
Detenciones. Asturias, 1934.
La Revolución de Octubre en Asturias supuso un hito en la historia del movimiento obrero español, llegando a la unidad en la lucha entre comunistas, anarquistas y socialistas.
En octubre de 1934 por toda España sonó el grito de la Huelga General Revolucionaria frente al retroceso en las reformas emprendidas con el advenimiento de la República, por el triunfo de las derechas en 1933 y por la entrada de tres fascistas en el gobierno. Ante la amenaza que esto suponía para la república y para la clase obrera, el pueblo decidió luchar, aunque fue Asturias el centro de la insurrección popular, quedando sola en mitad de la tierra.

Cartel Revolución de Asturias.
Contexto de la Huelga General Revolucionaria. En las elecciones celebradas en noviembre-diciembre de 1933 saldría vencedora la Unión de Derechas con la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) en la cabeza, dirigida por Gil Robles, y sin haber reconocido a la República. Su campaña fue millonaria y empleó todos los medios, desde la radio hasta el lanzamiento de al menos 10 millones de folletos desde avionetas. No dudó en proclamar su objetivo en un mitin tras el regreso del Congreso Hitleriano de Núremberg: “la conquista de un Estado Nuevo, rectificar la república”. La formación del gobierno fue encargada a Alejandro Lerroux del Partido Republicano Radical, segundo partido más votado, y acérrimo enemigo del anarcosindicalismo y el catalanismo, y cómplice, al menos de silencio, del Golpe de Estado de Sanjurjo del 10 de agosto de 1932.Con esta alianza los cedistas esperaban obtener la liquidación de toda o gran parte de la legislación reformadora del bienio anterior. Se permitió el retorno de frailes y monjas al ejercicio de la enseñanza, se archivó el proyecto de ley de intervención de los sindicatos en la industria lo que hizo que la Unión Económica apoyase en cierta medida a este gobierno, aunque no vería satisfecha todas sus demandas. No eliminó la Reforma Militar, pero favoreció el ascenso de altos cargos de derechas y contrarios a la República y promulgaron una Ley de Amnistía para los participantes en el intento golpista de Sanjurjo y para los acusados de evasión de capitales tras la llegada de la República, además dejó sin efecto la confiscación de tierras a los “Grandes de España” que habían apoyado dicha intentona. Frente a la reducción de salarios y a estos hechos el pueblo trabajador no tardó en responder.
En el campo la situación era insostenible, los salarios se habían reducido a una tercera parte, las jornadas eran de sol a sol y el desempleo llegó a 703814 parados. Los terratenientes lo celebraron al grito de “¡comed República!”. Así, la federación de campesinos de la UGT llamó a la huelga en junio, tras haber presentado una plataforma reivindicativa al Gobierno y tras la declaración de la recolección de la cosecha como servicio de carácter nacional, por lo que la convocatoria quedaría ilegalizada. Los campesinos de 704 municipios detuvieron sus manos desde el 5 al 17 de junio. La represión fue terrible. 13 muertos, 200 heridos, 7000 detenidos, clausuradas las Casas del Pueblo, el periódico El Obrero de la Tierra cerrado, 249 Ayuntamientos socialistas sustituidos por gestoras afines al gobierno. Tras semejante situación, cuando en octubre llegó el momento de la insurrección en el campo hubo, mayoritariamente, un silencio expectante, las heridas de la represión estaban demasiado abiertas para volver a la lucha. Aunque en algunos pueblos se declaró la huelga, en otros se tomó el control durante varios días y en otros hubo enfrentamientos de algunas horas. Los más destacables fueron Tarazona de la Mancha, Villarrobledo, Teba, Medina de Rioseco y principalmente, la comarca de las Cinco Villas donde la épica insurrección se mantuvo durante cuatro días.
