Trincheras y la falacia de los neutrales: el absurdo del lobo y el cordero compartiendo trinchera.

Esta es la principal victoria ideológica del “fin de la historia”: la historia no acabó pero nos lo creímos tanto que ahora todo es apolítico menos la izquierda revolucionaria.

En el discurso del “nosotros y ellos” solo hay una verdad, siempre hay dos trincheras: en una se defiende al agresor, al fuerte; en la otra a los agredidos, a los débiles. La neutralidad o el “ninismo” es una falacia que en ocasiones lleva al absurdo de hacernos creer que el lobo y el cordero pueden compartir trinchera.
Cada vez que desde Occidente demarcan un nosotros que implique a alguien más que a su oligarquía en la defensa de los intereses de expansión capitalista (imperialismo) el lobo en su discurso introduce en su cerco a los corderos. Y esto también es una agresión.
¿Hemos perdido capacidad de análisis o solo hemos perdido conciencia de clase?
La “unión de todos los demócratas” se ha convertido en el todismo necesario para agrupar a todo “neutral” que se precie. Una “democracia” apolítica y sin ideología, un lugar para todos. Pero, ¿es eso cierto?
Habitualmente escuchamos decir que tal o cual es una persona comprometida, siempre que esa persona defienda a los débiles, a los agredidos, juzgando a sus verdugos, y siempre y cuando esa persona se identifique con lo que se conoce como izquierda revolucionaria. También hay una izquierda que no tiene porqué ser revolucionaria y a esos ya no se les llama comprometidos sino “críticos”, “activistas” o “polémicos” como máximo; y siempre entre comillas. Están en otro plano y cuando hay que comportarse saben estar en su “neutral” lugar. ¿Es que solo nos compromete tomar partido por los débiles? ¿Es que asumir sin hacer nada (o desde la crítica inocua) la victoria del grande (del fuerte) no implica compromiso ideológico alguno?
Esta es la principal victoria ideológica del “fin de la historia”: la historia no acabó pero nos lo creímos tanto que ahora todo es apolítico menos la izquierda revolucionaria. Qué es demodé, antigua, partidaria y comprometida. Los demás deben vivir en un limbo de irresponsabilidad de menor de edad eterno que implica el no compromiso per se. O quizás solo es que al no enfrentar en trincheras no deja mancha de la que decía Celaya.
Hemos llegado a un momento en que estamos tan rotos, tan marcados por etiquetas, por sumas y restas de opresiones y privilegios, que hemos perdido lo más importante: la capacidad de asumir que tanto nuestros actos como nuestra omisión siempre son formas de tomar partido. Y lo más importante: que sólo existen dos bandos, dos trincheras. El agresor y el agredido. El débil y el grande. El explotador y los explotados. El opresor y los oprimidos.
Identificar la trinchera debería ser lo más fácil y a menudo es lo que más nos cuesta. Es habitual que desde la equidistancia se juzgue al agredido previo juicio del contexto y la circunstancia. Como si para ser víctima forzosamente tuvieses que ser perfecta. Nos equivocamos no se trata de identificar la perfección sino de tomar partido ante el conflicto y saber quién es el enemigo. Y nuestro enemigo nunca será, por capacidad y pertenencia, el débil, el agredido, el explotado, el oprimido.
¿Qué tienen en común Siria, Corea del Norte, Venezuela y Libia? Son países muy diferentes, con tradiciones muy distintas, políticas muy dispares… Lo único que tienen en común es que han sido o están siendo amenazados por el imperialismo estadounidense. Y yo me pregunto, ¿no vemos quién es el fuerte cuándo un solo país se enfrenta a tantos tan dispares? ¿Es que el nivel de exigencia de bondad por parte de la OTAN es tan amplio que cabe cualquiera? ¿O quizás es que lo que tienen en común esos países es que se escapan del control y eso y solo eso hace que sean un “eje del mal” a combatir?
¿Por qué cuándo nos hablan de agresión solo analizamos a la víctima? ¿Juzgamos quizás si se lo merecen? ¿Eso es neutral? ¿Podemos ser jueces en un conflicto en el que ya somos parte? Desde el ninismo te dirán que puedes no ser de ninguno pero mientras no se es de “ninguno” el imperialismo sigue avanzando, el agresor no deja de agredir. La violencia no cesa. Desde el “todismo” te dirán que te unas a ellos, que Occidente tiene unos valores elevados y que esos valores son los que le mueven en esta batalla. Que el agredido no es perfecto y que ante eso tú debes tomar partido en la condena (y en el castigo, aunque esa parte se obvie más) ¿Es un problema entonces de un cuidado nivel de exigencia ética?
¿Cuáles son los valores de Occidente?
Europa, la vieja Europa, la humanista Europa que se construyó con la sangre de sus campesinos a los que expoliaron sus tierras, la sangre de los nativos americanos a quién esclavizaron en su propia casa y les robaron sus riquezas, la sangre de África en los barcos de esclavos o más recientemente en las minas del Congo.
Y EEUU, ese aliado antinatura de Europa, esa alianza fruto de que durante ochenta años existió la otra trinchera en el tablero político y era demasiado visible y les obligó a unirse. EEUU que hizo capital desde la guerra de Cuba (1898) hasta nuestros días copiando el “modelo de crecimiento” exportado de Europa: el imperialismo. Y que ahora se encuentra en ese desboque de imperio en decadencia, atacando a diestro y siniestro, amenazando con su presidente showman a la cabeza para que al final creamos que es delirio de un hombre cuando el hombre solo es el delirio del ocaso de un imperio.
¿Y estos son los valores que deben dar lecciones de democracia al mundo? ¿No estar ni con estos ni con sus agredidos evita su victoria? ¿Evita su violencia?
Esto es de nuevo la falacia de los neutrales, si no estás con el débil es porque estás con el grande. Y encima te colarán en una falsa trinchera, la de los neutrales, la trinchera de los cuerdos, la trinchera de los que son capaces de enterrar a los muertos codo a codo con sus asesinos. El ninismo que llevó al todismo y al todo vale. La unión de todos los demócratas, la unión del lobo y los corderos. El fin de la historia mientras esta sigue avanzando y pisoteándonos.
No, ahora como siempre y más que nunca, debemos asumir que la historia sigue su curso y que el coma inducido en el 89 no puede mantenerse por más en el tiempo. Ahora más que nunca y como siempre debemos romper con la falacia de los neutrales, identificar la trinchera y trabajar, trabajar y trabajar codo a codo desde nuestra trinchera que no es más política ni más antigua que la que nos enfrenta.
Carmen Parejo. 

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Directora Revista La Comuna

Estudió Filología Hispánica en la Universidad de Sevilla. Gestora cultural, escritora, poeta y analista internacional en distintos medios escritos o audiovisuales. Autora de la compilación poética “La Generación de la Sangre I” para Editorial Ultramarina Cartonera, a través de la Plataforma de Artistas Chilango-andaluza.

“Arquitecturas y Mantras” de la Editorial Bucéfalo fue su primer libro de poesía en solitario. A su vez, actualmente colabora en Hispan TV y otros medios internacionales en habla hispana analizando la actualidad política. Miembro de la Asociación Cultural Volver a Marx. Milita en Trabajadoras Andaluzas.