José Andrés como exponente de lo que algún analista ha calificado de imperialismo humanitario
“En violento contraste con los éxitos de un país enfrentado a los obstáculos a priori que ha tenido que sortear China a la hora de materializar esa libertad enunciada por Roosevelt a «vivir sin penuria» (uno de los cuales, como hemos detallado, ha tenido que ver además con la «libertad de vivir sin miedo»), lo cierto es que el país guía y modelo de Occidente no puede presumir de haber hecho realidad lo reivindicado por el histórico líder del New Deal”
En otro de nuestros artículos para Revista la Comuna (1) veíamos cómo El Gran Wyoming desde La Sexta equiparaba a los gobiernos de Rusia y China con los de Arabia Saudí y Catar, caracterizados estos dos últimos por una política que (sin mencionar las trágicas consecuencias de sus respectivas políticas exteriores) mantiene en la miseria a la mayor parte de las poblaciones dentro de sus fronteras.
Ya apuntamos algunos datos que desmentían tal equiparación, pero detengámonos de nuevo en China por su relación con la noticia sobre Estados Unidos que vamos a comentar más adelante. La dirigencia de la República Popular, atendiendo a una serie de valores universales (sí, decimos bien), ha priorizado garantizar el derecho a la vida librando de la miseria a cientos de millones de personas y declara que no renuncia a la democratización ni le niega ese valor universal, pero que tal universalidad debe respetar las peculiaridades nacionales.
Al tiempo, dicha dirigencia debe afrontar ante todo dos eventuales contingencias: por una parte, el cerco militar de Estados Unidos, que no cesa de instigar movimientos secesionistas y disidencias (véase, en clave de autoodio cultural, la de Liu Xiaobo, recompensado con el Nobel de la Paz por declarar cosas como que “China necesitaba pasar por «300 años de colonización» para convertirse en un país decente, obviamente de tipo occidental”); por otro lado, la desproporción de tener que alimentar a un quinto de la humanidad con solo el 7% de la superficie cultivable y del agua dulce del planeta. Entretanto, el gran cruzado prodemocrático occidental pasa de largo por el valor universal del Estado de derecho, por poner algunos ejemplos, con Guantánamo, la rendición extraordinaria (procedimiento extralegal mediante el que los «sospechosos de terrorismo» son secuestrados y enviados a otro país intermediario para encarcelamiento e interrogación mediante tortura) o la «lista de la muerte semanal» creada en su día por el que fuera su presidente, Barack Obama (Losurdo, 2015: 241, 185) (2).
Como igualmente repasábamos en el mencionado artículo, el representante de la ONU («coordinador residente») en el país, Siddharth Chatterjee, declaraba en 2021 que “El hecho de haber sacado a casi 800 millones de personas de la pobreza extrema en las últimas cuatro décadas, así como a los casi 100 millones de ciudadanos rurales pobres en los últimos ocho años, hace que los logros de China sean simplemente asombrosos”, poniéndolos como “ejemplo que debemos compartir con otras naciones en desarrollo, especialmente las de África”, lo que afirmaba “con conocimiento de causa” ya que su anterior destino en el organismo internacional fue Kenia. Chatterjee describía a la nación asiática como paradigma de “cooperación internacional” y “multilateralismo”. Como remate contra cualquier anatema euroccidentalista, el funcionario de la ONU consideraba que “Ya sea por las continuas inversiones en la Cooperación Sur-Sur o por la Iniciativa del Cinturón y Ruta de la seda, vemos que China avanza en la construcción de un ecosistema que proporciona una red de prosperidad, bienestar y educación a escala mundial” (Chatterjee, 2021) (3).
