“ Gaseoducto NordStream2: ¿Cómo inducir a pensar motivos mutuamente opuestos para apuntar a un mismo presunto culpable a la vez y no estar loco? ”

    “ Un nuevo sobresalto en materia de energía llega desde Dinamarca”

    “Se trata de dos gasoductos germanorrusos”

    “Noruega se alza “como el principal proveedor de gas europeo” a Europa “desbancando a Rusia””

    “Estados Unidos podía “transformarse en el principal proveedor de gas natural licuado de Europa””

    Como señaló en una ocasión la corresponsal de la cadena rusa RT en Nueva York, Helena Villar, en el canal televisivo La Sexta “Han pasado de calificar el posible uso y/o desarrollo de Ucrania de armas biológicas mediante programas reales financiados por el Pentágono de conspiranoia rusa a conspirar sobre el posible uso de las mismas por parte de Rusia sin que se les caiga la cara de vergüenza” (1). Pero a finales de septiembre nos encontramos con otro tema en el que el relato mediático se alineó con una determinada línea argumental, relegando a la opuesta, precisamente, como conspiranoia.

    El 26 y 27 de ese mes se produjeron “Tres misteriosas fugas en gasoductos desde Rusia”, según el titular de 20 Minutos. “La UE ha amanecido con un nuevo sobresalto en materia de energía que, de nuevo, llega desde Rusia. Al menos, este país es el origen de los dos gasoductos –NordStream 1 y NordStream 2–”, comenzaba el cuerpo de texto de la noticia (20minutos.es, 29/IX/2022) (2).

    Tanto uno como otro enunciado adolecen, empero, de un carácter cuanto menos tendencioso; no de forma literal el titular, en tanto que, efectivamente, los mentados gasoductos provienen de Rusia, de donde traen el gas, pero sí el principio del cuerpo de texto, puesto que los escapes, como luego se especifica, se detectaron “al noreste de la isla danesa de Bornholm” (ídem). Por lo tanto, más exacto hubiera sido contar que «un nuevo sobresalto en materia de energía llega desde Dinamarca». Por otra parte, en realidad, si bien los conductos, como ya hemos indicado, proceden de Rusia, sería más preciso decir que se trata de dos gasoductos germanorrusos; al menos, si consideramos la fuente de financiación del proyecto. Fue el antiguo canciller alemán (de 1998 a 2005) Gerhard Schröder uno de los pocos líderes teutones que tuvo una visión colaborativa de las relaciones entre Rusia y Alemania y durante su mandato se firmaron decenas de acuerdos de cooperación, amén de la construcción del Nord Stream (Zamora Rodríguez, 2018: 55-67) (3), itinerario de gas natural construido en alta mar desde Víborg en Rusia hasta Greifswald en Alemania, localizaciones unidas por el Norte de Europa; obra en la que de hecho participaron las empresas energéticas alemanas E.ON y BASF junto con la sociedad holandesa de transporte de gas Gasunie (VV.AA., 2009: 112) (4).

    En el espacio 24 Horas de Radio 5 Todo Noticias, medio público estatal de RNE (Rne.es, 28/IX/2022) (5), se comentaba la hipótesis del sabotaje, la más probable según varias figuras expertas. Uno de los periodistas colaboradores del programa se refería, no obstante, a “Este argumento” como “el que han utilizado en redes [sociales], de forma retorcida, quienes defienden que el sabotaje es producido en la sombra por Estados Unidos en un ataque de falsa bandera. En este caso, estos argumentos, por ahora con tintes conspiracionistas, se apoyan en unas declaraciones de Joe Biden del 7 de febrero de 2022 que han renacido en las últimas horas”, contaba; de estas palabras nos ocuparemos más adelante. Tras reproducirlas, el periodista prosiguió comentando que “El presidente de Estados Unidos decía, diecisiete días antes del comienzo de la guerra, que si Rusia invadía Ucrania terminarían con el gasoducto Nord Stream 2; unas palabras tomadas como sagradas para sostener un sesgo de confirmación que no se sostiene y que es mentira, puesto que, en la práctica, aunque ese gasoducto se completase en 2021, no llegó a estar operativo”. La toma de partido del comentarista de RNE es clara.

