Bielorrusia ha establecido su política internacional de alianzas, incluyendo el actual alineamiento con su vecino, en función de sus objetivos en el interior

    “ El mundo occidental está empeñado en acometer un cerco sobre el país (Rusia) en Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Georgia, Moldavia y Ucrania de acuerdo con una operación en la que estarían inmersos, entre otros, Estados Unidos –a través de su creciente presencia en el Cáucaso, Asia central y Ucrania–, la Unión Europea –con sus ampliaciones en Europa central y oriental– o la OTAN –con la incorporación de nuevos Estados y una cada vez mayor presión militar”

    Las claves del siglo XXI ha sido un programa emitido por La 1 de TVE los viernes por la noche y que se autodefine como un “Análisis en profundidad de los temas que marcan la actualidad informativa, con la participación de expertos, para que la audiencia tenga todos los elementos necesarios para formarse su propio criterio” (1). Su director y presentador es el periodista Javier Ruiz, considerado como de tendencia socialdemócrata o centro-izquierda, quien ha desarrollado buena parte de su trayectoria profesional (aunque no exclusivamente, claro está, dada su dilatada carrera periodística) en medios vinculados al grupo mediático Prisa, alineado tradicionalmente con el PSOE, partido en La Moncloa. Esto nos lleva a analizar cómo, de acuerdo con la orquestación propagandística (Domenach, 1986) (2), el mensaje contrario a Rusia se articula de forma adaptada a esa orientación ideológica, de la misma manera que otros medios de filiación conservadora o ultraderechista han configurado el mismo mensaje esencial, aunque con recetas digeribles para sus respectivos públicos.

    El programa dedicado al inicio de la operación militar rusa en territorio ucraniano fue el número 6, se emitió el 25 de febrero de 2022 y llevó por título “Análisis de las consecuencias imprevisibles de la guerra iniciada por Rusia contra Ucrania” (3), lo cual ya implica un sesgo en el tratamiento de la guerra OTAN-Rusia al obviar todo lo sucedido en Donetsk y Lugansk desde 2014, como si la guerra hubiera empezado en febrero de 2022.

    Una de las integrantes del citado plantel de expertos fue la académica Mercedes Guinea Llorente, quien, en el minuto 23:54 de programa, se expresaba en los siguientes términos:

     «Estoy muy de acuerdo con lo que se ha dicho en este momento. Creo que además hay una cuestión que no podemos perder de vista y es que en el fondo estamos en el choque, que es un choque que en el panorama internacional está muy presente, entre dos modelos: el democrático, y los valores democráticos que reconocen la soberanía de las naciones y la igualdad de las naciones, y los tiránicos, que pretenden tener políticas de zonas de influencia, prototípica del período de entreguerras, y por tanto un derecho sagrado y divino, sobre los países de su entorno, para controlarlos y, si no se dejan controlar, como Bielorrusia [se deja], los invadimos y por las malas. Y lo que podemos hacer es repetir esto: porque es importantísimo que seamos conscientes de lo que está pasando. Y que nuestra población sea consciente de lo que está pasando: que no solamente es un jaque a Ucrania, sino que es un jaque a nuestro modelo, es un jaque a la libertad y a la dignidad humana.»

    Este parlamento representa un evidente ejemplo del discurso binario y maniqueo analizado por Reig (1994) (4): democracia, igualdad, soberanía, libertad y dignidad frente a tiranía y sometimiento. Pero nos centraremos aquí en cómo la profesora sitúa en este segundo grupo a Bielorrusia, como presunto ejemplo de los países que “se dejan controlar” por la “influencia” externa; en este caso, rusa.

    Sin embargo, si por algo se ha caracterizado Bielorrusia en los últimos lustros es, precisamente, por no dejarse manipular por los agentes externos hegemónicos en el orden mundial resultante de la caída del bloque socialista. Si la de Yeltsin fue la etapa de aplicación en Rusia de los programas de ajuste (permítasenos el eufemismo) del Fondo Monetario Internacional, al igual que se hizo en toda el área de los 25 países exsoviéticos, hay que decir que precisamente Bielorrusia ha establecido su política internacional de alianzas, incluyendo el actual alineamiento con su vecino, en función de sus objetivos en el interior, que han pasado en todo momento por la recuperación, primero, y mantenimiento, después, del control de las principales empresas estatales y sectores estratégicos, lo que no ha tenido por qué suponer el impedimento de toda iniciativa privada en el terreno económico.

