La violación es una demostración de poder de los Estados; y en correlación una demostración de poder de la familia, la tribu o la manada. Por eso se entienden tan bien.

La violación y el poder de la tribu.

La violación es tan patriarcal que ni es por sexo ni es una afrenta a las mujeres (para eso nos tendrían que considerar personas)

La violación es entendida como un arma de guerra desde el rapto de las sabinas. En las guerras es una forma de ataque al contrario, entendido como una afrenta al patriarca ya que “robas” un bien preciado: el cuerpo de las mujeres del enemigo. Porque sí, las mujeres somos objetos del enemigo. La capacidad reproductiva de las mujeres es un medio de producción de bebés (soldados o trabajadores) para el Estado. En menor escala este esquema se reproduce en la familia, donde la mujer es quién se encarga de garantizar herederos y por tanto de afianzar la propiedad familiar con garantías. A su vez se encarga de los cuidados, por lo que es vital para el sostenimiento de la tribu. La violación es tan patriarcal que ni es por sexo ni es una afrenta a las mujeres (para eso nos tendrían que considerar personas). La violación de mujeres es la lucha de poder mediante el “robo” entre los patriarcas de distintas tribus. La manada mayor la crea y desarrolla el propio Estado, por tanto no es extraño que apliquen esa misma ideología a la hora de la reproducción en “escala familar” de estos hechos. El Estado nos viola, la Manada nos viola; y el Estado se pone de parte de la Manada porque los entienden, porque comparten ideología.
La autora marxista austriaca Gerda Lerner sitúa la aparición del patriarcado en Oriente Medio y los países asiáticos siglos antes del surgimiento de la sociedad de clases capitalista. Pese a que la división sexual del trabajo, tal y como analiza Engels en La familia, la propiedad privada y el Estado podría situarse siglos antes, no sería hasta en torno al 1000 a.c cuando este sistema tomó forma coincidiendo con el auge de las religiones monoteístas y la creación de los primeros estados imperiales. Serían estos Estados en connivencia con la religión los encargados de imponer un modelo social que les beneficiase. Produciéndose por primera vez una auténtica oleada de represión contra la mujer que servía de “estímulo” para el proceso de cambio que se estaba desarrollando. Establecer una normatividad sobre el desarrollo de la sexualidad femenina ha sido un elemento clave en la conformación del Estado desde su origen. El Código de Ur-Nammu (elaborado 300 años antes que el de Hammurabi) deja claro los principales elementos sobre los que un Estado consideraban debía legislar, llamando la atención que solo eran delitos muy graves: el asesinato, el robo, el adulterio y el rapto. Es decir, los elementos más relevantes para el desarrollo de la propiedad privada en la época; incluido el matrimonio y la familia como bienes patrimoniales.
Pero existe a lo largo de la historia una segunda oleada de represión contra la mujer que se sitúa durante los siglos XV, XVI y XVII coincidiendo está vez con otra etapa de cambio, en este caso, el paso del sistema feudal (en decadencia) al sistema capitalista y coincidiendo en la historia con la acumulación originaria del capital y por tanto la expropiación de tierras al campesinado, y a su vez con la colonización de América y el surgimiento con ello de las relaciones internacionales y la economía de mercado. Este proceso conocido como “Caza de Brujas” es analizado al detalle en el libro Calibán y la Bruja de Silvia Federicci. Ante el auge de las ideas mercantilistas el Estado ve el útero de la mujer como una fábrica de fuerza de trabajo y controla la natalidad para garantizar con ello la riqueza de los Estados. El cuerpo de las mujeres por tanto es un bien material, un objeto, de propiedad privada (para ello se establecen las leyes sobre matrimonio y adulterio) y de control estatal. La suma entre el patriarcado nacido en los primeros Estados Imperiales y su desarrollo a partir del nacimiento del capitalismo nos lleva a la alianza criminal que sirve de grito en múltiples protestas y reivindicaciones. El capitalismo no cambió la idea de uso del cuerpo de las mujeres ni en su origen ni en la actualidad (vientres de alquiler, prostitución), solo ha ido perfeccionando a conveniencia el mismo sistema de explotación que se inició hace siglos y que no olvidemos está fuertemente vinculado a la idea de explotación y de propiedad. Es difícil que un sistema como el capitalista se vaya a enfrentar a este dogma de principios que le son tan propios.
Sin embargo nada de esto son cuestiones del pasado, hoy en día, la violación sigue siendo un arma de guerra y no solo para integristas religiosos y su Estado Islámico o para los países imperialistas en sus guerras, sino también para supuestas fuerzas neutrales de pacificación como los Cascos Azules, denunciados por la propia Naciones Unidas por crear redes de tráfico de personas para explotación sexual en varios países, desde Yugoslavia hasta República Centroafricana pasando por Haíti.