    El conductor de 24 Horas es Josep Cuní, un periodista que, por cierto, cuatro años antes había elaborado para el canal televisivo Cuatro La Rusia de Putin (Cuatro.com, 15/06/2018) (6), un reportaje que definía a ese país como “rendido a su líder político”, según el titular del enlace promocional del reportaje (Mediaset.es, 13/VI/2018) (7). En cuanto a los sabotajes, Cuní reforzó esa interpretación con esta adenda: “Pues añadamos lo que nos ha dicho Antonio Turiel”, científico del Instituto de Ciencias del Mar del CSIC, en torno a los daños ecológicos; esto es, supuestamente “que esa es una zona muy monitorizada y que parece mentira que haya podido ser un ataque o un sabotaje porque las cámaras, los satélites, hubieran podido, hubieran tenido que detectarlo. Traslado todo eso, como vas a hacer ahora, a las redes y verás tú cómo la polémica sigue viva y las miradas conspiracionistas, todavía más; lo que aún plantea más dudas sobre las palabras en Twitter de Radek Sikorski, ¿no?”. Cuní reutilizaba, así, el término «conspiracionista», que su colaborador había empleado para referirse a la hipótesis de que tras el sabotaje hubiera estado la mano estadounidense.

    Apostillaba este último: “El eurodiputado, eso es, del Grupo Popular Europeo y presidente de la Delegación para las Relaciones con Estados Unidos es quien se suma a la teoría de que Estados Unidos es quien ha atacado los gasoductos al escribir un tweet que reza literalmente «Gracias, USA» (8)”. Continuaba así: “Como te decía, Josep, hay dos posturas en redes y la segunda es la que apunta que el sabotaje puede tener la firma del presidente ruso; entre otras cosas, para que suba el precio del gas en los mercados mundiales”. A esta última hipótesis, a diferencia de lo merecido por la anterior (existencia de un sabotaje y autoría estadounidense), no le dedicó ningún epíteto peyorativo o que denotara cualquier género de escepticismo.

    Lo que ocurre, además, es que, el parlamento de Cuní, que despacha la teoría de una acción de Estados Unidos encuadrándola, como hace su colaborador, en la categoría de «miradas conspiracionistas» apoyándose en «lo que nos ha dicho Antonio Turiel», en tanto el recorrido del oleoducto «es una zona muy monitorizada» y por lo cual «parece mentira que haya podido ser un ataque o un sabotaje», ya que los correspondientes equipos de detección «hubieran tenido que detectarlo», de hecho no refleja el absoluto el sentido real de lo que acaba de aportar el referido científico tan solo medio minuto antes de la intervención del colaborador del programa. Es tan sencillo como escuchar la respuesta completa que Turiel ofreció (9):

    Bueno, esto es un desastre que yo creo que todavía no se ha valorado de la manera que corresponde. Es evidente que esto ha sido intencionado. Los sismógrafos de la zona registraron dos explosiones, una de ellas bastante fuerte, y claro, además, teniendo en cuenta lo que han dicho, los daneses, del daño en la sección. En un caso hablaban de doscientos metros, en el otro hablan de mil metros; está claro que esto, bueno, han sido cargas explosivas colocadas en la zona… Que además es muy complicado, porque es una zona muy monitorizada, donde hay muchos radares. Es una zona de muchísimos barcos donde hay una actividad mercantil increíble y además es una zona muy vigilada porque justamente era una vía habitual de escape de los submarinos rusos, con lo cual no se entiende bien qué ha pasado aquí porque cualquiera que hubiera intentado montar una operación de este estilo tendría que haber sido detectado. Entonces, es bastante extraño, no sabemos si a lo mejor las cargas fueron colocadas hace tiempo. Entonces, bueno, ya veremos exactamente qué es lo que ha pasado pero todavía habrá que dilucidar. Lo que sí es bastante preocupante es que esto sí que realmente tiene pinta de que nos va a dejar sin gas mucho tiempo, incluso aunque se arreglen las cosas con Rusia, y esto, pues, va a tener consecuencias bastante funestas para Europa.  