    En lo que aquí nos atañe, en Rusia la década yeltsiniana supuso la abrupta privatización masiva, entre 1991 y 1994, de todo tipo de empresas y servicios públicos, modelo seguido por los demás Estados de la antigua URSS, y que supuso la caída del ingreso real por habitante de un 42% entre 1988 y 1995, el aumento del porcentaje de población en situación de pobreza de 2% en 1988 al 50% entre los años 1993 y 1995 y la disminución de la esperanza de vida entre los varones rusos de 64,2 en 1989 a 57,6 en 1994, producida por la situación de estrés social consiguiente al fin de la seguridad de tener un empleo de por vida, remunerado, una pensión segura, así como un sistema de protección social general para toda la población y para todos los casos, en una nueva situación caracterizada por la explosión del desempleo, la caída vertiginosa de los salarios reales, la aparición de retrasos en los pagos de salarios y pensiones, el deterioro del sistema de salud y una política restrictiva de la parte del Estado (Porras Musalem, 2018) (5). Sin embargo, en Bielorrusia, muy al contrario, la tónica fue un bajo porcentaje de privatizaciones y posteriores renacionalizaciones de empresas estatales. El análisis comparativo de la mortalidad de personas adultas en edad laboral entre Rusia (con privatizaciones masivas y rápidas) y Bielorrusia arrojó resultados espectaculares y, por ejemplo, si el consumo promedio de vodka per cápita en Rusia y Bielorrusia en 1990 era el mismo, 3,6, en 2003 en Bielorrusia era de 3,2 y en Rusia, de 6,2. En una visión de conjunto, las privatizaciones masivas en estos países ocasionaron una sobremortalidad de 3 millones de personas. Literalmente el gobierno bielorruso con su política salvó vidas (Maestro, 2011: 4-5) (6). Esto significa que se sustrajo al neocolonialismo en virtud del cual “el desmantelamiento del sector público de la economía, recomendado y a menudo impuesto por el «consenso de Washington» neoliberal, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, es la premisa del control neocolonial que ejercen las multinacionales y las grandes potencias capitalistas sobre los países a los que «asisten»” (Losurdo, 2015: 49) (7).

    En el caso ruso, si en apariencia las reformas eran guiadas por un grupo de altos funcionarios estatales encabezados por el primer ministro Yegor Gaidar, sin embargo, detrás de ellos estaban altos funcionarios del gobierno de EE.UU. y un grupo de economistas estadounidenses, especialistas de la Universidad de Harvard estrechamente ligados al gobierno norteamericano. En puestos directivos del Comité Estatal de Bienes Públicos fueron colocados consultores extranjeros, incluyendo a oficiales activos de la Agencia Central de Inteligencia norteamericana. Lógicamente “la administración estadounidense veía al presidente Boris Yeltsin como un leal defensor de sus intereses en Rusia. Los economistas neoliberales Jeffrey Sachs y Andrei Shleifer y el jurista Jonathan Hay ejercieron una influencia en la política económica de Rusia sin precedentes en un Estado independiente”, de tal modo que los consejeros estadounidenses elaboraron medidas políticas con Gaidar, el dirigente de un clan político Anatoli Chubáis y sus colegas, que después incluían en los decretos presidenciales. Cada resolución económica significativa de la presidencia de Yeltsin fue llevada a cabo de ese modo y el Parlamento fue dejado de lado. El banquero estadounidense de origen ruso Boris Jordan (Dzasarov, 2014) (8)

