“Amor: ha llegado el momento de enviarte un adiós que sabe a campo santo (a hojarasca, a algo lejano y en desuso, cuando menos). Quisiera hacerlo con esas cifras que no llegan al margen y suelen llamarse poesía, pero fracasé; tengo tantas cosas íntimas para tu oído que ya la palabra se hace carcelero, cuanto más esos algoritmos esquivos que se solazan en quebrar mi onda. No sirvo para el noble oficio de poeta. No es que no tenga cosas dulces. Si supieras las que hay arremolinadas en mi interior. ¡Pero es tan largo, ensortijado y estrecho el caracol que las contiene, que salen cansadas del viaje, malhumoradas, esquivas, y las más dulces son tan frágiles! Quedan trizadas en el trayecto, vibraciones dispersas, nada más. Carezco de conductor, tendría que desintegrarme para decírtelo de una vez. Utilicemos las palabras con un sentido cotidiano y fotografiemos el instante.
Se acabaron los cantos de sirena y los combates interiores; se levanta la cinta para mi última carrera. La velocidad será tanta que huirá todo grito. Se acabó el pasado; soy un futuro en camino. No me llames, no te oiría; sólo puedo rumiarte en los días de sol, bajo la renovada caricia de las balas. Lanzaré una mirada en espiral, como la postrera vuelta del perro al descansar, y los tocaré con la vista, uno a uno y todos juntos. Si sientes algún día la violencia impositiva de una mirada, no te vuelvas, no rompas el conjuro, continúa colando mi café y déjame vivirte para siempre en el perenne instante.”
Carta de Ernesto ‘Che’ Guevara a Aleida March en su partida hacia Bolivia, dónde quiso seguir luchando por la Revolución. En lugar de eso, fue asesinado.
Me he preguntado muchas veces qué hubiera sido del Che y la Revolución si no hubiera ido a Bolivia. Si sus hijos e hijas, si Aleida y el resto de mortales que lo querían, le hubieran dicho que se quedara. Que la vida de un ser como Ernesto no merecía acabar como acabó, porque muerto no servíría para nada. Son cuestiones que me pregunto y que no sirven de mucho más que para hacer conjeturas inciertas pero, la realidad es que Ernesto antepuso lo político a lo personal y que acabó asesinado. Y lo perdimos. Y leer esta carta siempre me ha dejado con un sentimiento de tristeza profunda.
He conocido a muchos compañeros y compañeras que han antepuesto sus férreos principios políticos a los personales, muchos de ellos murieron en soledad, otros pagaron un alto precio, y en definitiva, el común de los mortales no les reconoce el sacrificio personal que hicieron por pelear contra el fascismo y las desigualdades. Soy consciente de que el equilibrio es difícil y que en la mayoría de los casos, cuando llegamos a una conclusión y hacemos repaso de las decisiones tomadas, ya ha pasado demasiado tiempo. Ya es tarde.
Hace tiempo que vengo pensando en cómo afectan las condiciones socioeconómicas a nuestras relaciones personales. Como seres sociales que somos, la realidad económica y por tanto las circunstancias materiales que se derivan de un sistema determinado, condicionan profundamente nuestra forma de relacionarnos con los demás y nuestro desarrollo mismo como seres humanos. Un sistema político-económico determinado incide en aspectos de nuestra cotidianeidad: la calidad del sistema sanitario, de la educación pública, el sistema de pensiones, los derechos laborales. Pero no sólo eso, también nos afecta a la hora de cómo desarrollamos nuestras relaciones personales. Cómo entendemos que debemos interactuar con nuestras familias, compañeros, amistades, etc.
Esto es algo que en mayor o menor medida toda persona con cierta conciencia social o de clase parece que asume, pero ¿realmente hacemos un análisis de cómo afectan nuestras actitudes personales a nuestros semejantes?¿cómo ponemos en práctica esa máxima de lo personal es político?
Hay términos que desde hace tiempo me tienen confundida, y es que es obvio que las relaciones afectivas que hasta ahora hemos conocido y que eran la consecuencia de los dogmas y principios impuestos tras siglos de nacionalcatolicismo, no eran en absoluto el ejemplo de cómo desarrollarnos de forma sana con nuestras relaciones afectivas y familiares.
El amor romántico, la obediencia debida, la sumisión, la resignación, en definitiva, los dogmas que un sistema opresor propugna como correctos, no han servido más que para generar relaciones personales basadas en la hipocresía, la mentira, el engaño, pero sobre todo para que el concepto de familia-núcleo, se vaciara de todo sentido afectivo y pasara a convertirse en la herramienta por la que las mujeres aportaban de forma exclusiva el trabajo de cuidados, recayendo sobre ellas toda obligación de mantener y cuidar el hogar y la familia, tarea que debería estar compartida por cada una de las personas que conforman ese núcleo.
Esto es algo que casi todas y todos sabemos ya, pero mi confusión viene de cómo por nuestra parte intentamos desmontar ese concepto insano de relaciones personales y afectivas. Cómo ponemos nosotras y nosotros en práctica, otra forma de amar a nuestro núcleo. Es decir, está muy bien que nos declaremos feministas, anticapitalistas, marxistas, rojos, ateos y todo lo que queráis. Está muy bien que luchemos y nos organicemos en contra de las opresiones que sufre la clase trabajadora, o contra los bombardeos en Siria, contra la OTAN y por los derechos de los oprimidos pero, ¿qué pasa con nosotros? ¿qué pasa con nuestras relaciones personales? ¿qué pasa con nuestras relaciones afectivas? ¿De verdad hemos asumido que “lo personal es político”?