    Más allá, “El mar Báltico está rodeado de tierra y es poco profundo. Casi todos los movimientos son conocidos y observados por los Estados ribereños y sus buques”, observó Julian Pawlak, de la Universidad militar Helmut Schmidt de Hamburgo (Elceo.com, 28/IX/2022) (10), y para quien “El comando marítimo de la OTAN y los buques aliados” estaban “considerando y preparándose para actividades híbridas, incluyendo el sabotaje de infraestructuras críticas, al margen del objetivo principal de la defensa colectiva” (Semanariouniversidad.com, 28/IX/2022) (11). “La mayoría de las fugas” se encontraron “en aguas relativamente poco profundas, entre 71 y 88 metros”, lo que, a juicio de diversos analistas navales, “dificultaría el acceso de los submarinos rusos sin ser detectados” (Clarin.com, 29/IX/2022) (12). Y muy cerca de las aguas territoriales danesas; por ende, de la OTAN.

    De hecho, el día siguiente, sin ir más lejos (Rne.es, 29/XI2022) (13), y sin aparente reconocimiento de la propia contradicción con lo expresado la jornada anterior, narraba Cuní (14), en referencia a la recuperación económica, que lo que sucede con los gasoductos Nord Stream tampoco ayuda. La cuarta fuga, una cuarta fuga, refuerza las sospechas de que se trata de un ataque deliberado. Las autoridades de Suecia y Dinamarca pondrán en marcha una investigación cuando deje de salir gas de las tuberías, pero la OTAN ya habla abiertamente de sabotaje, mientras el Kremlin niega ser el responsable.

    Como si nada. Y la corresponsal Isabel Dólera mencionaba que según Dmitri Peskov, el secretario de prensa del presidente ruso, entre otras cosas “en el Báltico hay muchos más buques de la OTAN que rusos” pero, “mientras, la Alianza” Atlántica “ha dejado claro que va a responder ante cualquier ataque deliberado contra infraestructuras críticas para evitar que se use como táctica para una guerra híbrida”. Un clásico de la contraargumentación propagandística es trasladar primero, debidamente deformados, los argumentos del adversario para reservarnos el turno final en el que supuestamente los desactivamos.

    ¿Cómo inducir a pensar dos motivos mutuamente opuestos para apuntar a un mismo presunto culpable a la vez y no estar loco? En una de las ediciones de Sábado Clave, de La Sexta, el consultor en el sector energético y renovables Carlos Cagigal afirmó, en relación con el sabotaje de los Nord Stream: “Tiene dos intenciones muy claras: una, agitar los mercados del gas, porque el gas ahora empieza a bajar y ya, por mucho que se intente, los mercados, el precio del gas, se ha estabilizado y está bajando; dos, alterar el flujo marítimo, que es lo que ha pasado, ha tenido que… sobre todo, lo que es el transporte de mercancías peligrosas por barco, ha tenido que desviarse” (Atresplayer.com/lasexta, 1/X/2022) (15). Es decir, uno de los móviles ha sido que baje el precio del gas. Sin embargo, minutos después, en la misma cadena, dentro de La Sexta Noche, otro analista, Óscar Vara, profesor de Teoría Económica de la Universidad Autónoma de Madrid, de marcada orientación neoliberal (16,17), sentenció: “ahora mismo, beneficia claramente a los intereses de Rusia, que ve cómo los precios del gas están subiendo en los mercados”; ello, a pesar de que, como él mismo explica a posteriori, “ahora mismo todo el gas que no compramos a Rusia se está adquiriendo en forma de gas licuado, principalmente, a los Estados Unidos” (Atresplayer.com/lasexta, misma fecha, distinto enlace) (18). Y ya sabemos que el «gas de la libertad» estadounidense sale un 40% más caro (Eleconomista.es, 24/II/2022) (19). Pero, en suma, merced a la doctrina del sabotaje de Schrödinger, el resultado de la inutilización de los gasoductos, bien baje, bien suba el precio del gas da igual, porque el sospechoso ya está señalado de antemano y no puede ser otro que Rusia.

