“El triunfo de Bashar Al-Assad no es el triunfo de un hombre o un país, es el triunfo de todos aquellos que creen en la vida, la autodeterminación, la independencia y sobre todo la libertad”

    “La invasión a Irak solo sería el inicio de una operación militar para derrocar distintos gobiernos chiítas en Medio Oriente y controlar los recursos de la región; pero sobre todo poner fin a los modelos de Estados de Bienestar, expandir el wahabismo, vengarse de Irán y así imponer el sistema monetarista”

    “La resistencia de los milicianos afganos e iraquíes obligó a una nueva estrategia: las llamadas “primaveras árabes” para desestabilizar la región”

    “Irán, Rusia y China al analizar el peligro de la caída de Siria y la creación de un “Estado Islámico” no tardaron en enviar asesores militares, armas, médicos, ingenieros y dar una batalla política para detener el financiamiento del DAESH y exhibir a sus creadores”

    Después de la desintegración de la Unión Soviética, Washington se envolvió en una arrogancia triunfal, era momento de expandir sin obstáculos su modelo económico neoliberal e imponer la dictadura del dólar de manera global. En los años 90s Medio Oriente seguía gobernado en su mayoría por partidos “BAATH” con distintas concepciones económicas y sociales, de los cuales algunos se negaban a adoptar completamente el modelo estadounidense de libre mercado y-o a occidentalizarse en términos culturales. Más que lo anterior, algunos de estos países de negaron a entregar sus recursos naturales a la explotación del capital extranjero. Por esta razón las corporaciones financieras internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, así como los capitalistas norteamericanos presionaron primero a la administración Bush, luego a la Clinton para intervenir en medio oriente y así, poner fin en la región a este modelo económico por considerarlo nacionalista y soberano. Así pues comenzaron a preparar el terreno creando grupos armados como los talibanes y difamando por medio de la industria cinematográfica hollywoodense, mostrando a los árabes y persas con la idea que la inmensa mayoría tiene sobre ellos hoy en día: terroristas, sádicos, asesinos y fanáticos religiosos. 

    El malvado Yafar de la película de la factoría Disney, Aladdin. Estrenada en pleno desarrollo de la primera guerra del golfo

    Esta estrategia se vuelve “oficial” en la administración de “baby” Bush(2001-2009), cuando en un discurso el día 29 de Enero del 2002 denomino a Irak, Irán y Corea del Norte como el “eje del mal” (más tarde se agregarían a la lista: Libia, Siria y Cuba). No olvidemos que en dicha administración ocurrió el atentado a las torres gemelas en Nueva York, que fue la justificación perfecta para invadir Irak y eliminar la «carta de derechos» de la Constitución de los Estados Unidos. Pero la invasión a Irak solo sería el inicio de una operación militar para derrocar distintos gobiernos chiítas en Medio Oriente y controlar los recursos de la región; pero sobre todo poner fin a los modelos de Estados de Bienestar, expandir el wahabismo, vengarse de Irán y así imponer el sistema monetarista. Esta operación, se suponía, duraría un par de años, se confiaba en la pronta sumisión y derrota de estos países a través de la desmoralización de sus combatientes utilizando como estrategia la destrucción sistemática de museos, bibliotecas, tesis doctorales, archivos nacionales, etc. En pocas palabras un ataque directo a la identidad nacional de sus víctimas.

    El Estado Islámico dinamitó distintos lugares de la ciudad Patrimonio de la Humanidad de Palmira (Siria)

    Sin embargo este plan se vio frustrado por la resistencia de los milicianos afganos e iraquíes y es por esto que el imperio optó por una nueva estrategia: las llamadas “primaveras árabes” para desestabilizar la región y poder invadir teniendo una avanzada miliciana. La primer víctima de la aplicación de esta nueva forma de agresión fue la Revolución Verde del Coronel libio Muammar Al-Gadafi y su yamahirija socialista.

    Libia antes y después de la agresión imperialista

    El gobierno norteamericano envalentonado tras el triunfo sobre Libia puso en su mira al estado de Siria como siguiente objetivo. En este contexto Siria, su Presidente  Bashar Al-Assad y el Ejército Árabe Sirio, se enfrentaron desde el principio y hasta el día de hoy a un guerra de agresión imperialista. Siria siempre ha estado en ojos del imperio norteamericano, que ha buscado controlar de muchas formas este país por su posición geopolítica tan importante en la región del mar negro y como uno de los principales aliados de Irán y Hezbollah.

    De esta forma se le ha impuesto al estado sirio una guerra multilateral. Primero contra el “ejercito libre sirio” entrenado y financiado por la OTAN, que al ir siendo derrotado, la CIA y el MOSSAD comenzaron a reclutar chechenos, uigures, libios tuarek, iraquíes, kurdos, saudis, turcos, albanos todos musulmanes wahabistas (muchos de ellos veteranos de Libia) para formar un grupo terrorista denominado DAESH en árabe, ISIS en inglés. Pero el ejército sirio no solo enfrenta a grupos insurrectos, sino al ejército regular turco que ha invadido una franja del territorio al norte de Siria.

    Un soldado estadounidense camina junto a un vehiculo militar turco durante una patrulla conjunta cerca de la norteña localidad siria de Tel Abiad

    En esta grave situación Irán, Rusia y China al analizar el peligro de la caída de Siria y la creación de un “Estado Islámico” que comenzaría a penetrar en sus países y extender el conflicto, no tardaron en enviar asesores militares, armas, médicos, ingenieros y dar una batalla política ante el mundo, principalmente en la ONU para detener el financiamiento del DAESH y exhibir a sus creadores. Gracias a esto Estados Unidos, Arabia Saudita e Israel, los principales inversionistas de este grupo terrorista lo han prácticamente abandonado a su suerte, dejando a sus mercenarios indefensos ante las quirúrgicas operaciones de la fuerza aérea rusa. Como resultado el DAESH  ha sido paulatinamente derrotado en todo el territorio sirio e iraquí y se encuentra prácticamente liquidado al igual que el “Ejército Libre Sirio”.   

    En este contexto de agresión imperialista, la derrota de DAESH no es la derrota de un grupo terrorista aislado, es la derrota de las corporaciones financieras globales que tratan de imponer el modelo neoliberal en el mundo, es la derrota del Imperialismo sionista-Anglosajón que significaría para todos los efectos prácticos la primer derrota militar a una operación apoyada por la OTAN y quizá de manera especulativa la primer derrota para el bloque atlántico en la nueva guerra fría OTAN-Rusia. Lo cierto es que la influencia de Estados Unidos en la región ha sufrido un enorme debilitamiento al igual que la de Arabia Saudí e Israel; en contra parte tanto las posiciones de Iraq, Irán y Rusia se han fortalecido, así como su cooperación. En conclusión, el triunfo de Bashar Al-Assad no es el triunfo de un hombre o un país, es el triunfo de todos aquellos que creen en la vida, la autodeterminación, la independencia y sobre todo de la libertad. Es una victoria de cara a una agresión imperialista apoyada por el capital transnacional.

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    Licenciado en Cine, Morelia, México.

    Miembro de Jóvenes por el Socialismo, organización juvenil del Partido popular socialista de México