El 1 de octubre Gil Robles (CEDA) provocó una crisis de gobierno que le permitió introducir tres ministros en el gobierno constituido el 4 de dicho mes. Aizpún, Anguera de Sojo y Giménez Fernández, ministros de Justicia, Trabajo y Agricultura, respectivamente. Esta sería la señal esperada para convertir en hecho el eco de la Huelga General Revolucionaria en la madrugada del 5 de octubre.
La Huelga General Revolucionaria en el Estado Español.
En Valencia la huelga solo fue apoyada por los obreros portuarios, hubo enfrentamientos con las fuerzas gubernamentales en Elda, Elche, Novelda y Villena y Alcoy. En las Islas Baleares solo dos localidades la secundaron, Lluch Mayor y Manacor. En el País Vasco, Guipúzcoa y Vizcaya donde la UGT estaba fuertemente implantada fueron a la huelga. Mondragón proclamó en el Ayuntamiento la República Socialista y Eibar, primera localidad donde se proclamó la República, acudió a su defensa frente a las fuerzas reaccionarias que la estaban usurpando. En total, la represión en el País Vasco se saldaría con 1200 detenidos. En Cataluña, Lluis Companys, proclamó el Estado Catalán dentro de una República Federal Española. Habría 4000 detenidos, la mayoría rabasaires, funcionarios y empleados de la Generalitat y municipales, además se procedería al cierre de periódicos y desahucios de rabassaires. En Madrid la huelga se prolongó durante 8 días con una alta participación, aunque no fue apoyada por la CNT y no se logró asaltar las instituciones del poder burgués.
La revolución de Asturias.
Asturias marcó la diferencia en 1934, pues fue el lugar donde socialistas, comunistas y anarquistas lucharon unidos. Una unión que se vino fraguando con el tiempo y llevó a cierto enfrentamiento con el Comité Nacional Revolucionario presidido por Largo Caballero.
La unión entre UGT y CNT en Asturias se había fraguado a través de huelgas conjuntas, como las de 1901 y la de 1917. Al mismo tiempo comunistas y anarquistas mantenían fuertes relaciones a través del Sindicato Único Minero (SUM) adscrito a la CNT y dirigido por comunistas y que se había enfrentado al Sindicato de los Obreros Mineros de Asturias (SOMA). En enero de 1934 comunistas, anarquistas y socialistas constituyeron un comité de enlace cuando la huelga de la construcción de Gijón iba por su cuarto mes. Con motivo de la represión de Dollfuss en febrero de 1934 los comunistas convocaron una huelga a la que se sumarían los socialistas, siendo la primera jornada antifascista. Las direcciones nacionales del PSOE y la UGT eran contrarias a la unión con los comunistas, pero no el líder regional Graciano Antuña. Justo después la CNT, que no había participado en esta convocatoria, presentó su propuesta para la Alianza Obrera, redactada por el dirigente ácrata Avelino G. Entrialgo, oponiéndose así a la decisión tomada en el ámbito nacional en el que decidieron ser contrarios a esta alianza. El primer punto de este pacto obrero rezaba así:
“Las organizaciones firmantes de este Pacto trabajarán de común acuerdo hasta conseguir el triunfo de la revolución social en España y llegar a la conquista del poder político y económico para la clase trabajadora, cuya concreción inmediata será la República Socialista Federal.”
A esta se sumaron la Federación Socialista Asturiana (FSA), el BOC y la Izquierda Comunista de España (ICE). El PCE se uniría el 12 de septiembre de 1934, cuatro días después del descubrimiento del alijo de armamento del Turquesa y dos días después de la victoriosa huelga convocada por la Alianza como respuesta a un acto organizado por la CEDA en Covadonga, dispuesta a “reconquistar” España.
La Alianza Obrera celebraría el 1 de mayo bajo el lema: “Contra las guerras coloniales y el fascismo”. Así, el pueblo asturiano se dispuso hacer lo contrario a lo pronunciado por el obispo de Oviedo Montagut en 1866: “no afanarse en buscar suerte feliz en la tierra, empeño que sólo con la fe encontraréis en el cielo”, e intentaron levantar un mundo totalmente nuevo al precio de su vida, con la fuerza de sus manos y con la fe de una victoria posible.