    Si volvemos al capítulo de las declaraciones políticas, el secretario de Estado de la Administración Biden, Antony Blinken, aun sin caer en la euforia del polaco Radek Sikorski, se mostró moderadamente optimista por la noticia cuando describió la destrucción de los gasoductos como una “tremenda oportunidad” porque entonces Estados Unidos podía “transformarse en el principal proveedor de gas natural licuado de Europa”. No en vano, Blinken dijo que con la llegada del invierno Estados Unidos quería que Europa usara menos combustible ruso (Venezuela-news.com, 5/X/2022) (20). Retrocediendo en el tiempo, desde mucho atrás Estados Unidos se venía oponiendo al gasoducto ruso. A principios de 2018 la superpotencia occidental, por boca de su entonces secretario de Estado, Rex Tillerson, lo consideraba “una amenaza para la seguridad y la estabilidad energética de Europa” en una rueda de prensa conjunta con el también entonces ministro polaco de Exteriores, Jacek Czaputowicz, quien recordó que en noviembre anterior Polonia había anunciado “un acuerdo para recibir gas licuado estadounidense durante cinco años a razón de nueve buques anuales a través del nuevo puerto de Swinoujscie, en el mar Báltico” (Expansion.com, 27/I/2018) (21). Una vez comenzada la obra, además, Washington impuso sanciones a empresas vinculadas con el proyecto. Donald Trump declaró a mediados de 2019 “que estaba considerando sanciones contra el proyecto de gasoducto de gas natural Nord Stream 2 de Rusia y recomendó a Alemania no depender de Rusia para su energía” (Eleconomista.es, 13/VI/2019) (22). Seis meses después, el Congreso de EE.UU., en una decisión tomada conjuntamente por Trump y los demócratas, aprobaba la ley que permitía sanciones para frenar la construcción del Nord Stream 2” (Abc.es, 12/XII/2019) (23). La víspera de la operación militar rusa en Ucrania esta vez era Joe Biden quien anunciaba sanciones contra las empresas que participaban en la construcción del gasoducto (Rtve.es, 23/II/2022) (24); hablamos de empresas alemanas y de otros Estados de la Unión Europea.

    Pero es que, en general, la oposición estadounidense a todo conducto de petróleo o gas que conecte a Rusia con Europa Occidental viene de muy lejos (25). El Gobierno de John Fitzgerald Kennedy trató de obstaculizar, mediante un embargo sobre la venta de tuberías de gran diámetro a Moscú, el avance del proyecto Druzhba (‘amistad’, en ruso), el oleoducto más grande del mundo a día de hoy, que empezó a construirse en 1960 para unir los yacimientos petrolíferos soviéticos con Europa del Este y del Oeste también. El boicot fue secundado parcialmente, a regañadientes y con fricciones, por algunos países europeos, aunque solo produjo un pequeño retraso y el oleoducto comenzó a operar en 1964. Además, como efecto paradójico, el embargo no hizo, sino que los Estados a los que Washington buscaba bloquear fortalecieran sus industrias ante las trabas occidentales: las tuberías fueron fabricadas en la URSS y Polonia, las juntas y uniones en la antigua Checoslovaquia, las bombas en la RDA y los equipos de automatización y comunicaciones en Hungría. Más tarde, a inicios de los ochenta, Bratstvo (‘hermandad’), el gasoducto que uniría los yacimientos soviéticos con Francia, Alemania, Italia o el reino de España, y que según las estimaciones de la inteligencia estadounidense duplicaría en menos de una década las importaciones de gas soviético en Europa occidental, fue objeto de la inquina de la Administración de Ronald Reagan, la cual prohibió en 1981 las ventas de alta tecnología de hidrocarburos a la Unión Soviética y amplió la lista de artículos de esa industria que requerían permisos especiales para ser exportados. En aquella ocasión Europa occidental se resistió a las presiones de EE.UU. hasta el punto de que al año siguiente los Gobiernos de la RFA, Francia, Reino Unido e Italia declararon ilegales las sanciones estadounidenses en sus respectivos territorios, al efecto de apoyar sus propias industrias. Bratstvo fue finalizado en 1984 y, también a día de hoy, juega un papel fundamental en el suministro de gas ruso a Europa y en la economía interna de Ucrania, atravesada de este a oeste, lo que proporciona a ese Estado jugosos ingresos por el derecho de tránsito.

