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Garzón y la diversidad: Crítica de la crítica crítica a la diversidad de Daniel Bernabé.
En un reciente artículo de Alberto Garzón, diputado de Unidos Podemos y Coordinador General de Izquierda Unida, hace una dura crítica del libro “La trampa de la diversidad”, del escritor y periodista, Daniel Bernabé. Artículo que, pretendiendo ser académico y científico para confrontar con las tesis de Bernabé, patina, a mi entender, en la utilización de algunas fuentes y en sus análisis para sustentar su crítica.
En principio nos centraremos en ciertos mensajes que Alberto Garzón lanza en su escrito, más allá de la crítica al libro en sí, que, a mi entender, son preocupantes viniendo de un dirigente que se cataloga como comunista.
Dice Bernabé en su libro que “con el auge revolucionario izquierdista y sindical, los fascistas tuvieron que adaptar su mensaje al contenido obrerista, en ese momento el centro del tablero político”. Ante tal afirmación, Garzón le contesta que “el fascismo en ningún momento se adapta al mensaje obrerista sino que es mensaje y proyecto obrerista desde el principio”. Además, señala que Mussolini fue dirigente comunista. Al margen de que fue miembro del Partido Socialista Italiano, del que fue expulsado, afirmar que era comunista es faltar a la verdad peligrosamente, como preocupante afirmar que alguien es comunista por ser miembro de un partido de izquierdas y/o comunista; la historia está llena de ejemplos, lamentablemente, que lo corroboran.
Según la RAE, obrerismo tiene los siguientes significados:
- Régimen económico fundado en el predominio del trabajo obrero como elemento de producción y creador de riqueza.
- Conjunto de los obreros, considerado como entidad económica.
- Conjunto de actitudes y doctrinas sociales, sindicales y políticas encaminadas a mejorar las condiciones de vida de los obreros.
Si bien el fascismo pudo ser iniciado por miembros de la clase obrera, decir que era un proyecto obrerista o su mensaje era tal no se sostiene por ningún lado.
¿Es un mensaje o proyecto obrerista el que desprecie a los/as trabajadores/as si no son de tu nacionalidad o etnia?¿Es un mensaje obrerista el que los/as trabajadores/as tengan que estar sometidos a una minoría por mucho que sean de tu nacionalidad?¿Es un mensaje obrerista el que diga que hay que defenderse de los de tu misma clase?¿Es un mensaje obrerista el de la Falange o el de los fascistas de Hogar Social?
No hay que ser politólogo para entender que el fascismo, como ideología que se basa en falacias para manipular a la clase trabajadora y convertirlos en perros de presa de una élite dominante, ha utilizado en sus discursos conceptos de la izquierda o ha pretendido hacer creer con ellos que se busca la mejora de las condiciones de vida de los de nuestra clase. Asimismo, la utilización de ese término, ateniéndonos a la tercera definición, repito, según la RAE, no parece el más adecuado para los/as que entendemos que la emancipación de los de nuestra clase es el camino para acabar con el capitalismo.
Entendiendo que es vital hacer un buen análisis para entender de dónde venimos, Garzón busca desacreditar el mensaje de Bernabé en base a acusaciones de mal análisis para, así, cargar de peso su argumentario en defensa del posicionamiento de cierta izquierda que ha puesto en segundo plano, cuando no ha escondido, el elemento común que afecta a todas las luchas o reivindicaciones diversas, dejándolo de lado y centrando la propuesta en el “qué hay de lo mío”
Garzón critica que Bernabé diga que “tras años en los que la izquierda, en vez de buscar qué unía a grupos diferentes y desiguales para encontrar una acción política común, pasó a destacar las diferencias entre esos grupos para intentar seducirlos aisladamente, el discurso de la ultraderecha encontró un asiento que parece respaldarlo (…) mientras que la izquierda no ha sabido articular un discurso que conjugue su defensa del multiculturalismo con estos conflictos (…) la ultraderecha ha sido lo suficientemente hábil para ampliar su base electoral haciendo que el mercado de la diversidad juegue en su favor”.
Frente a eso, Garzón comenta lo siguiente: En primer lugar, porque al situar el problema en el ámbito discursivo comete los mismos errores que los autores posmodernos a los que lleva criticando todo el libro, y descarta hacer referencia a la construcción de identidad que se hace a través de la praxis. Precisamente es ahí donde está la respuesta necesaria de la izquierda ante los retos actuales, pues es en la construcción de tejido social antifascista/socialista (la creación de ateneos, cooperativas, clubes, bares, bibliotecas, asociaciones de vecinos, etc.) donde residió la fuerza del movimiento obrero del siglo XIX y la vacuna contra el fascismo. Y es en esa práctica material donde no es necesario tener que elegir entre discursos de la diversidad y discursos de clase, puesto que en la práctica es posible combinar ambas expresiones. En segundo lugar, porque incluso al terminar en libro no queda nada claro a qué se está refiriendo Bernabé con la cuestión de la diversidad. Examinados sus presupuestos metodológicos uno puede concluir, como he hecho yo, que se refiere a todo aquello que no sea el conflicto capital-trabajo y la cuestión material. Pero no queda nada claro qué integra “la diversidad” y qué no lo hace.
