
Manifestación 18 de Mayo en Algeciras bajo el lema “Drogas no, trabajo sí”. Imagen: Europa Sur.
Campo de Gibraltar, la reconducción de los conflictos: Narcotráfico, corrupción, paro y abandono.
“Unánime rechazo al narcotráfico y apoyo a las fuerzas de seguridad”, ese fue el titular principal de Europa Sur el pasado 18 de mayo en referencia a la manifestación convocada el día anterior en Algeciras al grito de “Drogas no, trabajo sí” que reunió a miles de personas. En la Plaza Alta de Algeciras se pudieron ver banderas del SUP (Sindicato Unificado de la Policía) –las únicas que se lucieron- o rostros conocidos como el de José Chamizo antiguo Defensor del Pueblo Andaluz y en su momento activista contra la drogadicción, la pobreza y la marginación en las zonas más deprimidas de San Roque (Cádiz).
El ambiente, perfectamente climatizado por los medios de comunicación, se está haciendo irrespirable en la comarca, con Algeciras como epicentro, desplazando del protagonismo a la localidad vecina de La Línea de la Concepción. En lo que llevamos de 2018, los medios de comunicación nos vienen informando de una situación de violencia y poder de las bandas dedicadas al narcotráfico, especialmente al de hachís, en la zona como hacía años que no ocurría, concretamente desde los 90. La pelea entre unos guardias civiles y los asistentes a una comunión, el fallecimiento de un niño y un reciente tiroteo, todos ellos ocurridos en Algeciras, han venido a caldear el ambiente. Da igual, si algunos de estos hechos tienen o no que ver con el narcotráfico, todo se mete en la coctelera y se agita con el fin de presentar una situación que justifique una mayor intervención policial y judicial.
Aunque nos parezca raro, la situación de paro, pobreza, marginación y exclusión social que vive la zona queda en un segundo plano o incluso desparece del discurso, haciéndose énfasis casi en exclusiva en el problema de orden público y la falta de medios policiales y judiciales para atajar el problema. El discurso de la Coordinadora de ONGs contra la droga del Campo de Gibraltar durante estos días no deja lugar a dudas, pero para muestra un botón, en una columna de opinión del citado Europa Sur, Juan Manuel Marques Morales escribía lo siguiente: “Tendríamos que comenzar a preguntarnos cuántos puntos de tasa de paro se deben, en realidad, a la droga; es decir, cuántos trabajadores obvian de modo voluntario del mercado laboral para dedicarse a un negocio ilegal que da inmensos beneficios, tiempo libre, poca carga de trabajo a cambio de un riesgo carcelario que, en el caso del hachís, casi nunca supera los cuatro años”. Y continúa: “No creamos que el narcotraficante no tiene otro modo de vida y que por eso, casi muerto y angustiado por no poder dar de comer a su familia, se tira al delito. No le demos este argumento social porque es falso. El narco se dedica a ello porque es fácil y porque trabajar de verdad es complicado, por lo general se paga mal, consume buena parte del tiempo vital y, además, se necesita el esfuerzo continuo de la formación. Cuando un alumno, en un caso ya célebre, le chuleaba en Barbate al maestro con el dinero que él ganaba en cada descarga de hachís, porque triplicaba al salario del docente, no lo hacía obligado por la miseria, sino caído ante el atractivo del dinero fácil y de ese romanticismo criminal que muchas películas y series patrocinan”. Lo peligroso del discurso es evidente y es propio de una derecha neoliberal que criminaliza al pobre, al parado y al marginado del narcotráfico.
En estos días es frecuente en Algeciras culpabilizar al cani, al pobre, al que pega un lanchazo porque así resuelve la situación temporalmente.
Este artículo que estamos escribiendo ahora mismo tiene una carencia: el no posicionarse sobre la cuestión peliaguda de la legalización del tráfico y consumo de drogas. Lo complejo del tema desbordaría el artículo y sería materia para un estudio -que los hay- mucho más detallado. El propósito de este artículo es otro. Sin embargo, es necesario apuntar algo que tiene que ver con los argumentos que expone el columnista de Europa Sur, se trata de la referencia que hace al alumno de Barbate que chulea al maestro porque gana más dinero que él descargando hachís. Es cierto, eso ocurre, pero ocurría también lo mismo antes del estallido de la crisis cuando por ejemplo era muy común encontrar a alumnos de institutos de Marbella o Málaga vacilar a su profesor o a su profesora porque trabajando en la construcción ganaban más que él o ella. La diferencia es que descargar hachís es ilegal y trabajar en la construcción no.