    No han faltado voces críticas respecto a estas políticas de boicot, incluso desde dentro del propio estamento político y ejecutivo de los USA. Quien fuera subsecretario de Estado con Kennedy, George Ball, relató en una columna de The New York Times (12/IX/1982) (26) cómo el embajador soviético en Washington, Anatoly Dobrynin, le dijo uno o dos años después del intento de bloqueo estadounidense al proyecto Druzhba: “Deseo darles las gracias en nombre de mi gobierno. Cuando lograron que los alemanes incumplieran sus contratos, ustedes obligaron a mi país a hacer lo que deberíamos haber hecho mucho antes: construir instalaciones para fabricar tuberías de gran diámetro. Ahora somos independientes del resto del mundo. Así que les estamos agradecidos” (cit. en Perlow, 1983: 254) (27).

    Una tesis doctoral de 1987, bajo el título Aliado contra aliado: Estados Unidos, Europa y la crisis del gasoducto siberiano, realizaba, por su parte, fuertes objeciones a las sanciones norteamericanas contra los Estados europeos que colaboraron en el gasoducto Bratstvo (28). La clave argumental del trabajo académico (según Miller, 2020) (29) era que la política estadounidense hacia la Unión Soviética era menos importante que la política estadounidense hacia sus aliados europeos, que había que cuidar en aras de la unidad transatlántica.

    Lo más curioso es que el autor de la tesis, que contaba veinticinco años a la sazón, no era otro que el arriba mentado Antony Blinken, quien, como hemos visto, recién sexagenario, sin embargo, se congratula por las consecuencias del sabotaje a los Nord Stream, y quien un año antes amenazaba en Twitter (18/III/2021) (30): “La administración Biden ha dejado claro que Nord Stream 2 es un mal negocio. Continuamos monitoreando la actividad” relativa a su construcción “y advertimos de que cualquier entidad involucrada en el oleoducto Nord Stream 2 se arriesgará a recibir sanciones. Estamos comprometidos a cumplir con la legislación del Congreso al respecto”. Biden se opuso al proyecto Nord Stream diciendo que era un mal negocio para Europa, a pesar de que, como ya sabemos, el gas ruso es más barato que el gas natural licuado de Estados Unidos. Un funcionario del Departamento de Estado de ese país admitió en mayo de 2021 que sería difícil detener el proyecto, pero que Washington seguiría intentándolo. “Heredamos un oleoducto que estaba completo en más del 90%, por lo que detenerlo siempre ha sido una posibilidad remota”, dijo. No por falta de ganas, claro; los legisladores estadounidenses de ambos partidos del sistema que se oponían al proyecto manifestaban que las sanciones no fueron lo suficientemente lejos, ya que era probable que Rusia continuara trabajando en ello (Reuters.com, 19/V/2021) (31). Pero todo el panorama cambiaría poco después con la ofensiva militar rusa en Ucrania, prevista y espoleada por la presión otanista, tal como muestra el documento estratégico elaborado por el think tank estadounidense RAND Corporation bajo el título “Sobreextender y desequilibrar a Rusia” (VV.AA., 2019) (32). A partir de ese momento, Washington encontró la gran oportunidad para cumplir su ansiado sueño de dejar, en la medida de sus posibilidades, fuera a Rusia del mercado europeo de hidrocarburos y ocupar (relativamente) ese espacio.