¿Por qué iba a ser menos material las políticas para dejar de consumir plástico que un nuevo convenio colectivo que reconozca el teletrabajo? ¿Por qué no se considera “problema cotidiano” el machismo o la homofobia si para millones de personas eso es precisamente el eje central de su contradicción con el sistema? ¿Por qué a una pensionista mujer y lesbiana le debe parecer más importante hablar de clase trabajadora que de feminismo y políticas de diversidad?
¿A qué se refiere con construir identidad? ¿Identidad como colectivo? Y ante esto me pregunto:
¿Qué tienen en común Javier Cámara, Fernando Tejero, Kike Sarasola o cualquier otro “compramujeres” para que le hagan niños con pedigrí con otros activistas lgtbi? ¿Tienen lo mismo en común Carmen Calvo o cualquier feminista que basa su discurso en los techos de cristal y/o la libertad de explotarnos lo mismo que hacen los hombres, con las feministas que tienen claro que mientras haya capitalismo existirá el patriarcado y, por tanto, terrorismo machista y asesinatos? Queda clara la identidad de unos/as y otros/as, diría yo, aunque aparentemente se les meta bajo una misma. Ante estas cuestiones yo tengo claro cuál es mi identidad.
La respuesta a las preguntas que se hace Garzón son claras. Porque no es lo mismo Encarna Sánchez (la de las empanadillas) que la que trabaja en un centro de montaje, de maestra o de camarera. Porque el saudí que pisa este Estado es un “hermano musulmán” y el subsahariano que viene en patera es un “puto moro de mierda”. No se trata de eliminar aquello que los pone en contradicción con el sistema, sino de señalar el elemento que nos une para poder enfrentarnos juntos/as a un régimen que, si no somos mayoría, difícilmente podremos enfrentar. Y ese elemento que nos une se da en el conflicto capital/trabajo. Porque en el momento de enfrentarse a los/as que nos someten, los Kike Sarasola estarán enfrente de los Shangay Lily.
Y es que alguna izquierda, como señala Bernabé, “en vez de buscar qué unía a grupos diferentes y desiguales para encontrar una acción política común, pasó a destacar las diferencias entre esos grupos para intentar seducirlos aisladamente”. Y, Garzón, es uno de ellos. En Izquierda Unida, por ejemplo, empezó a señalarse al precariado, como un colectivo al que acercarse haciendo campañas “contra la precariedad”. Como si el haber trabajadores/as precarios no fuera inherente al sistema y cualquier trabajador/a no sea carne de precariedad, por muy buenas condiciones tenga en un momento dado.
“Precisamente, esto es destruir identidad. Destruir identidad es meter en el mismo saco a la Botín y Carmen Calvo y a mis compañeras Ámala Fernández y Carmen Parejo, al igual que meter en la misma lucha a Kike Sarasola y Shangay Lily.”
Asimismo, Garzón comenta que “(…) las hipótesis como el conjunto del espíritu del libro nos describe una sociedad que, invadida por el neoliberalismo, ha difundido con éxito valores basados en la competitividad y el individualismo. Y aunque eso suceda en determinadas obras de ficción, que probablemente operan más como casos extremos que como reflejos, en la realidad no parece observarse. En todas las encuestas recientes los españoles sitúan a la familia como la principal prioridad, por encima de los ingresos del hogar o del trabajo (una puntuación de 9,2 sobre 10 en el caso de la encuesta de valores humanos del BBVA de junio de 2013 y de 9,69 en el barómetro del CIS de octubre de 2016). Respecto al trabajo, es mayoritario en España el enfoque de que ha de permitir un equilibrio con la vida, por encima de ganar más sueldo (la citada encuesta de BBVA), y en todas las encuestas la ciudadanía española contesta que prefiere pagar impuestos y tener buen sistema de servicios públicos a pagar menos impuestos y tener peor o ningún sistema de servicios públicos. Todos estos datos se repiten continuamente y parecen desmentir la hipótesis sobre el triunfo del neoliberalismo cultural en nuestra sociedad, que es uno de los ejes del libro de Bernabé. Cabría hacer un examen más pormenorizado, pero este no es el lugar. Me limito a observar lo frágil de las fuentes en las que se apoyan las hipótesis del autor”.