Como digo, creo que andamos, la gran mayoría, bastante confundida. Por supuesto que no es sano que las relaciones personales se basen en un acuerdo de soportar al otro porque sí. No nos debemos amor y fidelidad en su amplio sentido, si la otra persona no nos cuida. La sumisión no es amor. El amor es respeto, sinceridad, cariño, cuidados, ayuda, apoyo, intimidad y generosidad recíproca. Pero observo que en los últimos tiempos no somos capaces de mantener relaciones profundas con otras personas porque nos hemos vuelto cada vez más individualistas a pesar de predicar todo lo contrario. Vamos coleccionando relaciones personales sin pena ni gloria que no llegan a perdurar porque somos incapaces de mantener un compromiso de amor mutuo pero somos capaces de comprometernos de por vida con la lucha para erradicar el hambre en el mundo. Confundimos libertad con egoísmo, compromiso con posesión, ayuda con debilidad.
“Confundimos libertad con egoísmo, compromiso con posesión, ayuda con debilidad.”
Pues pienso que mostrar afecto no es malo, que comprometerse en una situación de iguales es algo necesario, al igual que es necesario que yo esté comprometida con mi defensa por cuestiones de lo público. Que querer a alguien y decirlo no es malo. Que mostrar debilidad en los momentos difíciles no significa que seamos personas dependientes y que para demostrar que nos preocupan los demás debemos también amar y cuidar a las personas que tenemos más cerca. Que el amor también es político y revolucionario y no un aspecto íntimo que esconder o descuidar al segundo plano. Que no debemos tener hijos e hijas solamente por un deseo personal o impuesto socialmente. Debemos tener hijos por un acto de absoluta generosidad y entrega al mundo. Porque nuestras hijas e hijos no son nuestras y nuestros, los tenemos para educarlos de manera que se desarrollen de forma sana, y conscientes del mundo en el que viven y que lo hagan más habitable. Tener hijos e hijas es revolucionario. Y tenerlos no significa que estés menos comprometida/o con la lucha política. Porque lo personal es político, ¿no? y porque seguramente tu tarea revolucionaria tendrá más incidencia criando y educando a personas conscientes, que pegando carteles.
“Parece que hemos pasado de un modelo de relaciones basadas en la sumisión egoísta, a otro igual de egoísta pero maquillado de una supuesta libertad de elección.”
Somos seres sociales, nos rodeamos de personas, vivimos en lo común. y a nadie le gusta sentirse solo o sola. Y no pasa nada por decirlo, pero no sé porqué motivo, aceptar esto es un síntoma de debilidad y lo enmascaramos con relaciones superfluas y temporales. Parece que hemos pasado de un modelo de relaciones basadas en la sumisión egoísta, a otro igual de egoísta pero maquillado de una supuesta libertad de elección.
Obviamente no me refiero a que hay que aguantar en relaciones infelices de desequilibrio y humillación, como se nos enseñaba hace unos años. Pero lo contrario a esto parece que viene siendo que no somos capaces de tener relaciones afectivas basadas en la confianza y el compromiso por el hecho de quererse. Y esto es muy difícil claro, porque hablamos de confianza cuando desde mi situación como mujer, la inmensa mayoría de las relaciones de cualquier tipo (amigos, profesores, maestros, parejas, familia) que he tenido con el sexo opuesto, han sido relaciones basadas en la opresión por mi condición. Y eso pesa, y eso es algo que además me hace pensar en cómo los compañeros que se proclaman feministas se comportan con nosotras y asumen o no esa realidad que evidentemente ellos no han sufrido.
“Es muy difícil analizar por qué estamos cada vez más aislados y solos cuando en teoría somos personas generosas y con conciencia.”
En definitiva, es difícil. Es muy difícil analizar por qué estamos cada vez más aislados y solos cuando en teoría somos personas generosas y con conciencia. Pero si lo personal es político, no debemos dejar de analizar esta realidad y ocuparnos de lo común pero también de nuestras relaciones personales más cercanas. Porque la familia burguesa y el matrimonio ya sabemos lo que son pero encontrar una compañía de vida y futuro es algo que da mucho sentido a nuestra existencia y a nuestro desarrollo. La vida es compartir, pero no sé hasta qué punto somos honestos con nuestra condición de clase si no somos capaces de ser generosos y amar en equilibrio en nuestras relaciones afectivas. Está muy bien comprometerse con los asuntos públicos y colectivos pero estoy fuertemente convencida que además hay que saber comprometerse con las relaciones afectivas de una forma cuidadosa y real, porque si no, aunque no lo creamos, el vacío tarde o temprano pasa factura.
Aprendí de mi padre que nacemos solos y morimos solos, pero que las penas son más livianas y las alegrías más profundas si las compartimos en el trayecto, porque desde el mismo instante en que venimos a este mundo , el amor desprendido y desinteresado es lo más importante. Y no sé si seré yo sola, pero miro a mi alrededor y sólo veo demasiado fracaso y demasiados cadáveres emocionales.
Demasiada soledad. Demasiada mentira. Demasiado individualismo.
Autor
Autora de Revista La Comuna
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