De este modo, en la madrugada del día 5 de octubre de 1934, comunistas, anarquistas y socialistas iniciarían con fuerza y con esperanza desbordante el camino hacia el futuro, dispuestos a teñir el negro carbón con el rojo heroico de su sangre. 60000 trabajadores fueron convocados (36000 de UGT, 20000 de CNT y 5000 de SUM). Estos tendrían que enfrentarse a guarniciones militares, guardias civiles y de asalto. Con las armas de 14 depósitos se emprendería la marcha a la Revolución Social. Veintitrés cuarteles de la Guardia Civil de las Cuencas Mineras fueron tomados de forma casi simultánea.
Sama de Langreo y, sobre todo, Mieres, fueron las capitales desde donde se organizarían y dirigirían las columnas del “Ejército Rojo” y desde allí, partirían hacia Oviedo. Las fábricas de armas de Mieres, La Felguera y Trubia trabajaron día y noche para suministrar bombas, proyectiles y blindajes a la revolución social, aunque no era suficientes. Se convocó el Estado de Guerra creándose la Guardia Roja para velar por la corrección de la revolución, controlando los comercios, evitando la apertura de nuevos prostíbulos y tranquilizando a los residentes de, al menos, tres conventos y un colegio.
La columna minera de Mieres entabló el primer combate en el Alto de la Manzaneda, saliendo victoriosa y llegado a Oviedo al día siguiente. Sin embargo, las condiciones en la capital serían más adversas. Tras cuatro días de combates se logró tomar la fábrica de armas, objetivo principal. Las mujeres del barrio tuvieron un papel fundamental, pues intervinieron en la construcción de barricadas.
El 7 de octubre se produciría el primer bombardeo en el barrio La Argañosa. Ese mismo día, el grupo de milicianos dirigidos por Juanito Ambou consiguió hacerse con el control del transporte ferroviario entre la capital y el centro de Asturias, y de la fábrica de armas La Manjoya. El coronel Navarro transformó la torre de la catedral en atalaya de la que disparar a los mineros y el comandante Alonso Vega ordenó el incendio del Teatro Campoamor, que era una posición estratégica para los milicianos. Estos y otros destrozos serían atribuidos a los revolucionarios una vez detenida la insurrección.
El día 8 desembarcaron fuerzas al mando del teniente coronel López Bravo, quién sería destituido por Hidalgo de Cisnero (ministro de la Guerra), aconsejado por Francisco Franco y después de que Calvo Sotelo le acusase de haber ordenado a los soldados “no disparar contra sus hermanos”, con lo que finalmente, sería sustituido por el teniente coronel Yagüe. El día 9 de octubre los aviones lanzaron octavillas advirtiendo de que Asturias estaba sola y que se mandarían potentes columnas de España y África para detener la revolución. Sin embargo, el pueblo asturiano no se amedrentó y prosiguió con la lucha.

Octavilla lanzada sobre Oviedo para detener la insurreción.
El día 11 de octubre se produjo la primera crisis del Comité Revolucionario Regional debido a la llegada de refuerzos por el norte de la ciudad, al afianzamiento del frente sur debido a los refuerzos procedentes de León y al envío, desde allí, de 18 aviones de reconocimiento y 12 de bombardeo. Los mineros y obreros conseguirían resistir heroicamente durante una semana más. La decisión tomada por el Comité provocó un fuerte rechazo en las milicias, cuyos jefes reunidos en Oviedo terminarían constituyendo un nuevo Comité, que optaría por continuar hasta la última bala, hasta el último cartucho.
