“Es fácil ser de Pekin, de Nueva York o de Madrid, pero ser de Teruel no es cualquiera”
Nos ha dejado, tras dos meses luchando contra el COVID 19, un símbolo de Aragón y de la canción popular española. Nació el año 1947 en un pequeño pueblo de Aragón, Teruel también existe sería lo primero que pensaría.
Después de trabajar en sus años mozos como camarero y en el molino de aceite de su padre, con diecinueve años (corría el mágico año 1966) se inscribió en el Festival de la Canción del Colegio Mayor de Teruel donde había reiniciado sus estudios. Y, sin saber tocar la guitarra, y en una semana, aprendió los acordes de ‘Crying in the chapel’, de Elvis Presley, en versión española, con la que consiguió el primer premio. A la sombra de su maestro Jose Antonio Labordeta editó el periódico Lucha y hizo sus pinitos en el grupo de teatro Balumba con obras de García Lorca.
Fue, junto al citado Labordeta y el grupo La Bullonera, uno de los impulsores de la “nueva canción aragonesa” a finales de los sesenta, cuyos líderes espirituales eran el americano Bob Dylan y el francés George Brassens. Y como ambos, eligió el estilo folk, actuando entonces como telonero de los grandes del momento (Patxi Andion, Joaquín Díaz o Nuestro Pequeño Mundo).
En el año 1973, Joaquín Carbonell fue uno de los participantes en eI I Encuentro de la Canción Popular celebrado en el Teatro Principal de Zaragoza. Organizado por la Asociación Cultural El Cachirulo, en un ambiente de máxima expectación y bajo la estrecha mirada gubernativa. Este encuentro supuso el espaldarazo definitivo para un tipo de canción que aunaba la música y la cultura con las reivindicaciones sociales y políticas, dando origen a un nuevo aragonesismo caminando en paralelo con el movimiento de los cantautores que había surgido en toda España. Era una generación de jóvenes absolutamente harta de franquismo, caciques, desigualdad y censura.
En 1976 (con 29 años) publica su primer disco, que contenía algunas de sus canciones más emblemáticas que le acompañaron ya en toda su trayectoria, como: Doña Peseta, La Paca del Cañizar, Me gustaría darte el mar, La beata…Recordemos la letra de ésta última, en plena transición democrática: “La beata del pueblo de Barlopinto/ está que no le llega la saya al cinto/y todas las mañana sin distinción/escucha al cura en misa y oye el sermón. Al pasar la bandeja Mosen Senante/siempre se las arregla pa’estar delante/y tira cuatro perras desde el sillón/que suenan en el plato como un montón. Que santa es Doña Antonia/que da todos los días la limosna…Ya lo dijo Jesús: “Si ayudas a la Iglesia te ayudas tú” Y un día llego al pueblo sin vestimento/un pobre que pedía para el sustento/y a Doña Antonia pide por caridad/una camisa rota y un trozo pan. La beata responde con gran enojo: “¡Aparta condenado, maldito cojo! que aunque seas ciego, tus desnudeces están estropeando todas mis preces.” Para librar al mundo de la inmoralidad del vagabundo lo mata con ternura, porque también de Dios es criatura. Ya lo dijo Jesús: “Si ayudas a la Iglesia te ayudas tú”
Después vendrían el single Romance de Chalamera (1976) y los álbumes Dejen pasar (1977), Semillas (1978), todo un canto al mundo rural, y Sin ir más lejos (1979), en el que se rodea de un magnífico quinteto de jazz entre los que estaban Santi Arisa a la batería y Carles Benavent, al bajo.
Llega el año 1982, triunfan los socialistas y en las listas de ventas se colocan como números UNO nuevos grupos pop como Mecano o Alaska y los Pegamoides. Joaquín deja de ser músico por diferir tanto su estilo folk de estas nuevas modas. Se dedica al periodismo y a productor musical. De su empeño surge un grupo emblemático y tan poco banal en el panorama del rock hispano “Los Héroes del Silencio”. También se dedica a escribir poesías y novelas. Así pasa sus trece siguientes años.
Corría el año 1995 cuando siente el gusanillo del cantautor y recomienza a cantar versiones en castellano de su idolatrado George Brassens, así como nuevos temas propios. En 2007 hace una gira por los pueblos de su tierra con Jose Antonio Labordeta y La Bullonera, haciendo resurgir de sus cenizas la “nueva canción aragonesa”.
En tiempos de plena democracia y ya sesentón, gustaba de meterse en todos los líos, acompañando la marcha de los mineros del carbón a Madrid, la protesta por la “España vaciada” o apoyando al movimiento “Teruel existe”,…
Incluso, doce años más tarde (año 2019) es capaz de abarrotar el Teatro Principal de Zaragoza y llena la Plaza del Pilar en cuatro conciertos a los que asistieron doscientas mil personas. Se cumplían cincuenta años de su carrera de cantautor. De ella, una de sus satisfacciones era haber actuado en todos y cada uno de los pueblos de su comunidad aragonesa. Otra era haber actuado en multitud de festivales con otros cantantes de folk de toda Europa y Sudamérica. También se sentiría orgulloso de que los vecinos de su pueblo natal, Alloza, toquen las campanas de difuntos en su honor el día 14 de septiembre, el de su Patrón.
Y en sus conciertos no podía dejar de presentarse socarronamente diciendo que era hijo de un profesor republicano de Teruel, represaliado en la postguerra civil, y que provenía de una “tierra con poca luz y mucha nieve y sol, mitad desierto mitad mudéjar”, una tierra llena de gente rara como Buñuel,… porque es fácil ser de Pekin, de Nueva York o de Madrid, pero ser de Teruel no es cualquiera”.
Autor
Carlos Parejo Delgado (año 1958) es Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Sevilla. Sección de Geografía. Año 1979.
Desde el año 1980 ha desarrollado su labor profesional como consultor en temas de urbanismo, ordenación del territorio y medio ambiente.
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