes irlandeses tenían que hacer frente a unos 16.000 soldados británicos. Y esto solo en Dublín, principal escenario de los acontecimientos.
La falta de apoyo popular no era tanto una cuestión de genuina antipatía hacia los rebeldes, como de simple alienación, fruto de muchos años de explotación, sometimiento, esclavismo al servicio de los terratenientes, desprecio de la lengua y la cultura gaélicas. Sin olvidar que fue en el siglo anterior al levantamiento, el XIX, cuando tuvo lugar la terrible gran hambruna irlandesa, que causó la muerte de un millón de irlandeses, y el éxodo de aproximadamente otro millón, bajo la tutela de Victoria, por aquel entonces Reina del llamado Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda.
Sin embargo, el goteo y abuso constante de sucesivos sátrapas reales británicos, ejerciendo su protectorado sobre la tierra de los más hermosos acantilados del mundo, no fue suficiente para que los héroes de aquel lunes de Pascua contasen con mayor complicidad entre las masas irlandesas. Esto cambiaría, no obstante, tras darse por finalizado el levantamiento, el 29 de abril. De ahí, especialmente, la importancia de este acontecimiento que, por decirlo de alguna manera, suponía el principio del fin del dominio imperial británico sobre la nación celta.

Óglaigh na hÉireann, Irish National Volunteers —Irish Volunteers— , marchando por las calles de Dublín antes de la rebelión
El 5 de septiembre de 1914, el Consejo Supremo de la IRB —siglas en inglés para Hermandad Republicana Irlandesa— se reunía para, aprovechando la recién declarada Primera Guerra Mundial, planificar el levantamiento. Al frente de la planificación, los militantes Tom Clarke y Seán MacDermontt. Por su parte, el grupo conocido como Irish Volunteers —Voluntarios Irlandeses— nombró director de la organización militar al poeta, escritor y activista político nacionalista Patrick Pearse. A ellos se añadían, en el Comité Militar de la IRB, Joseph Plunkett e Éamonn Ceannt.
El primer escollo que se encontró la organización del levantamiento fue la oposición de Eoin MacNeill, miembro del Comité Ejecutivo de los Voluntarios, que a priori apostaba por la vía pacífica-parlamentaria de finales del siglo XIX, con el Irish Parliamentary Party, y únicamente apoyaba la lucha armada si ésta contaba con el suficiente respaldo popular.
Más tarde aparece, sin duda, el personaje de más interés para quienes nos consideramos comunistas o marxistas-leninistas. Llamado James Connolly, quería sumarse al alzamiento al mando de su Ejército Ciudadano Irlandés —ICA, por sus siglas en inglés—. Desconfiado, consciente de ser la excepción debido a su militancia marxista, advertía con iniciar la rebelión por su cuenta si los demás partidos o grupos no actuaban. Finalmente fue persuadido de unir fuerzas, y nombrado como sexto miembro del Comité Militar.

Arm Cathartha na hÉireann, el Irish Citizen Army (ICA), en Croydon Park
Así las cosas, el 24 de abril de 1916, coincidiendo con el lunes de Pascua, los rebeldes irlandeses entraban en Dublín, tomando varios puntos estratégicos, y estableciendo su Cuartel General en la Oficina Central de Correos. En el alzamiento tomaron parte varias organizaciones, que más adelante se constituirían como el legendario Ejército Republicano Irlandés — IRA, por sus siglas en inglés.
Allí, en la Oficina Central de Correos, en la misma mañana del lunes 24 de abril, voluntarios rebeldes alzaban la bandera republicana, mientras Patrick Pearse leía una proclamación de independencia que terminaba así:
Nosotros ponemos la causa de la República de Irlanda bajo la protección del más alto Dios. A los elegidos les invocamos bajo nuestras armas y rezamos para que nadie sirva a esta causa con deshonor, con cobardía, con inhumanidad o rapiña. En esta suprema hora la nación irlandesa debe, por su valor y disciplina y por la buena voluntad de sus hijos e hijas, sacrificarse por el bien común, demostrándose a ellos mismos como merecedores del destino augusto para el que han sido llamados.