La cuestión en todo caso es que culpabilizar a alguien porque le resulte más fácil y más lucrativo una actividad económica determinada es hipocresía, es negar que la facilidad para lucrarse es lo que guía la sociedad capitalista, esa misma que nunca se cuestiona; culpabilizar al pobre por querer ser rico, por querer vivir como los ricos, y por querer serlo lo antes posible, es escurrir el bulto de una sociedad con unos valores podridos, una sociedad que, en el colmo de su hipocresía, culpabiliza a quienes quieren seguir los modelos de éxito económico y social impuestos. Pero la cuestión es que ese ejército de porteadores de hachís, de esos que pegan los lanchazos, etc., rara vez se hacen ricos con esas actividades. El enriquecimiento está reservado a unos pocos, a los que suben peldaños a costa de aguantar el tipo ante la Guardia Civil o a costa de la violencia pura y dura.
“En la comarca del Campo de Gibraltar ni hay alternativas laborales al narcotráfico, ni se quieren crear.”
En la comarca del Campo de Gibraltar ni hay alternativas laborales al narcotráfico, ni se quieren crear. No lo decimos nosotros, lo dice el propio alcalde de La Línea, Juan Franco, que en marzo pasado se sentía “decepcionado” por la falta de inversiones concretas después de haber mantenido una reunión con el Viceconsejero de la Presidencia de la Junta, Fernando López Gil, el Delegado del Gobierno andaluz en Cádiz, y los diferentes delegados territoriales de las consejerías. Ni inversiones ni nada que se le parezca.
También en marzo pasado, la Presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz se reunión con el Ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido. Solo hablaron de medidas de seguridad. Que se sepa, Susana Díaz no ha tenido ninguna reunión pública con miembros del Gobierno español para despachar sobre inversiones o planes de choque de empleo. Nada.
Mientras, el paro campa a sus anchas en la comarca (cifras de abril de 2018):
La Línea de la Concepción es el cuarto municipio de más de 50.000 habitantes del Estado español con mayor tasa de población en riesgo de pobreza, con un 37,60%, tras Sanlúcar de Barrameda, Alcalá de Guadaira y Utrera.
Quizá, al columnista Juan Manuel Marques Morales le gustaría que en el Campo de Gibraltar hubiera la situación que describe el escritor Luis Miguel Fuentes respecto a Sanlúcar: ”Aquí la gente es muy conformista. Trabaja 12 horas y cotiza cuatro”. Pero claro es más fácil incidir en culpar al pobre por buscar vías ilegales de no ser pobre, por querer vivir su particular sueño capitalista -ese sueño que le venden las 24 horas del día, todos los días del año-, por no querer ser víctima de la precariedad y de sus círculos viciosos, por querer un dinero fácil y rápido, que igualmente se irá tan fácil y tan rápido como se ha conseguido.
Estamos en la Andalucía, en esa Andalucía donde según la EPA del cuarto trimestre de 2017 el 13,52% de los hogares andaluces cuenta con todos sus miembros en paro, en el Estado es del 10,36%. El 29,83% de los hogares andaluces tiene al menos la mitad de sus miembros activos en paro, frente al 20,22% de la media estatal. Según un estudio del sindicato UGT del verano pasado, el 45% de las personas desempleadas en Andalucía llevaban más de un año en las listas del paro, muchos y muchas ya sin ningún tipo de cobertura; de cada cien contratos que se firman, cinco son temporales; el 48,5% de las personas desempleadas está en riesgo de pobreza; más de 400000 andaluces y andaluzas llevan más de un año en paro, 535.000 no tienen prestación; mientras el salario medio en Andalucía es un 9,8% más bajo que en el Estado español (1.475 euros al mes por los 1.646 euros en el resto del Estado).
No hay inversiones ni planes porque sencillamente no interesan, porque justamente esta es la manera de reconducir los conflictos que recorren a esta comarca andaluza. Porque será siempre más fácil y barato destinar policías y guardias civiles, o jueces y fiscales, que planes de inversión, que defender al sector pesquero o que resucitar a la contaminante industria de la zona, en definitiva, que le interesará más al Estado español en su reparto territorial de funciones mantener al Campo de Gibraltar tal y como está.
Pero, realmente, ¿quiénes se benefician de esta situación?
