Es treinta de noviembre de 2021, Marta Ortega, del barrio de la Macarena, sigue doblando camisas en Zara

    Marta Ortega tiene 30 años y vive en el barrio de la Macarena en Sevilla. Actualmente ha conseguido un trabajo de dependienta en el Zara de un centro comercial. Todas las mañanas, Marta, antes de irse a trabajar despierta a su padre, Amancio, y lo asea y prepara para que su madre, Rosalía, que tiene problemas de espalda no tenga que ocuparse.

    Amancio fue durante muchos años interino en Correos, pero justo cuando estaba a punto de sacarse la plaza le diagnosticaron una enfermedad degenerativa, que, con los años le ha postrado en una silla de ruedas. Cuando diagnosticaron a su padre, Marta tenía 18 años y acababa de empezar sus estudios de Biología en la Universidad de Sevilla. Desde niña siempre soñó con ser científica.

    Rosalía, la madre de Marta, estudió enfermería, a fin de cuentas, siempre se había ocupado de cuidar a toda su familia. Su padre trabajaba en una fábrica y su madre murió siendo ella niña. Con cuatro hermanos menores, Rosalía, cumplió desde bien pequeña la función de cuidadora de su hogar. Tuvo varios trabajos, conoció a Amancio y se casaron. Cuando Amancio consiguió cierta estabilidad laboral, Rosalía empezó a estudiar enfermería. Al terminar solo encontraba trabajos en sustituciones y realmente siempre fue así hasta que en 2008 con la crisis económica cada vez la llamaban menos. Salió entonces una oferta laboral para enfermeras españolas en Inglaterra, pero, ¿cómo se iba a marchar con su marido enfermo y su hija estudiante?

    Amancio aún se podía mantener y convenció a su esposa para que marchara a Inglaterra. Rosalía no podía creer que eso que tantas veces había compadecido viendo el telediario, ese fenómeno migratorio que conocía por sus antepasados, pudiese llegar hasta ella. Rosalía se negó a creerlo y convenció a su esposo para dejar pasar esta oferta. “¡Ya no somos unos críos, eso es para los jóvenes!”

    Rosalía siguió sin encontrar empleo estable y sin tiempo para tratar de sacarse una plaza pública. Amancio cada vez estaba peor, eso implicaba reformas en casa, la bañera pasó a ser ducha, gastos extras… Y en este contexto las notas de Marta, quien siempre había sido muy buena estudiante, comenzaban a resentirse. Sus padres procuraban que nada le afectase a ella, pero, ¿cómo iban a evitar que una chica joven no fuese consciente de como su padre enfermaba cada día más y cómo su madre estaba absolutamente desesperada para hacerse cargo de unos gastos que subían y subían?

    Amancio finalmente tuvo que dejar el trabajo y aunque le quedó una pensión, apenas ese era el único dinero que entraba en la casa. Rosalía empezó a trabajar entonces cuidando enfermos a domicilio, pero era difícil, en la mayoría de los casos querían internas y mejor si eran extranjeras y cobraban menos. Marta no era consciente realmente de la problemática que había en su casa cuando llegó la orden de desahucio.

    Era 2011, ella cursaba el tercer curso de la carrera de biología. De algún modo creyó que debía buscar empleo para ayudar en casa. Sin embargo, Rosalía no quería que su hija perdiese la oportunidad de labrarse un futuro y le insistía en que no debía preocuparse por nada.

    Llegó el desalojo. Amancio ya iba en silla de ruedas. Rosalía perdió el único trabajo que había encontrado por sus constantes retrasos y faltas de asistencia. Marta, no había aprobado ni una sola de las materias, lo que además suponía perder la beca.

    Fueron a vivir un tiempo a casa de una tía, pero apenas cabían allí, y las necesidades especiales de Amancio hacían muy difícil la convivencia entre tantas personas.

    Nadie quería alquilar un piso a Rosalía o a Marta, una en el paro, la otra sin experiencia laboral hasta el momento. La pensión de Amancio era bastante baja y realmente pocos lo consideraban como una garantía.

    Finalmente, Marta consiguió un trabajo en una heladería, aunque su contrato era temporal, y debía combinarlo con sus estudios. Rosalía pensaba cada día en qué quizás debería haberse ido a Inglaterra, pero, por otra parte, ¿sí ella se hubiese ido a Inglaterra hubiese mejorado algo el destino de su familia?

    Rosalía acudió a servicios sociales, a solicitar ayuda con su marido y con los gastos de la casa, luz, agua, gas… Sin embargo, un trabajador social argumentó que en la casa vivían tres adultos y que además tenían red de apoyo en tanto que habían estado una temporada viviendo en casa de una tía. No cumplían los requisitos.

    Esta situación creó problemas de salud para Rosalía, dolores, insomnio… Y también en Marta, quien además cada vez más se alejaba de sus amigos para evitar tener que dar explicaciones sobre su situación.

    Marta, consiguió a duras penas sacarse la carrera de biología. Sin embargo, nunca ha conseguido trabajo vinculado con sus estudios. Su sueño de ser científica nunca va a realizarse. Tampoco puede emigrar, su padre enfermo y su madre tan luchadora y cansada la necesitan.

    Es treinta de noviembre de 2021, Marta lee en el periódico “Marta Ortega de doblar ropa en el Zara a presidenta de una de las empresas más importantes del IBEX”…

    Es treinta de noviembre de 2021, Marta Ortega, del barrio de la Macarena, sigue doblando camisas en Zara.

     

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    Directora Revista La Comuna

    Estudió Filología Hispánica en la Universidad de Sevilla. Gestora cultural, escritora, poeta y analista internacional en distintos medios escritos o audiovisuales. Autora de la compilación poética “La Generación de la Sangre I” para Editorial Ultramarina Cartonera, a través de la Plataforma de Artistas Chilango-andaluza.

    “Arquitecturas y Mantras” de la Editorial Bucéfalo fue su primer libro de poesía en solitario. A su vez, actualmente colabora en Hispan TV y otros medios internacionales en habla hispana analizando la actualidad política. Miembro de la Asociación Cultural Volver a Marx. Milita en Trabajadoras Andaluzas.