23F: Desplazar a Suárez y reconducir la situación a una normalidad aceptable para la oligarquía española y los Estados Unidos
“El papel de Juan Carlos de Borbón fue oscuro, oculto y ocultado, pero es lógico que fuera así para salvaguardar su figura, como en el ajedrez, se interpusieron toda una serie de peones, torres y alfiles que cortocircuitaran cualquier implicación suya”
El Contexto internacional y geopolítico. Entre 1978 y 1981, se suceden toda una serie de acontecimientos en el espacio que va desde la facha atlántica del Magreb y el Sahel hasta el Asia occidental que hacen poner el foco al imperialismo norteamericano en el rol estratégico del Mediterráneo en un sentido amplio: caída del Sha, revolución islámica y guerra entre Irán e Iraq, donde los Estados Unidos apoyarían a Saddam Hussein; Revolución de Saur, abril de 1978, en Afganistán y ascenso al poder de los comunistas del PDPA, la ayuda soviética llegaría al año siguiente, 1979; golpe de Estado en Mauritania (1981) inspirado por Marruecos y los Estados Unidos; intentos de golpes de Estado involucionistas en Portugal y España; golpe de Estado en Turquía, donde los militares tomaron el poder para hacer frente a las amenazas del fanatismo religioso y de la izquierda revolucionaria, de hecho, los militares implicados en el golpe disfrutaron de inmunidad hasta el 2010, siendo condenado el general Evren en 2014; Grecia vuelve al mando integrado de la OTAN después de suspender su participación en 1974 por la invasión turca de Chipre; el terrorismo fascista ligado a la OTAN (Gladio) estaba desbocado en Italia, en agosto de 1980 tendría lugar uno de los atentados más brutales del terrorismo fascista italiano: el atentado contra la estación de tren de Bolonia, con 85 muertos; asesinato del presidente egipcio Anwar el Sadat; recrudecimiento de la guerra entre Marruecos y el Frente Polisario de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), con el apoyo decidido de los Estados Unidos y Francia a la monarquía alauita.
Frente a un Jimmy Carter debilitado y al que muchos juzgaban como incapaz de controlar la situación, la administración Reagan va a tener como objetivo principal controlar férreamente el espacio mediterráneo en un sentido amplio, un espacio que inquietaba especialmente y que apuntaba a un reforzamiento preocupante de los movimientos populares de liberación nacional antiimperialistas y/o revolucionarios de izquierda.
Al respecto, Adolfo Suárez sería visto por la nueva administración Reagan como un socio poco fiable debido a su actitud reacia a la OTAN y a la entonces CEE, y a sus veleidades “tercermundistas” y de “no alineación”; esta imagen negativa se afianzó con los encuentros de Suárez con Fidel Castro y Yasser Arafat.
Contexto interno del Estado español. Al contrario de esa imagen idílica que se suele dar de “prócer de la democracia española”, la verdad es que en aquellos Suárez estuvo rodeado de enemigos que estuvieron continuamente conspirando para desalojarlo de la presidencia.
El malestar en el Ejército se basaba en tres motivos fundamentales: a) las acciones armadas de ETA, culpándose al ejecutivo de Suárez de no dar una solución definitiva, esto es, desde soluciones dirigidas a la declaración de algún tipo de estado especial de suspensión de derechos y libertades, al despliegue del Ejército en Euskal Herria a imagen y semejanza de los británicos en Irlanda del Norte; b) la legalización del PCE y c) los procesos autonómicos. En cuanto a la legalización del PCE, no molestó tanto el hecho en sí, sino que Suárez mintiera a los militares asegurándoles que eso no iba a ocurrir, es decir, si Suárez les hubiera explicado a los militares que el PCE –o al menos la dirección encabezada por Carrillo- no representaba ningún peligro para el postfranquismo, ese malestar no se habría dado, en lugar de eso, Suárez prefirió mentir y jugar al despiste, dejando un poso de desconfianza y enfado que quedó sin resolver.
Aunque de esto no se suele hablar mucho, el proceso autonómico andaluz y su carácter popular despertó muchos recelos en el Ejército; que Andalucía accediera a un nivel de “autonomía” solo previsto, en principio, para Catalunya, Galicia y País Vasco, enervó especialmente a un estamento militar que entendía que de alguna forma se estaba traicionando el legado de Franco.
También cabría añadir las malas relaciones de Suárez con un sector importante de la banca –con Emilio Botín, por ejemplo-, las tensiones dentro de la UCD, el ansia de poder del PSOE del dúo Guerra/González, etc.
El rey emérito Juan Carlos de Borbón era conocedor de todo ese malestar que suscitaba Suárez, ya fuera en los norteamericanos, por supuesto en los militares, la banca, etc. El “golpe de timón” –como decía Tarradellas- estaba en la agenda, más que nada porque se entendía que así, con un Suárez que iba a su aire, molestando a los militares a banqueros prominentes como Botín y ajeno incluso a su propio partido, no se podía seguir. Todas las quejas sobre Suárez se concentraron en él, recolectando todos los agravios que Suárez iba creando en todas partes.