    Del sabotaje a los Nord Stream salió, de un lado, beneficiada Noruega, que ya se había alzado “como el principal proveedor de gas europeo” a Europa “desbancando a Rusia” (Eleconomista.es, 28/VIII/2022) (33) con motivo de las políticas de sanciones a esta última por parte de la UE y que diez días después de los sabotajes anunciaba que preveía “aumentar su producción de petróleo crudo, condensado y líquidos de gas natural un 15% durante el año próximo” (Elpais.com, 7/X/2022) (34). Añadamos que precisamente la jornada de los sabotajes a los Nord Stream el presidente polaco, Andrzej Duda; el primer ministro, Mateusz Morawiecki, y la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, inauguraban el gasoducto Baltic Pipe, que transporta gas noruego a Polonia a través de Dinamarca, a pesar de lo cual el canal Euronews, en su cobertura de esta última noticia, afirmaba que dicha inauguración llegaba “en un momento delicado” tras la detección de las dos fugas en el Nord Stream “bajo sospecha de un posible sabotaje ruso” (Es.euronews.com, 27/IX/2022) (35). Pero no solo las declaraciones de Joe Biden, que como decimos reproduciremos más adelante, o el tweet de Radek Sikorski (luego eliminado) arrojan sospechas sobre el bando otanista. El Baltic Pipe es “una ruta clave para transportar gas desde Noruega a través de Dinamarca hasta Polonia y los países vecinos”. El día de su inauguración se anunciaba que este último gasoducto, rival directo de los Nord Stream y “proyecto conjunto del operador danés del sistema de transporte de gas y electricidad Energinet y el operador polaco del sistema de transporte de gas GAZ-SYSTEM”, permitiría “importar hasta 10.000 millones de metros cúbicos (bcm) de gas al año de Noruega a Polonia y transportar 3 bcm de gas de Polonia a Dinamarca”. Baltic Pipe, construido en aras de “la diversificación del suministro de gas en Europa Central y Oriental y en los Estados Bálticos al abrir una nueva ruta de importación desde el Mar del Norte hasta la UE”, recibió “unos 267 millones de euros de financiación de la UE a través del Mecanismo «Connecting Europe»” (Worldenergytrade.com, 29/IX/2022) (36). “«La era del dominio ruso en el sector del gas llega a su fin», afirmó el primer ministro polaco Mateusz Morawiecki en su inauguración (Semana.com, 28/IX/2022) (37).

    De otra parte, el Gobierno ucraniano ha venido exigiendo, de manera cada vez más apremiante, la interrupción total del flujo gasífero a la Unión Europea. A principios de abril, el embajador de Ucrania en Alemania, Andriy Melnyk, acusaba “al presidente federal alemán, el socialdemócrata Frank-Walter Steinmeier, de estar «demasiado cerca de Rusia»”, en una entrevista en la que no dejaba “títere con cabeza en el gobierno alemán” (Abc.es, 4/IV/2022) (38). El mismo mes, en una rueda de prensa junto al presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, de visita sorpresa en Ucrania, Zelensky pedía a la Unión Europea que adoptara “un embargo al petróleo y al gas ruso en las siguientes sanciones, al señalar que si no daba ese paso la respuesta a Moscú no sería “suficientemente dura” (Europapress.es, 20/IV/2022) (39).

    Pero el principal beneficiado de los sabotajes es indudablemente Estados Unidos. Las explosiones dejaban a Rusia sin uno de sus principales ingresos financieros. A mediados de junio EE.UU. ya había más que triplicado sus exportaciones de gas natural licuado al subcontinente europeo en comparación con 2021 (Elperiodicodelaenergia.com, 13/VI/2022) (40) y una semana después de las fugas en los Nord Stream se divulgaba que a pesar de la apreciación del dólar (un 14% en lo que iba de año) “el tradicional superávit comercial” de la zona euro con respecto a la potencia norteamericana se desvanecía, al dispararse las ventas de la segunda a la primera “un 52%”; esto suponía un “Cambio de guion en el comercio entre EEUU y Europa” como resultado de “La guerra en Ucrania” (Elconfidencial.com, 4/X/2022) (41). Washington pasaba a ser el principal suministrador gasífero a la UE, incluso por delante de Noruega.

