Turquía aspira a tener un rol cada vez más importante en las antiguas repúblicas soviéticas del Asia central
“Con el colapso de la Unión Soviética, las repúblicas del Asia central, donde apenas existieron movimientos independentistas significativos, se encontraron en la situación de verse prácticamente forzadas a declararse como Estados independientes, asumiendo el poder los elementos más corruptos, anti socialistas y decididos a entenderse con los imperialistas occidentales de los partidos comunistas de las diferentes repúblicas centroasiáticas que fueron acaparando un poder casi absoluto sin contrapesos durante la Glasnost y la Perestroika de Mikhail Gorbachov”
El pasado viernes 16 de septiembre las autoridades tayikas y kirguisas acordaron un cese de hostilidades, una de las muchas que han venido manteniendo desde sus respectivas independencias. El alto el fuego no duró ni 24 horas, aunque desde el sábado no se conocen más enfrentamientos, la tensión continua y los enfrentamientos han implicado ataques de artillería pesada, drones, tanques e infantería, es decir, estamos hablando de los enfrentamientos más graves hasta la fecha entre ambas ex repúblicas soviéticas. Se desconoce un balance oficial de muertos y heridos por la parte tayika, no así por la parte kirguisa: 36 muertos y 120 heridos, así como alrededor de 150 mil personas desplazadas; igualmente, tampoco está del todo claro qué ha motivado esta vez las hostilidades, solo tenemos la versión de la parte kirguisa en la que acusa a la parte tayika de atacar territorio kirguiso sin motivo. Al menos, el año pasado, las hostilidades si parecieron responder a dos motivaciones –o excusas, según se mire-, el enfado de la parte kirguisa por la instalación de cámaras en la frontera, y, por otro, el control del agua en territorios no delimitados entre ambos Estados, esta última cuestión ya ha motivado anteriores enfrentamientos.
Para entender los recurrentes enfrentamientos fronterizos entre las antiguas repúblicas soviéticas de Tayikistán y Kirguistán, debemos empezar por tener en cuenta que dichas fronteras no fueron concebidas en su origen para separar a dos Estados independientes, como son hoy Tayikistán y Kirguistán, sino que fueron concebidas para delimitar a repúblicas con diferentes bases étnicas dentro de lo que fue la extinta Unión Soviética. Tanto Tayikistán como Kirguistán no existieron como tales hasta que se establecieron como repúblicas socialistas soviéticas, antes de ellas nos encontramos con los kanatos independientes de Kokand, Jiva –también conocido como Corasmia o Jorasmia- y el Emirato de Bujará, que fueron conquistados por el imperio ruso. Estas entidades que hemos nombrado comprendían indistintamente territorios de las actuales Tayikistán, Kirguistán, Uzbekistán, Kazajistán y Turkmenistán. Por tanto hablamos de unas fronteras porosas y con numerosos enclaves y exclaves territoriales. De los casi mil kilómetros de frontera entre ambos Estados, sólo 580 están claramente delimitados.
La creación de las diferentes repúblicas socialistas soviéticas en los años 20 y 30 del siglo XX en Asia central se basó en dos criterios fundamentales, a saber: a) una base étnica más o menos homogénea, procurando velar en todo caso por los derechos de las minorías y b) procurar una base para el desarrollo económico, social y cultural de unos pueblos donde predominaban formaciones sociales pre capitalistas con un escasísimo desarrollo de las fuerzas productivas.
Con el colapso de la Unión Soviética, las repúblicas del Asia central, donde apenas existieron movimientos independentistas significativos, se encontraron en la situación de verse prácticamente forzadas a declararse como Estados independientes, asumiendo el poder los elementos más corruptos, anti socialistas y decididos a entenderse con los imperialistas occidentales de los partidos comunistas de las diferentes repúblicas centroasiáticas que fueron acaparando un poder casi absoluto sin contrapesos durante la Glasnost y la Perestroika de Mikhail Gorbachov. Este hecho en el contexto del Asia central fue la puerta abierta para el reforzamiento y en muchos caso la exaltación de sentimientos extremos de clan, tribal, étnico o religioso (diferentes versiones radicales del islam), que si bien no habían desaparecido durante el periodo soviético, si habían estado bastante atemperados y controlados.
En el caso de Tayikistán, tuvo lugar una guerra civil que enfrentó al gobierno del ex comunista Rahmon Nabiyev a un conglomerado de fuerzas que iban desde liberales pro occidentales hasta islamistas próximos a Al Qaeda entre los años 1992 y 1993, y que terminó con los ex comunistas del Frente Popular y los islamistas “moderados” del Partido del Renacimiento Islámico de Tayikistán acordando una paz en Moscú en el año 1997, en la que se repartían el poder y las diferentes instituciones, dejando desamparadas y desarticuladas a las fuerzas islamistas más extremas, entre ellas al peligroso Movimiento Islámico de Uzbekistán, que tuvo una participación destacada en la guerra civil tayika. Desde sus bases en Tayikistán, el MIU trató de desestabilizar tanto Uzbekistán como Kirguistán.
Como venimos diciendo, tanto Tayikistán como Kirguistán tiene una base étnica diferente. Los tayikos son persas y hablan una variante propia del idioma persa -lo que de alguna manera les une a la República Islámica de Irán-, aunque también hay un uso relativamente importante del ruso y en mucho menor medida y sin reconocimiento oficial del uzbeko. Casi el 98% de los tayikos son musulmanes, de los cuales alrededor de un 95 o un 97% son suníes y entre un 5 y 3% chiíes. El resto son sobre todo cristianos ortodoxos de origen ruso. Por su parte, los kirguisos son un pueblo de lengua túrquica, el ruso tiene mucha importancia y es hablado por alrededor del 11% de habitantes, dado el peso de la población de origen rusa; también tenemos otras minorías como ucranianos y uzbekos; al igual que los tayikos, los kirguisos son mayoritariamente musulmanes, aunque hay una importante minoría de cristianos ortodoxos en su mayoría rusos y ucranianos.
