
Thomas Sankara con las artistas Miriam Makeba (Suráfrica), Tshala Muana (Congo), Nayanka Bell (Costa de Marfil) y Nahawa Doumbia (Mali). Foto Brigitte Soda Tonou / Franzke
Thomas Sankara: 31 años del asesinato del “hombre íntegro”.
El 15 de octubre de 1987 era asesinado el líder anticolonialista africano Thomas Sankara, durante un golpe de Estado, víctima de la traición de su antiguo compañero Blaise Compaoré.
Consumado el magnicidio, este último se convertiría en el nuevo Jefe de Estado de Burkina Faso, anulando todas las políticas progresistas implantadas hasta aquel momento por Sankara.
Durante su mandato, las políticas nacionales de Sankara fueron las propias de los grandes revolucionarios al uso: alfabetización, campañas por la vacunación, reforestación, reforma agraria, etc.
Sin embargo, si algo hizo del carismático líder burkinabe un revolucionario transgresor como pocos, fueron sus aportes a la cuestión de la emancipación de la mujer.
En este sentido, nos gustaría rescatar unas palabras de Sankara, extraídas de un mitin ante miles de mujeres en Uagadugu, capital de Burkina Faso, donde se conmemoraba el Día Internacional de la Mujer Trabajadora (8 de marzo de 1987).
Durante este brillante discurso, Sankara se pronunciaba sobre la prostitución (tema de candente actualidad en el Estado Español) en estos términos:
“La prostitución no es más que la quintaesencia de una sociedad donde la explotación se erige en regla. Es símbolo del desprecio que el hombre tiene por la mujer. Esta mujer que no es más que la imagen dolorosa de la madre, la hermana o la esposa de otros hombres, y por lo tanto de cada uno de nosotros. En definitiva, representa el desprecio inconsciente que sentimos por nosotros mismos. Mientras existan prostituidores y proxenetas seguirá habiendo prostitutas.
¿Pero quiénes van donde las prostitutas?
En primer lugar, los maridos que desean mantener la castidad de sus esposas y descargan sobre la prostituta sus indecencias y sus deseos depravados. Esto les permite mantener un aparente respeto por sus esposas, revelando su verdadera naturaleza en el regazo de las mujeres de la llamada vida alegre. De modo que, en el plano moral, la prostitución constituye la contraparte del matrimonio.
Luego vienen los lascivos impenitentes e inmoderados que tienen miedo de asumir la responsabilidad de un hogar con todos sus altibajos y que rehúyen a los deberes morales y materiales de la paternidad. Éstos aprovechan la dirección discreta de un burdel como un filón precioso de relaciones sin consecuencias.
Existe además la cohorte de aquellos que, al menos públicamente y en los lugares apropiados, condenan a la mujer al oprobio; mientras, noche a noche frecuentan los lupanares hasta que, a veces, se descubre su hipocresía.
Dentro de este mismo sistema, y hablando en un plano económico, la prostitución puede incluir tanto a la prostituta como a la mujer casada por “interés”. La única diferencia es el precio y la duración del contrato. Por tanto, al tolerar la existencia de la prostitución rebajamos a todas las mujeres a un mismo rango: prostitutas o esposas.
¿Y no es la prostituta una mercancía que se valoriza o se desvaloriza en función del grado al que se marchitan sus encantos? ¿Acaso no la rigen la ley de la oferta y la demanda? La prostitución constituye la esencia trágica y dolorosa de todas las formas de la esclavitud femenina.
En consecuencia, en cada prostituta debemos ver un dedo acusador que denuncia a toda la sociedad. Cada proxeneta, cada socio de la prostitución, bate el cuchillo en esta herida purulenta y abierta que desfigura el mundo del hombre y lo conduce a la ruina. Por tanto, al combatir la prostitución, al tender una mano de salvación a la prostituida, estamos salvando a nuestras madres, a nuestras hermanas y a nuestras esposas de esta lepra social. Nos salvamos a nosotros mismos. Salvamos al mundo”. Thomas Sankara.
Autor
Responsable de edición y redacción y del Área de Cultura, Memoria y Efemérides.
Galicia.
Editor y miembro del Equipo coordinador de Revista La Comuna
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