“La hegemonía estadounidense ha muerto y sus epitafios están en Afganistán y Venezuela”

    Con lacónica visión Vladimir Putin, Presidente de la Federación de Rusia, exhortó a EE.EE, a dejar de lado su política de “construir democracias” en otros países. La situación estratégica absolutamente desestabilizada para el poderío político y militar estadounidense, con casos recientes como los de Afganistán y la República Bolivariana de Venezuela ponen de manifiesto la cada vez más caduca pretensión de universalizar tu agenda y modelo, tal como lo proclamó alegremente en su “fin de la historia” Francis Fukuyama, en aquellos años 90 del siglo pasado cuando la borrachera por la caída del bloque soviético, tenía a los liberales a millón.

    Un poco más incisivo, el Presidente Ruso dijo: “Hay que poner fin a la política irresponsable de imposición de valores ajenos desde afuera, a las ambiciones de construir democracia en otros países según moldes ajenos sin considerar las peculiaridades históricas, nacionales, religiosas e ignorando completamente las tradiciones de estos pueblos”.

    Yendo a fondo, la salida de tropas estadounidense de Afganistán, al margen de toda consideración, y después de 20 años de presencia hegemónica allí no es otra cosa que un fracaso militar y político que termina por hundir un liderazgo ya suficientemente socavado en línea continua desde George W. Bush para acá, y es a todo evento un estado demostrativo de la incapacidad creciente de este país de ejercer a placer sus cualidades autoproclamadas de hegemón púnico, supremo y excepcional.

    Al parecer, salvo que sea parte de algo planificado con demenciales escenarios ya que a todo evento tal cosa deja muy mal parada las fuerzas militares de ese país, los grupos de asesoría estratégica e inteligencia estadounidense bien pueden darse la mano con quienes en Venezuela pretendieron la absurda locura de entronizar un espurio interinato que usurpara el Poder de la Presidencia de la República, elegida el 20 de mayo de 2018.

    De paso, tal estrategia la realizaron con un personaje que no solo no tenía absoluto reconocimiento como líder de nada en la oposición venezolana, sino que resultó ser un compendio de torpeza política.

    Esta barbaridad ha conducido a nuevas derrotas a una oposición hoy dividida en varios segmentos y con dificultades para afrontar siquiera con opción victoriosa unas elecciones regionales (gobernadores y alcaldes) previstas para el venidero 21 de noviembre; aunado a un sector extremista que por más que procure presentarse en México con ínfulas de triunfo, tiene poco o nada que ofrecer sustancialmente en esa mesa, salvo que actúe bajo la sombra de representación del interese estadounidense, cuestión que le haría tener sentido en dicho espacio.

    Basta ver si el gobierno estadounidense cederá en la Mesa de diálogo de México, o seguirá en su obtusa posición de creer que presionando obtendrá alguna modificación sustancial que no lograría otra cosa que: a) aumentar el sufrimiento del pueblo venezolano que identifica claramente el daño causado por las medidas de bloqueo provenientes de Washington; b) aumentar el repudio tanto a lo interno de Venezuela, así como a nivel regional; c) seguir cuesta abajo en un liderazgo básicamente socavado y divorciado de las consideraciones positivas de los pueblos latinoamericanos.

    Eso sin contar el absoluto letargo de todo esquema de integración o incluso de diálogo latinoamericano, que parece tener un intento de la diplomacia mexicana de moverse a partir de la revitalización de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, más cuando tenemos una Organización de Estados Americanos socavada por completo, su última puesta en escena fue ni más ni menos que legitimar el golpe de Estado en Bolivia en 2019, y la creación de grupos cuyo interés superior, sumando derrocar al gobierno de Venezuela, es seguir pie juntillas instrucciones de la nación del norte.

    Habrá que ver hasta qué punto, y con las consecuencias económicas y sociales a flor de piel en la región, los gobiernos sigan el empeño demencial de obstaculizar por instrucciones de Washington cualquier línea de trabajo con Caracas, hasta ver una resolución definitiva convertida en rendición de la Revolución Bolivariana, cosa que con el pasar del tiempo está más alejada.

    Al contrario todo parece indicar que cada vez más las aguas vuelven a su cauce y los gobiernos de la región continúan una etapa de deshielo que tiene como hito principal la entrada de una nueva Asamblea Nacional que ha trabajado para reinstitucionalizar los mecanismos democráticos del país caribeño, sino además para avanzar en acuerdos propios del llamado dialogo nacional establecido y suscrito en septiembre 2019, en Casa Amarilla, sede diplomática del Ministerio del Poder Popular de Relaciones Exteriores de la República Bolivariana de Venezuela.

    Con avances concretos, esta instancia ha dejado mayores logros propios de exhibir como gestos en los Estados Unidos Mexicanos, que otros proceso de diálogo, lo cual permite a la Revolución Bolivariana encabezada por Nicolás Maduro Moros, exigir con fuerza el siguiente paso de concesiones en torno a tres puntos claros: 1. Levantamiento total de las medidas coercitivas unilaterales en contra del país; 2. Retorno de activos, cuentas bancarias, CITGO, MONÓMEROS, el oro que se encuentra secuestrado en Inglaterra y el desbloqueo de acceso y presencia en la arquitectura financiera internacional; y 3. Reconocimiento de todos los poderes públicos y las instituciones democráticas existentes en Venezuela.

    Es evidente que a estas alturas, y con otro candelero en la fachada oriental del planeta, que las posiciones de exigencia de “gestos” vertidas por el Secretario de Estado Anthony Blinken, y segundadas por Josep Borrel y el Canciller de Canadá, como especie de pre condición para avances en el diálogo de México, es cuando menos una performance propia de un autoproclamado supremacismo, para que nadie vea el desastre político que vienen dejando atrás.

    Ahora bien, como sea que todo imperio en riesgo toma diversos cursos de acción, toca ver los acontecimientos futuros en el caso de Venezuela, y el de Afganistán, muestra evidente del fin de ese unilateralismo cowboy de imponer modelos como dogmas. Sin embargo América Latina tiene suficientes yagas históricas de la imposición de fórmulas de ese tipo, y levantamientos populares en todos esos momentos.

    La hegemonía (ya no global y ya no unilateral) estadounidense ha muerto y sus epitafios están en Afganistán y Venezuela. El tiempo dirá si realmente lo han comprendido en Washington…

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    Licenciado en Ciencias Políticas de la Universidad Central de Venezuela.

    Estudios en maestría en Seguridad y Defensa de la Nación y Resolución de Conflictos.

    Diplomado de Filosofía de la Guerra.

    Colaborador en el área de Secretaría de la Asamblea Nacional Constituyente.

    Asesor de la Contraloría General de la República.

    Asesor de la Gobernación del Estado Falcón en materia de planificación y políticas públicas.

    Articulista del Diario Venezolano Correo del Orinoco.