Nada sencillo sería el avance de la columna de López Ochoa desde Lugo y el de las tropas africanas de Gijón al mando de Yagüe, viéndose obligados a aumentar el terror aéreo al no poder detener la heroicidad del pueblo asturiano. Llegando a la cifra de 37 bombarderos y 3 aviones de reconocimiento. Además, emplearon las tácticas del terror para que el miedo detuviese al pueblo en armas. Fusilaron a 19 milicianos en la explanada del cuartel Pelayo, a 9 vecinos del barrio obrero de La Tenderina, a 19 en Villafría, a 5 en la “Fuente del Caño”, a 14 en las casas donde se habían escondido, a 10 en San Esteban de las Cruces, entre ellas dos niños… La antesala de lo que estaba por venir. El grito de ¡vienen los moros! se convirtió en la voz de alarma de una pesadilla que avanzaba con dedos de guadaña y corazón de yugo y flechas, una voz que volvería a resonar apenas dos años más tarde, pero esa vez lo haría por toda España.
Pero los heroicos mineros de Asturias resistirían hasta el final, hasta la tarde del 16 de octubre de 1934 cuando Yagüe al mando de dos banderas de la legión, el tabor de Regulares, un batallón de Infantería y una batería de artillería consiguió doblegar la resistencia de Oviedo. El diario ABC informaría “los legionarios han hecho una verdadera limpia de enemigos en la ciudad con procedimientos expeditivos y eficaces”. Hechos que serían celebrados por los tres ministros de la CEDA, cortejo al que se sumó Francisco Franco, quién ya conocía la valentía minera pues participó en la represión de la huelga de 1917, y fue promotor del envío de los africanistas a Asturias.
En Campomanes seguiría la batalla, solo cuando a los últimos 400 milicianos se les agotó la munición decidieron retirarse. Con barbas y aspecto demacrado por 10 días de combate, pero conservando aún en sus pechos la lumbre que incendió Asturias, cantaron La Internacional en su desfile por las calles de Mieres, mientras que las gentes salían a recibirlos con orgullo. Los restos del Ejército Rojo se concentraron en Sama de Langreo el 18 de octubre, el tercer comité formado días antes negoció la rendición. Torrens Llompart, teniente de la Guardia Civil, prisionero y colaborador, sería el encargado de conducir las negociaciones con el general López Ochoa. Ante las condiciones inaceptables, el mismo presidente del comité, Belarmino Tomás, fue a entrevistarse con Ochoa. Fue despedido en Sama con el mensaje “si no vuelves antes de dos horas, vamos a buscarte con toda la dinamita que hay en la Cuenca”. Y la dinamita fue la forma de presionar para llegar a un “acuerdo de paz”. La entrega de prisioneros y de las armas, a cambio de volver a los puestos de trabajo con normalidad, sin más represalias que las de los tribunales de Justicia y que, ni el Tercio ni los Regulares fueran en la cabeza de las fuerzas que entrasen en las cuencas.
16450 soldados fueron necesarios para derrotar la insurrección, estando ya las cárceles repletas, los días 5, 6 y 7 de noviembre, el gobierno iniciaría el castigo ejemplar “para evitar una repetición de hechos semejantes” diría Gil Robles. O no quedándose atrás el monárquico José Calvo Sotelo diciendo: “en España se acaba de registrar uno de los crímenes más villanos que registra la historia de todos los países” o F. Cambó, pidiendo la pena de muerte pues está era la única condena ejemplarizante.
El 3 de diciembre se aprueba el Decreto de Rescisión de Contratos Individuales aplicado a la huelga de octubre por “abusiva”. Los empresarios lo aprovecharon para realizar sus soñados despidos masivos, teniendo que recordar el propio gobierno el 31 de agosto de 1935 que los nuevos contratos del personal seleccionado respetasen las condiciones de trabajo anteriores. Además, exigieron la disolución de los sindicatos y de los partidos políticos que participaron en la revolución de octubre. Se les prohibió el desarrollo de cualquier actividad hasta abril de 1935 cuando el “estado de guerra” fue sustituido por el “estado de alarma.” Pero sus periódicos permanecieron cerrados hasta, al menos, diciembre de 1935, en el caso de El Socialista, y las Casas del Pueblo no volvieron a abrir sus puertas hasta febrero del año siguiente.
