Referéndum, legalidad y lucha. La República federal y la República catalana.
Se habla muchos estos días, demasiado, de ilegalidad y anticonstitucionalidad. Poco se habla, sin embargo, de Derecho Internacional. ¿Qué pasa con el Derecho Internacional?
Per se, si consideramos el Derecho Internacional y el Derecho interno de cada país sencillamente como dos abstracciones, bien es cierto que no puede establecerse una jerarquía entre ellos en la que el Derecho Internacional esté por encima. Pero la cosa cambia cuando estas dos abstracciones se concretan, se materializan, mediante la ratificación de un Tratado Internacional. Entonces, como dice el artículo 96.1 de la sacrosanta Constitución Española, en su primer inciso: Los tratados internacionales válidamente celebrados, una vez publicados oficialmente en España, formarán parte del ordenamiento interno.
Y así, una vez los TI forman parte del ordenamiento, tras su publicación en el BOE, y ante un choque entre estos dos trenes normativos (Constitución y TI), el Tratado Internacional se aplica con carácter preferente, debido al carácter multilateral, o como mínimo bilateral, que lo informa, frente al carácter unilateral de cualquier norma interna de cualquier Estado.
Vamos entonces con el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, publicado en el BOE número 103, de 30 de abril de 1977, que ni más ni menos, ya en su artículo 1, apartado 1º, dice: Todos los pueblos tienen el derecho de libre determinación. En virtud de este derecho establecen libremente su condición política y proveen asimismo a su desarrollo económico, social y cultural. El apartado 3º de ese mismo artículo, en su último inciso, señala que los Estados parte respetarán este derecho de conformidad con las disposiciones de la Carta de las Naciones Unidas. Lo cual nos lleva a la Carta de las Naciones Unidas. Nuevamente en su artículo 1, que enumera los propósitos de las Naciones, apartado 2º, dice: Fomentar entre las naciones relaciones de amistad basadas en el respeto al principio de la igualdad de derechos y al de la libre determinación de los pueblos, y tomar otras medidas adecuadas para fortalecer la paz universal.
No pretendo, concretamente en esta introducción, hacer mi defensa del Referéndum, sencillamente porque el Referéndum es un acto simbólico. Lo que sí pretendo es denunciar la incompetencia del Gobierno central, que a la vista está, desde hace tiempo viene haciendo dejación de sus funciones para con la Comunidad Internacional (en la cuestión catalana y en otros muchos temas). Nada nuevo, por otra parte, en el Gobierno neofranquista del Partido Popular. Y sí: es evidente que la burguesía nacionalista catalana ha sabido aprovechar esta incompetencia, indudablemente con intereses espúreos. Como lo son los intereses de todas las derechas y de todas las burguesías de todo el mundo, por otra parte. La catalana, sencillamente, no es una excepción.
Y aquí está, parece, la fisura entre quienes no apoyan este proceso y quienes hemos decidido apoyarlo. Nos acusan los primeros de hacer el juego a esa derecha nacionalista. De acuerdo, es una acusación respetable, pero en mi opinión, alejada de la realidad. El “problema” que tenemos algunos, y que me perdonen los ortodoxos si parezco un poco “idealista”, es que tenemos una fe inquebrantable en el pueblo. Y pensamos, y desde luego podemos equivocarnos, que el pueblo catalán nos ha dado motivos de sobra para creer en él. Entiendo que muchos no lo vean así, pero les invito, entonces, a que nos señalen, en estos 40 años de mentira, de reforma de muy mala calidad y sin ruptura, un ejemplo de movilización y solidaridad del calibre del que hemos presenciado estos días en Catalunya. Con trabajadores de la hostelería haciendo boicot a las Fuerzas represoras del Estado; bomberos formando cordones para proteger a los ciudadanos (incluidos, para los patriotas despistados, varios ciudadanos que o bien votaron, o bien tenían intención de votar, por el NO); estibadores, dando ejemplo como siempre lo han hecho; agricultores y ganaderos inundando las carreteras con sus tractores; y yo mismo conozco personalmente a gente que se ha cogido un avión solo para estar allí, con el pueblo catalán, ese simbólico 1 de octubre.
¿Es el Referéndum “ilegal”? Esto se ha repetido hasta la saciedad, y es falso. ¿Cómo puede ser ilegal si, por su propio carácter simbólico, no existe a efectos legales? ¿Cómo puede la ley sancionar algo que, a sus propios ojos, no existe? De la misma manera se contesta a la pregunta de si el Referéndum es “anticonstitucional”. No puede serlo, pues por su propia naturaleza, carece de efectos políticos. Saberse de memoria el artículo 155 no es un argumento de ningún tipo.
Se preguntarán entonces, imagino, los patriotas de pulsera, por qué los catalanes han decidido participar en este acto simbólico, o como lo llamarán ellos en tono despectivo, en este “paripé”. La respuesta, como decía más arriba, es bien sencilla: es, en primer lugar, el Gobierno central, el que con su incompetencia ha empujado al pueblo catalán a participar en esta histórica movilización del 1 de octubre. ¿Y esperaba acaso la antigua Alianza Popular que la derecha nacionalista catalana no aprovechase esta coyuntura? Yo creo que las derechas se conocen perfectamente. Son todas iguales. Y por cierto, aun asumiendo la consigna de que “este proceso lo encabeza la burguesía” (muy discutible según nos dicen muchos compañeros desde Catalunya), me pregunto, ¿y quién tiene la culpa de eso? ¿Tal vez esa izquierda domesticada que no ha tenido el valor, el arrojo, la coherencia, de estar donde tiene que estar, sin ambigüedades? Es una pregunta retórica.
Yo no soy independentista, no lo he sido nunca; y sigo sin serlo. Pero creo que la cuestión catalana, hace tiempo ya, dejó de dividirse entre “ser o no ser independentista”, para pasar a dividirse entre “estar o no estar con el pueblo”. Yo estoy con el pueblo, y si me equivoco, como dijo nuestro admirado Thomas Sankara, que sea por haber intentado dar un paso con el pueblo, y no diez sin él. Mi modelo de Estado es la República Federal. Pero mis anhelos, por una parte, no parecen estar a la vuelta de la esquina. Y por otra, requieren como requisito imprescindible la ruptura total con el Régimen del 78. Y creo, y una vez más puedo equivocarme, que la llave de esa ruptura puede estar en manos del pueblo catalán.
Así pues, si finalmente (así lo deseamos) el camino del pueblo de Catalunya lleva a buen puerto, y si el día de mañana, ojalá que más pronto que tarde, llega nuestra ansiada República Federal y Socialista, será un placer y un honor, si así lo desea, integrar en ella a la República Catalana, reconociendo su derecho a la libre determinación y respetando su cultura, su lengua y a su gente. ¿Tan mal les suena esto a los patriotas “según sople el viento”? No lo entiendo, sinceramente.
Mis mejores deseos, y mi apoyo incondicional, al pueblo catalán.
¡¡¡Salud, República, Revolución Cultural y libre determinación de todos los pueblos!!!!
Roi García Camino.
Autor
Responsable de edición y redacción y del Área de Cultura, Memoria y Efemérides.
Galicia.
Editor y miembro del Equipo coordinador de Revista La Comuna
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