Cuando las mujeres son tratadas como propiedad por su capacidad reproductiva la violación es un robo a sus propietarios y por tanto un juego de poder entre patriarcas de distintas tribus o Estados.

Violación y el Estado Español.

No podemos olvidar las palabras de Queipo de Llano cuando las tropas golpistas entraron en Sevilla en 1936 llamando a la violación masiva de mujeres:

“Nuestros valientes legionarios y regulares han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser hombres de verdad y de paso también a sus mujeres. Esto está totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen”.

En efecto, Queipo quería atacar a esos hombres (sus enemigos) atacando a sus propiedades: las mujeres. Algo que para él y para muchos estaba plenamente justificado, pero, ¿lo sigue estando?
Durante el franquismo el retroceso en la emancipación de las mujeres en el Estado Español fue alarmante, todos los logros de los años precedentes (antes y durante la Segunda República) fueron enterrados entre violaciones y cabezas rapadas, que servían para quitar a la mujer “su belleza”, su don natural que les hacía ser un objeto valioso para el patrimonio, perdón para el matrimonio.
La violación nunca ha dejado de estar naturalizada e incluso desde campañas estatales se han expuesto sin pudor medidas para “evitarla” responsabilizando a las mujeres por no saber “cuidarse” de ellas, es decir, la violación es tan natural que nadie propone evitar que se cometan sino que tú, mujer, debes trabajar para tener la suerte de que no te pase.  En el año 2014, por ejemplo, desde el Ministerio del Interior, ofrecían una guía para evitar violaciones dedicada a ellas donde entre otras cosas invitaban a las mujeres a “cerrar las cortinas para evitar miradas indiscretas” o “llevar un silbato”… Dando por hecho no solo la inevitabilidad de las violaciones sino además la única responsabilidad a las víctimas. Por no hablar de la última campaña del Ministerio de Sanidad sobre alcoholismo en los jóvenes donde responsabilizan a las madres de que sí sus hijas beben es más probable que tengan relaciones sexuales no consentidas. El no consentimiento como eufemismo terrible para la violación que además obvia algo que tras la supuesta liberación sexual de las mujeres debería aparecer como fundamental y es que las relaciones sexuales se tienen por deseo y no por consentimiento.

Violación

Cartel concienciación del Ministerio de Sanidad para prevenir el alcoholismo entre los jóvenes.

Ante el juicio a “La manada” no podemos olvidar que el Estado capitalista es tan patriarcal como los agresores y por eso siempre acaban juzgándolas a ellas. No protegieron a Jessica, que había denunciado a su asesino solo un día antes de que la asesinara delante de su hijo y de sus compañeros en la puerta de su colegio. Porque Jessica no les pareció lo suficientemente víctima, se había mudado, trabajaba, cuidaba de su hijo; Aún tenían excusas para mirar para otro lado, como hacen siempre.
Ahora quieren saber si la víctima de la violación múltiple de San Fermín se hundió lo suficiente como para hacer algo; y los medios la juzgan y los jueces admiten a trámite un informe de un detective privado sobre como ha llevado la chica los días y meses posteriores a la agresión. El mismo juez que en cambio no admite otras pruebas como conversaciones en un grupo de whatsapp que podrían demostrar intencionalidad y premeditación o la vinculación con otro caso en el que esta misma “manada” está inmerso por otra supuesta violación, esta vez usando la droga Burundanga, en Pozoblanco (Córdoba).
Nos juzgan a nosotras y solo te admiten como víctima cuando hay muestras obvias de que te han destruido del todo. Parece que su castigo es un premio al éxito de destrucción de los agresores. La violación desde el rapto de las sabinas es una demostración de poder de los Estados, es una demostración de poder de la familia, la tribu o la manada. Nos violan porque nos consideran cosas, cosas con propietarios, cosas susceptibles de ser robadas.
Carmen Parejo.

Autor

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Directora Revista La Comuna

Estudió Filología Hispánica en la Universidad de Sevilla. Gestora cultural, escritora, poeta y analista internacional en distintos medios escritos o audiovisuales. Autora de la compilación poética “La Generación de la Sangre I” para Editorial Ultramarina Cartonera, a través de la Plataforma de Artistas Chilango-andaluza.

“Arquitecturas y Mantras” de la Editorial Bucéfalo fue su primer libro de poesía en solitario. A su vez, actualmente colabora en Hispan TV y otros medios internacionales en habla hispana analizando la actualidad política. Miembro de la Asociación Cultural Volver a Marx. Milita en Trabajadoras Andaluzas.