Los 3 meses siguientes continuaron las detenciones, al menos 25000. Las dependencias municipales, sindicales y religiosas se convirtieron en prisiones provisionales. Algo de lo que mostraría orgullo el canónigo Arboleya que dijo que era “una contribución de la Iglesia a nuestras tremendas responsabilidades, como católicos, de que la ira de Dios, causada por la malsana propaganda socialista, pasara por Asturias.” Los centros obreros y los domicilios de los insurrectos fueron asaltados. Los presos torturados y silenciados por la única prensa que era publicada, quién extendió sus mentiras sobre el terrible “terror rojo” desatado en Asturias. Mintieron sobre “la masacre de Carbayín” localidad en la que fusilaron a 24 detenidos en Sama y de los que dirían que eran insurrectos que habían vuelto a establecer una guerrilla.

Aída Lafuente, mártir revolucionaria conocida como “la Rosa Roja de Asturias”
Dimitri Ivanov, oficial de la legión, el mismo que pudo haber asesinado a Aída de la Fuente, asesinó a un periodista republicano, Luis Sirval, que trataba de escribir sobre los hechos ocurridos en Asturias, sólo fue condenado a 6 meses y 1 día. También de renombre fue Lisardo Doval, comandante de la Guardia Civil, “discípulo” de Francisco Franco, encargado de la pacificación de Asturias. Su historial: servir en las colonias africanas, persecución de anarquistas durante la dictadura de Primo de Rivera, participación en la Sanjurjada y ahora, la persecución, detención y tortura, desde la paliza al retorcimiento de testículos, de los insurrectos de Asturias. Tal fue su fama, que intervendría el Partido Laboralista británico y un abogado francés, provocando su cese. Pero Nilo Tello, capitán de la Guardia Civil, continuaría la misión de Doval, bajo un equipo más reducido, para mantener el secreto.
7000 asturianos serían condenados a penas de prisión de más de un año. De vital importancia fueron el Comité Pro Presos de Octubre del PCE ya que fue la organización que mayor ayuda económica prestó para la defensa de los presos y el Comité Pro Infancia dirigido por Dolores Ibárruri para atender a los huérfanos de la revolución y que consiguió que más de un centenar de familias de Madrid acogieran a los niños de Asturias.
Asturias sola en mitad de la tierra. Asturias, la resistente, desolada. Asturias, la lumbre, apagada. Asturias que consiguió, a base de unir cientos de lumbres, convertirse en la inmensa luz de un faro que iluminó al proletariado español e internacional. Asturias, que, con su ejemplo de unidad obrera, sembraría la semilla para la unidad del pueblo español bajo el nombre del Frente Popular. Asturias derrotada, no fue vencida, porque dos años más tarde volvería a levantar su furia y su vida contra el fascismo. Asturias caída, no fue muerta, porque roja es su sangre y negra su tierra, y en la memoria de todos los pueblos del mundo resuena su viejo grito, de saludo, de despedida y de futuro: ¡Uníos Hermanos Proletarios! UHP, gravado por siempre en cada estrella y en cada recuerdo de la lucha de los oprimidos.
Jesús Pérez López.
Para más información:
David Ruiz (2008). “Octubre de 1934. Revolución en la República española”, Madrid, España: Editorial Síntesis S.A.
María Antonia Mateos (2007). “¡Salud, compañeras! Mujeres socialistas en Asturias (1900-1937)”, Oviedo, España: Editorial Trabe S.L.
Ceferino Álvarez (2002). “El Sindicato Único de Mineros de Asturias (SUM) 1922-1935”. Espacio, Tiempo y Forma, Serie V, H.ª Contemporánea, t. 15, 2002, págs. 279-315.
Autor
Graduado en biotecnología por la Universidad Pablo de Olavide.
Máster en biología avanzada: investigación y aplicación en la línea de biología aplicada e industrial por la Universidad de Sevilla.
Doctorando en fisiología vegetal en la facultad de biología de la Universidad de Sevilla.
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