““Por error” o “sin querer queriendo” tanto los liberales como la Unión Demócrata Cristiana de Merkel se vieron en una coalición con el partido de la ultra derecha” Artículo de Arturo Gal
El drama político que se vivió tras la elección en el Estado Federal de Turingia reveló ciertos hechos por demás interesantes del sistema político alemán y que funciona como un microcosmo del mapa político europeo:
1. Las deficiencias representativas de los sistemas parlamentaristas en general.
2. La falsedad de la supuesta aversión que el partido de Merkel (CDU) tiene hacia el neo-fascista partido “Alternativa para Alemania” (AfD).
3. La confirmación de que la clase burguesa alemana y sus aliados conservadores prefieren mil veces a un partido de ultraderecha en el poder que inclusive a un partido “light” de izquierda reformista como “Die Linke”, inclusive en el plano local.
¿Pero qué ha ocurrido? Bueno, como ha venido siendo el caso en todo el territorio alemán, los dos partidos tradicionales, la social democracia “SPD” y la Unión Demócrata Cristiana “CDU” han sido los grandes perdedores. Ambos partidos han venido pulverizando su apoyo electoral en todo el país como consecuencia de sus desastrosas políticas aplicadas a través de la coalición que gobierna Alemania. Recortes al gasto público, política tributaria implacable, aumento de la desigualdad y el desastroso manejo de la crisis de los refugiados han sido sin duda algunos de los motivos que han propinado derrotas electorales de un calibre que deja aturdido hasta al más experimentado político.
En Turingia entre SPD y CDU han perdido casi 20 parlamentarios, que representan más del 40% de los votos obtenidos entre ambos partidos en las pasadas elecciones. Como consecuencia de este descalabro, el gobernador en cargo Bodo Ramelow del Linke no ha podido relegirse, puesto que los votos de los parlamentarios perdidos del SPD han sido cruciales. De hecho, el SPD es el talón de Aquiles de la coalición, pues ha sido el único de los tres partidos que la integran que ha perdido apoyo de tal manera. El Linke volvió a ganar la elección a pesar de perder algunos votos y los verdes “Grünen” prácticamente han quedado igual.
La imposibilidad de verdes, rojos y socialdemócratas de repetir coalición fue aprovechada por los liberales “FDP” para proponer oportunistamente a su candidato Thommas Kemmerich como ministro, a pesar de solo haber obtenido 5% de los votos (mínimo requerido). Esta propuesta fue apoyada por el CDU y “sorprendentemente” también por el AfD; y así pues, como “por error” o “sin querer queriendo” tanto los liberales como la Unión Demócrata Cristiana de Merkel se vieron en una coalición con el partido de la ultra derecha, con el que juraron jamás colaborar (sic).
Sobra describir el terremoto político que lo anterior causó, atendiendo a la historia alemana, ¡las protestas y el tumulto no se hicieron esperar! Fue tanta la presión y la vergüenza para la canciller que la primera cabeza rodó, su protegida, presidente de partido y posible futura candidata a Canciller Annegret Kamp-Karrenbauer “renunció”. A su vez Merkel salió rápidamente a asegurar que estaba muy indignada con esta colaboración y que todo había sido un malévolo plan del AfD para ponerlos en una situación incómoda, pues ellos no sabían que el AfD apoyaría la candidatura de Kemmerich. Señora Merkel, ya ofendió usted nuestra sensibilidad votando junto al AfD, no intente ahora ofender nuestra inteligencia con tal explicación.
Paralelamente Bodo Ramelow y el Linke se rasgaban las ropas y lloraban lágrimas de cocodrilo en su rol de victimas del parlamentarismo burgués alemán y parias de miles de referencias a tiempos de Hitler. Pero las intenciones de voto para una segunda elección les aseguraban una subida en su apoyo, y después de que Kemmerich renunciase a ser ministro, todo parecía cuestión de tiempo para hacer retorno triunfal como los vencedores de una intentona fascistoide para sacarlos del ejecutivo estatal. El problema es que las intenciones de voto también presagiaban una caída aún más estrepitosa para el partido de Merkel y aquí es donde realmente las alarmas se prendieron, había que evitarse una segunda elección.
Nada como el viejo “evitemos la inestabilidad política” para justificar cualquier negociación partidista en Alemania, por más inmoral que sea. Y es que a final de cuentas el AfD ha salido más taimado que un viejo zorro, pues ha dicho “señores, ¿no quieren otra elección? ¡Perfecto, denos al vice ministro y listo!” y ¿qué ha dicho el Sr. Ramelow, después de jugar la víctima y condenar al AfD como el partido de ultra derecha heredero de Himmler, Göring, Hitler y compañía? Bueno, ha dicho “evitemos la inestabilidad política” y ahora Turingia tiene a un Ministro de la “izquierda” y un vice ministro de la ultra derecha. Eso sí, los dos partidos más votados.
Entre tanto los conservadores se carcajean y relamen los bigotes gracias a su nueva idea del pacto Molotov-Ribbentrop. La que no ríe mucho es Karrenbauer quien ya se sentía el nuevo gatito de Angora de Merkel, pero después de este drama propio de telenovela latina por lo menos hemos aprendido un par de cosas sobre el sistema político alemán:
1. El parlamentarismo alemán está ahí para representar los intereses de partido y no del ciudadano
2. La derecha alemana prefiere mil veces a un fascista que a un izquierdista moderado
3. El “linke” hará todo para que la dejen jugar al jueguito del parlamentarismo alemán
Arturo Gal
Autor
Docente de derecho constitucional en la Facultad de Derecho de la Universidad Fridrich-Schiller en Jena, Alemania. Miembro de la comisión de relaciones internacionales del Partido Popular Socialista de México.
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