“No sorprende que la posición de AMLO en la Cumbre del T-MEC, no haya sido una ocasión más para los acostumbrados ataques feroces de la oposición, sino curiosamente todo lo contrario, ¡fue ocasión para elogios y aplausos! ”
Desafortunadas declaraciones del presidente mexicano en el marco de la cumbre del “T-MEC” en México obligan a un análisis más profundo sobre la cuestión.
El programa de liberación nacional a través de las nacionalizaciones y de la justicia social, iniciado con la Revolución Mexicana de 1910- truncó su avance cuando finalmente juntos traidores y conservadores, es decir, unida en bloque la burguesía proimperialista, logró de manera ilegal hacerse del poder. Lo hizo mediante una suerte de autogolpe de Estado, para imponer la feroz dictadura neoliberal que desde los centros financieros internacionales se le ordenaba. El eje de esta dictadura ha sido el capital financiero del extranjero, principalmente de los Estados Unidos.
La aplicación de este modelo neoliberal en México ha sido un infame y doloroso retroceso histórico. Baste mencionar que todos los recursos del país se pusieron al servicio de las grandes corporaciones multinacionales, y las oligarquías nacionales, en un festín de corrupción. Sus más funestos efectos fue el desmantelamiento del sector público de la economía nacional.
Como tal, el neoliberalismo es el rostro actual del imperialismo o fase superior del sistema capitalista, el capitalismo monopolista, el de las corporaciones y oligarquías financieras internacionales.
Por consiguiente, es una verdad científica y de dominio público que los Estados Unidos y Canadá -los socios de México en el T-MEC- son países imperialistas. Principalmente los Estados Unidos, que es la metrópoli o el centro dominante con mayor poder de explotación, saqueo e injerencia política sobre una larga lista de de países, entre éstos los de América Latina y el Caribe. Entre estos, todos, a excepción de Cuba, son técnicamente semicoloniales dependientes, es decir, países de capitalismo dependiente o, en su caso, neoliberales dependientes; aunque los ideólogos pro imperialistas les denominen países “en vías de desarrollo” o “economías emergentes”, eufemismos con que pretenden ocultar la incómoda realidad. De manera que salta a la vista la enorme disparidad, desventajosa para México, entre las economías de los socios del T-MEC, particularmente entre la economía de los Estados Unidos y la de México.
El T-MEC, si bien entró en vigor el 1° de julio del 2020, es la actualización del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), vigente durante 27 años, Entendíamos, pues, que el T-MEC se había quedado como una perniciosa herencia de la dictadura neoliberal. De manera que el debate sobre este tratado se dio al comenzar la década de los 90 del siglo pasado, ya era una cuestión resuelta en la práctica. La hipótesis sostenida por el grupo neoliberal en el gobierno, para imponerle el TLCAN a nuestro país, probada ya en el laboratorio de la realidad resultó absolutamente falsa. Dicha hipótesis afirmaba que el TLCAN no afectaría la independencia económica de México, sino todo lo contrario, fortalecería la autonomía y la soberanía de la nación mexicana, por lo que negaba absolutamente que la integración de nuestro país a la economía norteamericana fuese un acto que se pudiese inscribir en alguna de las formas de neocolonialismo.
La dictadura neoliberal dejó por demás demostrado que un tratado de libre comercio entre un país de economía débil y subdesarrollada y un país altamente industrializado, conduce inevitablemente a la absorción de la economía de aquél por la economía del segundo, por lo que dicho tratado sólo fue un instrumento para la expansión económica de los Estados Unidos y Canadá sobre nuestro territorio.
Por todo lo anterior, el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador sorprende de manera negativa con su llamado a “la integración económica norteamericana”, y aun peor, por la manera en que la justifica: “ante la expansión productiva y comercial del China”. Con su planteo de preocupación “por el ensanchamiento de la brecha comercial que existe entre China y los miembros del T-MEC”. Por el eventual dominio del mercado mundial que China podría alcanzar para el 2051… Y con su afirmación de que “…nosotros, Estados Unidos, México y Canadá, nos quedaríamos… lo cual, además de ser una desproporción inaceptable en el terreno económico, mantendría viva la tentación de apostar a resolver esa disparidad con el uso de la fuerza, lo cual nos pondría en peligro a todos.”
Este equivocado planteamiento del presidente mexicano debe ser rechazado de la manera más enérgica. México no tiene ni el más mínimo motivo o justificación, con base en los principios morales, éticos, y constitucionales, así como en los compromisos internacionales, para jugar el papel de aliado de los Estados Unidos en una supuesta competencia económica y comercial entre éste y China o cualquier otro país. Por cierto, cabe mencionar que China, a diferencia de los Estados Unidos, no establece condiciones políticas a los países en sus relaciones económicas, comerciales o financieras.
¿Por qué tiene México que asumir una conducta que ofendería a su propia Historia, colmada de intervenciones e invasiones militares, incluida la mutilación de su territorio, por parte de los Estados Unidos?
¿Por qué tiene México que apoyar al imperialismo estadounidense, enemigo y agresor de los pueblos en sus legítimas luchas revolucionarias de liberación y en el ejercicio de sus soberanías y derechos de autodeterminación?
¿Por qué tiene México que asumir como inaceptable y como una desproporción en el terreno económico, cualquier diferencia que pudiese darse en el mercado mundial entre los Estados Unidos y China? Y ¿Por qué el temor al consabido uso de la fuerza bruta de los Estados Unidos ha de uncir a México a las decisiones de ese país por injustas que sean?
No sorprende que la posición de AMLO en la Cumbre del T-MEC, no haya sido una ocasión más para los acostumbrados ataques feroces de la oposición, sino curiosamente todo lo contrario, ¡fue ocasión para elogios y aplausos! Porque precisamente esta en la misma tónica del viejo y derrotado proyecto imperialista del ALCA. No corresponde a los justos y solidarios compromisos y objetivos regionales de la CELAC. Coloca a México, un país histórica y culturalmente latinoamericano, del lado equivocado.
Con la misma firmeza y congruencia con que se han de defender los aciertos del presidente mexicano, que son muchos y admirables, hay que señalar sus errores. Así como también hay que rechazar y repudiar aquellas decisiones que atentan contra la tradicional política internacional mexicana cimentada en los principios de la libre determinación de los pueblos, la no intervención y la resolución pacífica de conflictos. En la cumbre del T-MEC se equivoca rotundamente
Autor
Docente de derecho constitucional en la Facultad de Derecho de la Universidad Fridrich-Schiller en Jena, Alemania. Miembro de la comisión de relaciones internacionales del Partido Popular Socialista de México.
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