Me llama la atención que Garzón diga que Bernabé basa sus hipótesis en obras de ficción, sean de cine o literarias, y para contra argumentar él se base en una encuesta del BBVA y en el barómetro del CIS (fuentes muy fiables,seguro). Tampoco sé cuánta gente ha participado en esos estudios ni de qué zona son los/as encuestados/as. Al margen de esto, decir que la cultura del individualismo y la competitividad no ha calado en nuestra sociedad porque en una encuesta sitúan a la familia como la principal prioridad, no sé si describirlo como un insulto a la inteligencia o un burdo intento de manipulación. Como dice muy bien mi compañera, Carmen Parejo, y comparto al 100%: “en lo de la familia comete un error de lógica fundamental que es creer que la familia no pueda ser un componente más para el individualismo, como de hecho en esta sociedad lo es. Confundir familia y relaciones comunitarias cuando, además, el núcleo familiar tiende a la reducción (de familia extensa a familia nuclear, etc) es de ser una vez más un miope político”.
Igualmente, para rebatir la hipótesis de Bernabé, Garzón alude a que, según esos estudios, “es mayoritario en España el enfoque de que ha de permitir (el trabajo) un equilibrio con la vida, por encima de ganar más sueldo (la citada encuesta de BBVA), y en todas las encuestas la ciudadanía española contesta que prefiere pagar impuestos y tener buen sistema de servicios públicos a pagar menos impuestos y tener peor o ningún sistema de servicios públicos”. Para concluir que queremos vivir, no estar todo el puto día trabajando y que podamos hacerlo dignamente, imagino, no es necesario hacer un estudio.
Pero, igualmente, no presupone nada. Respecto a la segunda cuestión me gustaría ver, como dije anteriormente, cuánta gente ha participado y a qué zonas pertenecen, porque la realidad que yo vivo es muy diferente: la gente quiere buenos colegios y hospitales, sí, pero también pagar poco sin cuestionarse si los que más tienen son los que más tienen que aportar o como se mantienen esos servicios. Un argumento utilizado por Garzón, como veremos más adelante, lo demuestra.
Dice Garzón: “hay una idealización exagerada del movimiento obrero del siglo XX. Incluso refiriéndose a los años setenta, Bernabé dice que «hablamos de un contexto donde la organización sindical era abrumadora, donde la hegemonía de las ideas de izquierdas era prácticamente total en la sociedad» (pp. 47). En ninguna parte se apoyan con datos esta hipótesis y, de hecho, el resultado electoral de los partidos que eran de izquierdas no parece acreditar tales afirmaciones. Los partidos eurocomunistas tuvieron mejores resultados que los partidos que les sucedieron, por ejemplo, pero lo hicieron al coste de renunciar a muchos de los postulados básicos de la izquierda”.
Si hace referencia a los resultados electorales como argumento para confrontar lo que dice Bernabé, tendría que tener Garzón en cuenta que ese mismo argumento se da de bruces con las encuestas a las que alude, puesto que, al margen de la familia (que cada espectro ideológico tiene su visión de ella), ganan las elecciones aquellos que venden lo público, utilizan como propaganda electoral que bajan los impuestos (aunque luego sólo lo hagan con los adinerados) y dejan vendidos/as a los/as trabajadores/as frente a la patronal.
También dice Garzón que “incluso si nos remontamos a principios del siglo pasado, las propias instituciones del movimiento obrero –partidos y sindicatos fundamentalmente- siempre estuvieron fragmentadas, divididas y enfrentadas como consecuencia de discrepancias esenciales en diagnósticos y estrategias. De hecho, no es fácil identificar en la historia o en el presente cuál es la verdadera “idea de izquierdas” que ha de hegemonizar al resto. Parece todo el relato más bien una racionalización a posteriori”.
“Si aún no nos hemos dado cuenta de que, al margen de las diferencias estratégicas, las organizaciones del movimiento obrero eran infinitamente más combativas, organizadas y comprometidas con los/as de nuestra clase, que cualquier organización actual llena de burócratas, oportunistas y ganapanes que no saben lo que es trabajar, es que se vive en una realidad paralela. No se trata de idealizar al movimiento obrero, como dice Garzón, sino de ser objetivos.”
Tengo la impresión de que Garzón, independientemente de su estilo (y pese a su discurso de estar en la calle…), más allá de los mítines, reuniones de IU, del PCE, el Congreso y algunas luchas concretas cuando le deja tiempo todo lo demás, se relaciona poco con la gente que dice representar. Es, sólo, mi impresión. Seguramente estaré equivocado.
No he leído el libro todavía, pero entiendo que Bernabé señala el componente de clase como nexo de unión (y de criba) para que las luchas diversas y sectoriales, más allá del “qué hay de lo mío”, podamos pegar un zapatazo en el suelo y empezar a mover el cimiento de este Estado construido sobre las víctimas del franquismo y de aquellos/as que lucharon por la República. Si es así, estoy de acuerdo con Bernabé. Todo lo que no sea eso, no servirá.
Para concluir, voy a emular a Garzón diciendo que para abordar estos y otros problemas se requiere “una respuesta adecuada y contundente de la izquierda.
Pero, honestamente, creo que el planteamiento de -Garzón- no ayuda a ello”.
Autor
Responsable de la coordinación técnica y audiovisual en Revista La Comuna
Operario de fábrica. Militando desde los 17 años. Socialismo o barbarie.
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