Se habla y mucho últimamente de las principales bandas del tráfico de hachís, de los Pantoja, los Castañitas o de, sobre todo, Abdellah El Hadj, conocido como “el Messi”, sin embargo, se habla menos de un negocio mucho más lucrativo que el tráfico de hachís en lanchas desde Marruecos: la cocaína que entra por el puerto de Algeciras. El blanqueo de dinero o la ostentación de lujo de las bandas o más bien clanes del hachís citados no tienen nada que ver con lo que estamos acostumbrados o con los clichés difundidos por series y películas: nada de ingeniería financiera, nada de grandes negocios destinados al blanqueo, si acaso, algún que otro chalé, algún que otro coche de lujo, y algún que otro bar, restaurante o tienda de ropa –la ya bautizada como la narcoeconomía del Campo de Gibraltar-, pero poco más. Hay discreción, mucha discreción. Se cree, según investigaciones policiales, que la mayor parte del dinero lo ocultan bajo tierra. Lo que sí parece, acudiendo a esas mismas fuentes policiales, es que esos grupos están dejando de lado la competencia y parecen trabajar más en cooperativa y parece que tienen ya la capacidad de infiltrarse en las diferentes instituciones. En todo caso, a nivel organizativo sí que ha habido un salto cualitativo. Pero todo parece indicar que quienes de verdad se benefician del tráfico de hachís son quienes se dedican a transportarlo y venderlo posteriormente a países europeos.
La entrada de cocaína por el puerto de Algeciras es otro cantar.
Según fuentes policiales, los carteles mexicanos y colombianos en Algeciras subcontratan lo que necesitan, en algunos casos se trata de mano de obra en el puerto, en otros casos, un piloto, en otros, un transportista. Para ello utilizan las redes del hachís que se han consolidado durante años en la zona. Ahí entran los clanes locales del Campo de Gibraltar, es decir, los clanes del hachís son subcontratados en muchas ocasiones por los narcos mexicanos y colombianos. Algeciras se ha situado como el principal punto de entrada de cocaína de Europa, así de claro. Pero hay otra cuestión más que tampoco se suele señalar: la implicación de agentes de la Guardia Civil. A la pregunta formulada por el senador de EH Bildu, Jon Iñarritu, el año pasado sobre miembros de cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado detenidos por narcotráfico, el Gobierno español tuvo que responder, de bastante mala gana, que entre 1990 y 2016, 85 guardias civiles y 28 policías nacionales habían sido detenidos por este delito, siendo los destinos de esos agentes mayoritariamente Málaga, Almería y Algeciras.
“A pesar también de la violencia que también golpea la Costa del Sol, con frecuentes asesinatos motivados por ajustes de cuenta, las alarmas no han saltado, ¿por qué? Cuestión de clases.”
Tampoco se puede entender la situación del Campo de Gibraltar sin analizar qué está pasado en la comarca vecina, es decir, en la malagueña Costa del Sol. No hay organización criminal que no esté asentada de alguna manera en la Costa del Sol: colombianos, mexicanos, napolitanos (Camorra), sicilianos (Mafia), calabreses (‘Ndrangheta), irlandeses, kosovares, rusos, ucranianos, georgianos, chechenos, etc. Es ahí donde se blanquea el dinero y es ahí donde cierran los negocios y transacciones comerciales o los bufetes de abogados que han encontrado un buen nicho de negocio defendiendo a los narcos del Campo de Gibraltar. Sin embargo, y a pesar también de la violencia que también golpea la Costa del Sol, con frecuentes asesinatos motivados por ajustes de cuenta, las alarmas no han saltado, ¿por qué? Cuestión de clases. Son a su vez estos grupos asentados en la Costa del Sol los que están suministrando armas, en su mayoría procedente de la Europa del Este, a los clanes del narcotráfico del Campo de Gibraltar.
En el Campo de Gibraltar el nacionalismo español construyó uno de sus mitos fundacionales: la conquista de hordas árabes y musulmanas en el 711 al mando de Tariq Ibn Ziyad y Musa Ibn Nusair. El nacionalismo español siempre que la coyuntura política lo propicie no deja de utilizar a los habitantes de esta comarca en sus recurrentes conflictos con el territorio andaluz ocupado por el Reino Unido del Peñón de Gibraltar, lo último: el Brexit. Para todo lo demás, los habitantes del Campo de Gibraltar no existen, están condenados.
Que no nos engañen, mientras el conflicto del narcotráfico siga no habrá espacio para una verdadera confrontación entre los actores –opresores y oprimidos- del Campo de Gibraltar y no habrá espacio para un protagonismo político popular transformador.
Autor
Nacido en Málaga, en 1975, Licenciado en Filología Inglesa por la UMA. Ha militado en organizaciones comunistas y soberanistas andaluzas de izquierdas e, igualmente, en movimientos sociales y populares de Málaga.
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