    En suma, la Casa Blanca y algunos de sus aliados incluso manifestaron ver en el sabotaje al Nord Stream una noticia alentadora, Washington viene intentando cortocircuitar todo vínculo energético entre Rusia y Europa occidental desde hace décadas y con la interrupción indefinida de los gasoductos rusos Estados Unidos pasa a suplir la creciente necesidad europea de gas a precios récord. A pesar de todo esto, los grandes medios han apuntado, como hemos comprobado, en un ejemplo de libro de orquestación propagandística (Domenach, 1986) (42) a Rusia como seguro y único culpable. Las muestras de interpretaciones según las cuales a Rusia le convendría dañar una infraestructura (probablemente de forma irreversible) que le costó miles de millones de dólares de inversión y años de trabajo son incontables: “Moscú saca provecho indirectamente del presunto sabotaje al gasoducto Nord Stream”, titulaba Deutsche Welle (Dw.com, 29/IX/2022) (43); “Así son los submarinos suicidas rusos que pueden dinamitar gasoductos como el Nord Stream”, hacía lo propio El Español (Elespanol.com, 29/IX/2022) (44). También son innumerables los ejemplos de extrañeza ante la posibilidad de que hubiera quienes pensaran que EE.UU. pudiera haber tenido algo que ver en la destrucción de una infraestructura a la que siempre se opuso: “hay quien incluso piensa que Occidente podría estar detrás de las explosiones en los gaseoductos”, se leía en una de las entradillas de El Mundo (Elmundo.es, 29/IX/2022) (45).

    Por si no fuera suficiente para contemplar la posibilidad de una autoría estadounidense, el 7 de febrero Joe Biden, tal como anticipábamos al comienzo del análisis de este asunto de los sabotajes, había declarado en el Consejo Bilateral de Energía en Washington, durante una rueda de prensa conjunta con el flamante canciller alemán, Olaf Scholz: “Si Rusia invade, y eso significa tanques y tropas cruzando la frontera de Ucrania de nuevo, ya no habrá un Nord Stream 2; le pondremos fin”. Ante la pregunta de una periodista en relación con cómo lo harían exactamente, ya que el proyecto estaba bajo el control de Alemania, Biden añadió: “Le aseguro que seremos capaces de hacerlo” (Rtve.es, 8/II/2022) (46).

    Y en cuanto a la plausibilidad de que no fuera obra rusa, el propio medio de la capital norteamericana The Washington Post, eso sí, meses después del suceso, con el soufflé informativo ya desinflado, ha llegó a emitir una noticia cuyo titular reconocía, terminando el año, que “No hay evidencia concluyente de que Rusia esté detrás del ataque al Nord Stream” (Washingtonpost.com, 21/XII/2022) (47). Poco más que añadir.

     

    Notas:

     