     «cuenta que, en septiembre de 1992, fue visitado por Chubáis, quien dirigía el Comité Estatal de Bienes Públicos, con el pedido de que elaborase de manera urgente un programa de privatizaciones. La urgencia se explicaba porque el 9 de diciembre debía abrirse la Asamblea regular de los Diputados del Pueblo y quería comenzar la privatización antes de esa fecha, para colocar a los elegidos del pueblo frente al hecho consumado. Un equipo de expertos occidentales bajo la dirección de Jordan «trabajó día y noche, literalmente día y noche, quitándole horas al sueño en las oficinas». Pasando por alto muchas etapas del trabajo, en detrimento de la calidad, los técnicos cumplieron el plazo y el programa fue lanzado un día antes de la apertura de la Asamblea. «Lo que mi abuelo no pudo lograr en la época de la guerra civil con el Ejército Blanco contra los comunistas, lo hicimos nosotros expulsando al Estado de las relaciones de propiedad», concluye con satisfacción el nieto del emigrado antibolchevique.»

    Naturalmente, para la experta en Relaciones Internacionales Mercedes Guinea este capítulo histórico bien conocido, no ya por cualquier representante académico formado en su misma disciplina, sino por cualquier persona con un mínimo interés por la historia reciente de la historia y la política internacional, no constituye un ejemplo significativo de países que “se dejan controlar”, por retomar su expresión. En la época actual, caracterizada por el mandato de Putin, Moscú considera que ha mostrado demasiada paciencia con unas potencias occidentales de las que no ha recibido nada relevante; que se ha comportado con una enorme ingenuidad con Estados Unidos, en quien resulta imposible confiar; que dichas potencias no son otra cosa que competidores descarnados que porfían por privar a Rusia del control sobre países importantes de su esfera de influencia al tiempo que no dudan en trazar oleoductos que aspiran a disputar a Moscúel negocio del transporte de las materias primas energéticas extraídas en la cuenca del Caspio; que los datos positivos que la economía del país ha presentado en su momento no eran del agrado de muchos de los Gobiernos occidentales por apreciar estos en ellos un cimiento para una mayor influencia internacional; y que el mundo occidental está empeñado en acometer un cerco sobre el país en Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Georgia, Moldavia y Ucrania de acuerdo con una operación en la que estarían inmersos, entre otros, Estados Unidos –a través de su creciente presencia en el Cáucaso, Asia central y Ucrania–, la Unión Europea –con sus ampliaciones en Europa central y oriental– o la OTAN –con la incorporación de nuevos Estados y una cada vez mayor presión militar– (Taibo, 2022: 138-140) (9). Tal cerco, marcado por el unilateralismo, tendría el objetivo de hacer de Rusia un país “débil, obediente, dependiente y subordinado”, según la expresión del filósofo Alexandr Dugin (cit. en ibid.: 140); por ejemplo, armando drásticamente a Ucrania (Siyi, 2022) (10).

    La interviniente en el programa de TVE que consideraba a Bielorrusia como un país que se deja controlar, Mercedes Guinea, es, entre otras adscripciones, vocal de la Comisión Ejecutiva del CFEME o Consejo Federal Español del Movimiento Europeo (11), un think tank que “encamina su actuación de una parte a propiciar el desarrollo de una identidad europea” y que “España sea un factor dinamizador en el proceso de construcción europea”. De la Unión Europea y sus valores ya nos ocupamos en otro artículo para Revista La Comuna; aquí nos limitaremos a apuntar que si tres de los expertos seleccionados por Javier Ruiz para el programa Las Claves han sido ministros de Gobiernos españoles y uno ha sido Jefe del Estado Mayor del Ejército español, como así fue, la pertenencia de Guinea al CFME no nos aleja mucho del plano político, ya que (12)

    «Desde la instauración de la democracia, el CFEME ha contado con el apoyo de las Administraciones públicas y particularmente del Ministerio de Asuntos Exteriores, de las Comunidades Autónomas para los Consejos correspondientes y con el patrocinio de entidades privadas. Asimismo, muchas de sus actividades se realizan en colaboración con la Representación en España de la Comisión Europea y la Oficina en España del Parlamento Europeo. Integran el CFEME los Consejos de las Comunidades Autónomas, partidos políticos, organizaciones socioeconómicas y municipales, centrales sindicales, entidades socioprofesionales y asociaciones procedentes del periodismo o la universidad junto a numerosas entidades ciudadanas con vocación europeísta, representantes de la sociedad civil.»