Patrick Pearse, poeta, escritor y activista nacionalista que comandaba a los Irish Volunteers
Decía antes que la falta de apoyo popular al alzamiento no se debía a una antipatía consciente hacia los rebeldes, sino más bien a una alienación trabajada a lo largo de los años, a las condiciones miserables de un pueblo, el irlandés, sometido a una brutal enajenación política, cultural y económica. Pero además estaba el factor sorpresa: verdaderamente, nadie entre las masas irlandesas se esperaba el levantamiento. Los civiles no estaban ni a favor ni en contra; simplemente, estaban confusos y desorientados; no sabían qué hacer, ni qué decir, ni qué pensar.
En fin. Tras seis días de intensa lucha y resistencia, con un bagaje de unas seis decenas de muertos en el bando rebelde, y con el Cuartel General de la Oficina de Correos totalmente tomado por las fuerzas británicas, Patrick Pearse enviaba, junto a la enfermera Elizabeth O’Farrell, dio la orden de rendición a todos los bandos rebeldes. Era el domingo, 29 de abril. Todos los firmantes de la proclamación de independencia —y no solo ellos— fueron ejecutados entre los días 3 y 12 de mayo.

La secuencia muestra la fotografía (izquierda) del momento en que Padraig Pearse se rinde al General Lowe. Detrás de Pearse —oscurecidos los pies y borrados el torso y la cabeza— se encuentra la enfermera O’Farrel. En la segunda fotografía las expresiones de las caras de los soldados británicos fueron cambiadas — y en la tercera fotografía, la enfermera O’Farrell fue eliminada de la escena, y es la que apareció en la prensa británica de la época. Imagen cortesía del Museo Nacional de Irlanda. Historia y Artes / Kilmainham Gaol
Pero el fracaso del levantamiento, como decía antes, fue “coyuntural”. Las circunstancias posteriores a la rendición de los rebeldes causaron una gran conmoción en el pueblo irlandés, y por fin, una gran empatía hacia los héroes independentistas, que daría lugar a años de lucha que culminarían cuando, en 1949, el llamado Estado Libre Irlandés se convertía oficialmente en la República de Irlanda. En el corazón de los irlandeses, ya para siempre, latía —y late—con fuerza el recuerdo de la miserable ejecución de James Connolly.
En la Prisión de Kilmainham, sin poder aguantarse de pie, le fusilaron atado a una camilla, con el tobillo gangrenado por las heridas. Para terminar, me gustaría hacer una mención especial a las compañeras, imprescindibles, pero eternamente olvidadas y borradas de la Historia. Me refiero, en este caso, a la organización de nombre en gaélico Cumann na mBan —Liga de Mujeres—, que acudieron en masa a la reunión en la que se constituyó la organización de los Voluntarios Irlandeses, listas y deseosas de participar en la lucha independentista.
Aunque oficialmente no se consideraban como una fuerza armada, sus estatutos incluían referencias explícitas a la lucha armada contra la opresión de la Corona británica. Gracias a sus actividades de agitación y propaganda miles de mujeres irlandesas fueron atraídas a la causa de la libertad de Irlanda.
Varias voces dentro de la organización criticaban la subordinación a la directiva de los Irish Volunteers. Por el contrario, era el Ejército Ciudadano Irlandes, de Connolly, el que ofrecía completa igualdad a sus miembros femeninos.

La enfermera O’Farrell
La militancia en la Liga de Mujeres no dejó de crecer en los años siguientes al alzamiento, llegando a tener unas 800 sucursales en el año 1921. Hasta 40 voluntarias participaron directamente del levantamiento armado, en la calle O´Connell. Durante mucho tiempo constituyeron la sección femenina del IRA. Vaya desde aquí nuestro homenaje a las camaradas, por entregar su corazón, su valor y su coraje a la causa de la libertad de Irlanda.

Cumann na mBan, la Liga de Mujeres, que posteriormente sería el ala femenina del IRA
Con todo el alma deseamos que, algún día, Irlanda pueda ser la verdaderamente libre y socialista que soñó el camarada James Connolly. Me despido con este fragmento de la canción “Foggy dew”, homenaje a la Pascua de 1916, que originalmente se atribuye a Canon Charles O’Neill, y versioneada varias veces por artistas de la talla de los Chieftains o Sinnead O’Connor:
“cayó el más valiente, y la campana tocó réquiem lúgubre y claro
por los que murieron en la Pascua de esta primavera
Y el mundo miró, profundamente sorprendido, a esos hombres audaces,
aunque pocos,
que engendraron la lucha para que la luz de la libertad pudiera brillar
a través del rocío brumoso”.
¡Viva Irlanda libre y socialista!
Tiocfaidh ár lá!
Un artículo de Roi García Camino para Revista La Comuna
Autor
Responsable de edición y redacción y del Área de Cultura, Memoria y Efemérides.
Galicia.
Editor y miembro del Equipo coordinador de Revista La Comuna
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