El 19 de Febrero de 1942, en plena guerra mundial, el presidente de los EEUU aprueba la creación de campos de concentración para japoneses étnicos. Se estima que 112.500 personas pasaron por ellos.

Tras el ataque de Pearl Harbor, el gobierno de EEUU, había declarado la guerra al imperio nipón. La “represalia” contra Japón terminaría con el lanzamiento de dos bombas atómicas contra las ciudades de Hiroshima y Nagasaki el 6 y el 9 de Agosto de 1945; sin embargo la consideración de “enemigo” fue llevada más allá por el gobierno de Roosevelt que el 19 de febrero de 1942 aprobaría la orden ejecutiva 9066 por la que todo japonés étnico que viviese en EEUU debía vender sus propiedades en menos de una semana y ser internado en un campo de concentración.

Japoneses

Campo de concentración de japoneses en EEUU.

EEUU a su vez exigió la colaboración de otros países americanos (subyugados al imperialismo estadounidense); Argentina, Paraguay y Chile rechazaron el mandato de EEUU. Sin embargo si se mostraron colaborativos Bolivia, Colombia, Costa Rica, la República Dominicana, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, México, Puerto Rico, Nicaragua, Panamá y Venezuela. Caso destacable es Perú donde el mandato estadounidense afectó a 2264 personas (el 10% de la población japonesa étnica del país). Algunas de estas personas solo eran descendientes de japoneses y jamás habían estado en Japón. Trasladados inicialmente a campos de concentración en EE.UU. y Panamá, salvo 860 que fueron enviados como parte de un intercambio de guerra a Japón. Al finalizar la guerra, otras 900 personas fueron deportadas a Japón, 360 fueron objeto de órdenes condicionales de deportación, 300 permanecieron en los Estados Unidos y 200 regresaron a países de América Latina. Solo unas 79 personas de origen japonés recibieron autorización para regresar al Perú.

Cientos de miles de japoneses étnicos (la mayoría de la zona de la costa oeste) fueron obligados a vender sus viviendas y negocios en ocho días, aunque en algunas partes este tiempo se rebajó a cuatro días o se elevó a dos semanas. Esta medida alentó a especuladores que se aprovecharon para comprar las posesiones japonesas a precios muy bajos.  Algunos guardaron sus posesiones en almacenes, esperando a que la situación mejorase cuando acabase la guerra; sin embargo, esas posesiones fueron robadas y saqueadas. Los que decidieron alquilar sus viviendas encontraron que los inquilinos se negaban a pagar el arrendamiento.  Los que no vendieron sus propiedades tras la guerra descubrieron que sus casas habían sido invadidas o que el Estado las había embargado por no pagar impuestos.

Cabe destacar que aunque también se usaron estos campos contra alemanes e italianos, el número de detenidos fue menor; en el caso de los italianos además se libraban de ser detenidos los descendientes de italianos nacidos en EEUU (no hay que olvidar que la comunidad de origen italiano es una comunidad muy importante dentro de EEUU).

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Campos de concentración de japoneses en EEUU. Fuente: WRA Relocation Centers1​.

Los campos fueron cerrados en 1948. Hasta 1991 no se les compensaría económicamente; en sentido ético aún queda mucho por hacer para devolver la dignidad al pueblo nipon-estadounidense; Para empezar debemos conocer y recordar su historia.

Carmen Parejo.

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Directora Revista La Comuna

Estudió Filología Hispánica en la Universidad de Sevilla. Gestora cultural, escritora, poeta y analista internacional en distintos medios escritos o audiovisuales. Autora de la compilación poética “La Generación de la Sangre I” para Editorial Ultramarina Cartonera, a través de la Plataforma de Artistas Chilango-andaluza.

“Arquitecturas y Mantras” de la Editorial Bucéfalo fue su primer libro de poesía en solitario. A su vez, actualmente colabora en Hispan TV y otros medios internacionales en habla hispana analizando la actualidad política. Miembro de la Asociación Cultural Volver a Marx. Milita en Trabajadoras Andaluzas.