Como podemos observar fácilmente, Asia central no ha dejado de ser un punto de encuentro y enfrentamiento entre viejos imperios, pero también entre culturas y religiones. Hoy la importancia de todas esas ex repúblicas radica en encontrarse dentro de la nueva ruta –ya la estuvo en la antigua- de la seda de la República Popular China, además tanto Tayikistán como Kirguistán son puro heartland -área pivote- para la teoría clásica geopolítica del imperialismo anglosajón; igualmente ambos países mantienen importantes relaciones comerciales con la Federación Rusa y están cercanos a los hoy muy codiciados recursos energéticos del Mar Caspio. Por otro lado, aunque las tierras del Asia central jamás formaron parte del imperio turco otomano, Turquía, con Erdogan y su “doctrina” neo otomana e incluso pan-túrquica de corte islamista, viene aspirando a tener un rol cada vez más importante en las antiguas repúblicas soviéticas del Asia central de lenguas túrquicas, una ambición que intenta incluso proyectarse hasta en la población musulmana de la República Popular China, concretamente la étnica uigur. Desde la caída de la URSS, los diferentes gobiernos turcos han intentado ganar peso en Asia central, Turquía tuvo ya un rol importante en la proclamación de las independencias de las repúblicas ex soviéticas del Asia central y en su constitución como Estados independientes, aunque ese rol fue compartido y a veces subordinado a los EEUU y la Unión Europea. De igual manera y dentro de esa visión pan túrquica, Turquía ha manejado hábilmente a su conveniencia a los diferentes grupos islamistas radicales armados de la zona, gracias a Turquía miles de combatientes islamistas recalaron a Siria durante estos años, sobre todo al frente de Idlib, o a Nagorno Karabaj en la guerra del 2020. La Turquía de Erdogan y de su partido, el AKP, ha jugado un papel fundamental en las sucesivas transformaciones del Movimiento Islámico de Uzbekistán hasta el actual Partido Islámico del Turquestán, como un ejército proxy.
El sueño pan túrquico de un territorio desde el Mediterráneo hasta el occidente chino se pretende concretar, al menos de momento, como una gran comunidad económica y cultural con Turquía como eje y país hegemónico. Prácticamente, aunque no estemos hablando de Asia central sino del Cáucaso, la Azerbaiyán de Aliyev funciona prácticamente como una prolongación de la propia Turquía; sin la ayuda turca, Azerbaiyán no habría conseguido las ganancias territoriales de 2020 ni hubiera lanzado el “ataque preventivo ante una provocación armenia” de los días pasados. Esa influencia lleva ya tiempo extendiéndose por Turkmenistán, Kirguistán y Uzbekistán, pequeños Estados débiles que han encontrado en Turquía mucho más que un pariente étnico lejano; por supuesto, en la lista también está Kazajistán, pero por muchos y diferentes motivos, el gigante centroasiático se resiste a la influencia turca. Tayikistán, de base étnica persa, aunque entra dentro de las lógicas apetencias turcas queda excluida de esa gran comunidad pan túrquica.
El sueño pan túrquico del gobierno de Ankara tiene un obstáculo serio en Rusia, son muchos los lazos económicos, comerciales y culturales de las ex repúblicas soviéticas centroasiáticas con la Federación Rusa, como hemos señalado anteriormente y como no podía ser de otra manera. Estas hostilidades recientes en la frontero tayiko kirguisa, insistimos, sin un motivo claro, coinciden con la retirada rusa en Jarkov y con un debate en la sociedad rusa sobre si dar fin la Operación Especial, convocar a una movilización general y declarar formalmente la guerra, y por otro lado, con el ya mencionado “ataque preventivo” azerí contra Armenia. Y todo en el marco de la reunión de la Organización de Cooperación de Shanghai celebrada el pasado fin de semana en la que todos los implicados –Erdogan entre ellos- se vieron las caras. Puede que todo sea un cúmulo de casualidades, o no.
Turquía se enfrenta el año que viene a unas elecciones trascendentales, después de un tiempo en la cuerda floja en el que el partido de Erdogan (AKP) ha cosechado importantes reveses electorales y con un pueblo cansado de aventuras expansionistas mientras su moneda no paraba de devaluarse y con ella su nivel de vida, Erdogan ha visto la oportunidad con el conflicto en Ucrania de situarse de nuevo en el centro del tablero geopolítico y acallar protestas internas; por un lado, dando la imagen de mediador serio capaz de dialogar y establecer puentes entre rusos y ucranianos y por otro lado, provocando incendios que se activan o desactivan según convenga, porque nadie, al menos en Europa, levantaría la voz contra un “ataque preventivo” de Azerbaiyán, el gas azerí bien vale un silencio cómplice; y nadie va a alzar la voz o a preocuparse lo más mínimo porque dos países que poca gente sabría señalar en un mapa, de esos de los que acaban en “-istán”, se desangren mutuamente, excepto a la Federación Rusa, por la lógica amenaza que para su seguridad como país esos enfrentamientos suponen.
Autor
Nacido en Málaga, en 1975, Licenciado en Filología Inglesa por la UMA. Ha militado en organizaciones comunistas y soberanistas andaluzas de izquierdas e, igualmente, en movimientos sociales y populares de Málaga.
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