    1. Tweet de Helena Villar. Pinche AQUÍ para enlace web.
    2. 20minutos.es, 29/IX/2022. Pinche AQUÍ para enlace web.
    3. ZAMORA RODRÍGUEZ, Augusto (2018): Política y geopolítica para rebeldes, irreverentes y escépticos. Madrid: Akal.
    4. VV.AA. (2009): El Atlas Geopolítico 2010 de Le Monde Diplomatique. Valencia: Akal-Fundación Mondiplo.
    5. Rne.es, 28/IX/2022. Pinche AQUÍ para enlace web.
    6. La Rusia de Putin (Cuatro.com, 15/06/2018). Pinche AQUÍ para enlace web.
    7. Mediaset.es, 13/VI/2018. Pinche AQUÍ para enlace web.
    8. Pinche AQUÍ para enlace web.
    9. Minuto 48:18.
    10. Elceo.com, 28/IX/2022. Pinche AQUÍ para enlace web.
    11. Semanariouniversidad.com, 28/IX/2022. Pinche AQUÍ para enlace web.
    12. Clarin.com, 29/IX/2022. Pinche AQUÍ para enlace web.
    13. Rne.es, 29/XI2022. Pinche AQUÍ para enlace web.
    14. Minuto 45:30.
    15. Atresplayer.com/lasexta, 1/X/2022. Pinche AQUÍ para enlace web.
    16. Pinche AQUÍ para enlace web.
    17. Pinche AQUÍ para enlace web.
    18. Atresplayer.com/lasexta. Pinche AQUÍ para enlace web.
    19. Eleconomista.es, 24/II/2022. Pinche AQUÍ para enlace web.
    20. Venezuela-news.com, 5/X/2022. Pinche AQUÍ para enlace web.
    21. Expansion.com, 27/I/2018. Pinche AQUÍ para enlace web.
    22. Eleconomista.es, 13/VI/2019. Pinche AQUÍ para enlace web.
    23. Abc.es, 12/XII/2019. Pinche AQUÍ para enlace web.
    24. Rtve.es, 23/II/2022. Pinche AQUÍ para enlace web.
    25. Reconocemos aquí nuestro débito, a la hora de seguir determinadas pistas informativas, a los estupendos análisis del programa de RT Ahí les va, dirigido por Mirko Casale.
    26. The New York Times (12/IX/1982). Pinche AQUÍ para enlace web.
    27. PERLOW, Gary H. (1983): Taking Peacetime Trade Sanctions to the Limit: The Soviet Pipeline Embargo, Case Western Reserve Journal ofInternational Law, 15-2. Pinche AQUÍ para enlace web.
    28. Aliado contra aliado: Estados Unidos, Europa y la crisis del gasoducto siberiano. Pinche AQUÍ para enlace web.
    29. MILLER, Chris (2020): “The Ghost of Blinken Past”. Pinche AQUÍ para enlace web.
    30. Antony Blinken. Twitter. (18/III/2021). Pinche AQUÍ para enlace web.
    31. Reuters.com, 19/V/2021. Pinche AQUÍ para enlace web.
    32. VV.AA. (2019): “Overextending and Unbalancing Russia. Assessing the Impact of Cost-Imposing Options”. Pinche AQUÍ para enlace web.
    33. Eleconomista.es, 28/VIII/2022. Pinche AQUÍ para enlace web.
    34. Elpais.com, 7/X/2022. Pinche AQUÍ para enlace web.
    35. Es.euronews.com, 27/IX/2022. Pinche AQUÍ para enlace web.
    36. Worldenergytrade.com, 29/IX/2022. Pinche AQUÍ para enlace web.
    37. Semana.com, 28/IX/2022. Pinche AQUÍ para enlace web.
    38. Abc.es, 4/IV/2022. Pinche AQUÍ para enlace web.
    39. Europapress.es, 20/IV/2022. Pinche AQUÍ para enlace web.
    40. Elperiodicodelaenergia.com, 13/VI/2022. Pinche AQUÍ para enlace web.
    41. Elconfidencial.com, 4/X/2022. Pinche AQUÍ para enlace web.
    42. DOMENACH, Jean-Marie (1986): La propaganda política. Buenos Aires: Eudeba.
    43. Dw.com, 29/IX/2022. Pinche AQUÍ para enlace web.
    44. Elespanol.com, 29/IX/2022. Pinche AQUÍ para enlace web.
    45. Elmundo.es, 29/IX/2022. Pinche AQUÍ para enlace web.
    46. Rtve.es, 8/II/2022. Pinche AQUÍ para enlace web.
    47. The Washington Post. Pinche AQUÍ para enlace web.

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    Manuel Rodríguez Illana (1975, Sevilla, Andalucía), es doctor en Periodismo, licenciado en esa especialidad y en Psicología y profesor de Lengua Castellana y Literatura en la enseñanza secundaria. Como analista mediático es autor de El españolismo sonriente (2017), Por lo mal que habláis (2019) y Andalucía, basurero del Estado español (2021) en Editorial Hojas Monfíes, así como El esclavo feliz (2022) en Secretolivo Ediciones. Es miembro del Laboratorio de Estudios en Comunicación (Ladecom) de la Universidad de Sevilla y del Grupo de Análisis de Noticias sobre Divulgación Lingüística, las Lenguas de España y sus Variedades (Lengua y Prensa) de la Universidad de Málaga.