    Al final de la página web del CFEME, significativamente, aparece el logo del Ministerio de Asuntos exteriores, Unión Europea y Cooperación y en su Comisión Ejecutiva aparece gente del mundo académico, amén de representantes de los partidos PP y PSOE (con alguno de Ciudadanos), la CEOE y los sindicatos de Estado CC.OO. y UGT (13), lo que nos invita a concluir recordando algunas de las preguntas en torno a la dinámica periodística que nos planteaba el reportero e investigador Michel Collon (2002: 200-205) (14):

    «¿Quién decide lo que deben decir los media? ¿Quién da al periodista su materia prima? De hecho, siempre son las mismas fuentes: gobierno, administración y empresas. […] Todo esto supone la existencia de grandes medios cuya misión es alimentar e influir en los media. […] Claro que, evidentemente, la credibilidad de la información exige a los periodistas adoptar un aire «independiente». […] Más allá […] de las rivalidades entre los partidos dominantes, que algunos medios se encargan de realzar, nuestros media no muestran ningún espíritu realmente crítico sobre las cuestiones fundamentales.»

     

    IMAGEN DE PORTADA: Foto: EKATERINA SHTUKINA / SPUTNIK / G

     

    Notas:
    1. Las claves del siglo XXI. Pinche AQUÍ para enlace web.
    2. DOMENACH, Jean-Marie (1986): La propaganda política. Buenos Aires: Eudeba.
    3. 25 de febrero de 2022. “Análisis de las consecuencias imprevisibles de la guerra iniciada por Rusia contra Ucrania”. Pinche AQUÍ para enlace web.
    4. (1994): La información binaria (emotividad y simplicidad en el periodismo). Sevilla: Colectivo Cultural Gallo de Vidrio.
    5. PORRAS MUSALEM, Laila (2018): “Un recorrido histórico por la desigualdad en Rusia, a 100 años de la revolución”. Pinche AQUÍ para enlace web.
    6. MAESTRO, Ángeles (2011): “Crisis capitalista: guerra social en el cuerpo de la clase obrera”. Pinche AQUÍ para enlace web.
    7. LOSURDO, Domenico (2015): La izquierda ausente. Crisis, sociedad del espectáculo, guerra. Barcelona: El Viejo Topo.
    8. DZASAROV, Ruslan (2014): “Cómo Rusia volvió al capitalismo. El desarrollo del subdesarrollo en sociedades postsoviéticas”, Nueva Sociedad, 253, septiembre-octubre 2014. Pinche AQUÍ para enlace web.
    9. TAIBO, Carlos (2022): Rusia frente a Ucrania. Imperio, pueblos, energía. Madrid: Los Libros de la Catarata.
    10. SIYI, Luo (2022): “Inspiraciones de la Guerra de Ucrania: No tiene sentido contar con la «amabilidad» de EEUU”. Pinche AQUÍ para enlace web.
    11. Pinche AQUÍ para enlace web.
    12. Pinche AQUÍ para enlace web.
    13. Pinche AQUÍ para enlace web.
    14. COLLON, Michel (2002): ¡Ojo con los media! Hondarribia: Hiru.

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    Manuel Rodríguez Illana (1975, Sevilla, Andalucía), es doctor en Periodismo, licenciado en esa especialidad y en Psicología y profesor de Lengua Castellana y Literatura en la enseñanza secundaria. Como analista mediático es autor de El españolismo sonriente (2017), Por lo mal que habláis (2019) y Andalucía, basurero del Estado español (2021) en Editorial Hojas Monfíes, así como El esclavo feliz (2022) en Secretolivo Ediciones. Es miembro del Laboratorio de Estudios en Comunicación (Ladecom) de la Universidad de Sevilla y del Grupo de Análisis de Noticias sobre Divulgación Lingüística, las Lenguas de España y sus Variedades (Lengua y Prensa) de la Universidad de Málaga.