Desde los servicios secretos, el CESID, dirigido por José Luis Cortina y Javier Calderón, se concibió el “golpe de timón” como una adaptación de la “Operación DeGaulle” al contexto español. Para ello, como ocurrió en Francia, era necesario crear un “supuesto anticonstitucional máximo” que permitiera la entrada en escena del DeGaulle español: Alfonso Armada. Si en Francia fue la guerra de Argelia, el “supuesto anticonstitucional máximo” en el Estado español sería la toma del Congreso, y es aquí donde entra en escena Antonio Tejero, sus guardias civiles y la llamada trama civil, es decir, todos los colaboradores no militares nostálgicos del franquismo con el falangista Juan García Carrés a la cabeza. El general Armada sería el DeGaulle español, el que salvaría la situación, como hizo DeGaulle en Francia, formando un gobierno de “concentración nacional”, alejando cualquier intento de involución pero, sobre todo, desplazando del poder a Suárez y reconduciendo la situación a una normalidad aceptable para la oligarquía española y los Estados Unidos.
Se suele decir que Suárez al dimitir el 29 de enero de 1981 frustró el golpe y la “Operación DeGaulle”, por supuesto, Suárez era conocedor de todo lo que se estaba gestando y con su dimisión lo quiso evitar, pero igualmente el golpe siguió en marcha, ¿por qué? Básicamente, porque no terminaban de fiarse de que la dimisión supusiera su desaparición política y porque se trataba de un “golpe de timón”, es decir, de dar un giro o, mejor dicho, un cierre a la situación de inestabilidad política y social.
Aunque se creó el “supuesto constitucional máximo”, el golpe se frustra cuando Tejero se niega en redondo a aceptar el gobierno de “concentración” de Armada y se siente engañado por él, en esa propuesta de ejecutivo se proponía a dos prominentes miembros del PCE: Ramón Tamames y Jordi Solé Tura, algo inaceptable para Tejero, que lógicamente se sintió traicionado y utilizado. Él no había entrado en el Congreso pistola en mano para poner a unos “rojos” en el Gobierno. Todo se va al traste, o no…
Hay que señalar que aunque la “Operación DeGaulle” a la española no salió como tal, sí se cumplieron los objetivos del “golpe de timón”: reconducción de los procesos autonómicos, ingreso del Estado español en la OTAN y la CEE (UE), normalización estabilidad política con el gobierno del PSOE (1982), reforzamiento de la monarquía como institución y de Juan Carlos de Borbón como rey, etc. Respecto a la situación en Euskal Herria habría que destacar que si bien no se decretó ningún estado de excepción o de sitio, como tal –aunque podríamos hablar largo y tendido del Plan ZEN-, ni se desplegó al Ejército como en Irlanda del Norte, la llamada “guerra sucia” comenzaría su década dorada, con un PSOE que alimentaría con fondos reservados y el tráfico de drogas con centro en el cuartel de la Guardia Civil de Intxaurrondo toda clase de operaciones ilegales contra ETA y en general contra el movimiento popular independentista vasco. Respecto a Andalucía, siguiendo al antropólogo y ex dirigente del PTA, Isidoro Moreno (1): “(a) Andalucía, una vez más en la historia le tocó el muerto. Se elaboró y aprobó un Estatuto recortado porque no daba un verdadero autogobierno, capacidad para enfrentarse a los problemas, etc. No solo fue el resultado del 4D y el 28F, sino también del 23F del 81, del golpe de Estado”.
El papel de Juan Carlos de Borbón fue oscuro, oculto y ocultado, pero es lógico que fuera así para salvaguardar su figura, como en el ajedrez, se interpusieron toda una serie de peones, torres y alfiles que cortocircuitaran cualquier implicación suya. Existe mucha documentación en diferente formato que permanece secreta, toda ella relacionada directa o indirectamente con el rey emérito. Todos los participantes actuaron en todo momento en nombre del rey, empezando por Tejero y terminando por Armada, pasando por Milans del Bosch, un militar que siempre se había destacado por su firme adhesión monárquica. Igualmente, Armada era un hombre de la máxima confianza de Juan Carlos, de hecho, en el juicio, Armada pidió permiso para hacer públicas unas conversaciones con el rey emérito, el permiso le fue denegado. Por otro lado, los despachos entre el emérito y el dúo de la dirección del CESID, Calderón y Cortina, fueron contantes, al igual que con la embajada norteamericana.
Notas:
(1). Isidoro Moreno sobre el 23F. Canal Sur Radio. Pinche AQUÍ para enlace web.
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