Estamos ante todo un logro en el camino a la “«libertad de vivir sin penuria», es decir, del derecho a librarse de la miseria y la estrechez material” teorizado, reivindicado y tenido en cuenta con medidas políticas justamente por un mandatario estadounidense, F.D. Roosevelt, en buena medida a causa de “la influencia ruinosa ejercida por la «revolución marxista rusa»” según las palabras del pope neoliberal Friedrich von Hayek. No conviene olvidar, por ende, que en esta senda China ha tenido que hacer frente, como apuntábamos más arriba, a la amenaza estadounidense del «pivote» aeronaval en el Pacífico, en el que avanzara decididamente el mentado Barack Obama. Se trata de una apuesta militar que, no obstante, incluso fue considerada insuficiente, por “inútilmente provocadora”, en un artículo de la revista Foreign Policy escrito por “dos miembros influyentes del establishment político-militar, donde se sugería “«que Estados Unidos ataque a China antes de que China ataque a las fuerzas estadounidenes», y que este ataque a China no se limite a sus fuerzas navales y aéreas, y golpee con profundidad, en el corazón”. Más explícita, hace unos años la publicación “Foreign Affairs publicó un ensayo muy poco tranquilizador conforme al cual “gracias al «cambio radical en el equilibrio nuclear del poder» Estados Unidos” estaba en condiciones de “asestar un «primer golpe nuclear» a Rusia y China sin temer una represalia nuclear. Contrariamente a la creencia común, la «modernización nuclear» emprendida por Washington” no apuntaba “a «los terroristas y los Estados canallas»”. En realidad «la fuerza nuclear estadounidense actual y futura parece pensada para lanzar un ataque preventivo y capaz de desarmar a Rusia y China»”; objetivo norteamericano “en perfecta consonancia con la intención proclamada […] de «expandir su dominio mundial»,” de tal modo que aunque el escudo antimisiles “no sería capaz de detener un ataque masivo de Rusia” sí “podría desbaratar el intento de respuesta nuclear de este país y más aún el de China, que quedarían fuera de combate tras el «primer golpe» nuclear asestado por la única superpotencia real. No en vano”, y a diferencia de lo que sí ha hecho China, Estados Unidos “sigue sin comprometerse a no ser la primera en recurrir al arma nuclear”. Esta intimidación afrontada por la República Popular nos lleva a considerar otra de “las «cuatro libertades»” de Roosevelt proclamadas en uno de sus discursos, “la «libertad de vivir sin miedo» (freedom from fear)” y que, en su día “dirigida contra el Tercer Reich”, cuestionaba acertadamente “Qué sentido tenía hablar de libertad”, cuyo “disfrute real […] no se podía concebir solo en una dimensión nacional” sino que “también había que tener en cuenta” la dimensión “internacional […] en una situación caracterizada por el miedo y el terror de la guerra inminente” (Losurdo, op. cit.: 16-17, 24, 44, 46-47).
Por cierto, uno de los dos coautores del citado artículo de Foreign Policy es David Gompert, quien ha sido funcionario del gobierno estadounidense, exdiplomático, antiguo Director interino y Director Adjunto Principal de Inteligencia Nacional de Estados Unidos (4), amén de, entre otros variados puestos, miembro sénior en la corporación norteamericana RAND, cuyo profético documento estratégico “Sobreextender y desequilibrar a Rusia” anticipó hace tres años todo lo que está sucediendo en estos momentos alrededor de la cuestión de Ucrania de acuerdo con los planes estadounidenses (VV.AA., 2019) (5). Esto revela hasta qué grado las amenazas militares de EE.UU. son un asunto a ser tomado muy en serio, máxime cuando el referido funcionario cuenta con una nutrida nómina de artículos para la mencionada corporación sobre el mismo tema: cómo potenciar el cerco a China (6).
Otro organismo internacional tan sospechoso de subversiva ideología marxista-leninista radical como la ONU, esta vez el Banco Mundial, cuyo actuar coercitivo sirve básicamente a los intereses occidentales y en particular estadounidenses (Toussaint, 2006: 21-24) (7), publica gráficos y estadísticas sobre variables macroeconómicas de los diferentes países cuyos “datos se basan en las evaluaciones de pobreza de los países y las Estrategias para la reducción de la pobreza del Banco Mundial” mismo. De acuerdo con ellos, la “Tasa de incidencia de la pobreza, sobre la base de la línea de pobreza nacional (% de la población)” de China, que en 2005 era del 30,2%, descendió al 17,2% en 2010 y llegó al 0,0% una década después (8). El mismo parámetro para Rusia arroja una evolución desde una incidencia de la pobreza sobre la cuarta parte de la población (24,6%) en 2002, tercer año del primer mandato de Putin como presidente de la Federación, hasta el 12,1% de 2021; línea respecto a la que es oportuno matizar que en 2012 se llegó a conseguir bajar hasta el 10,7% para después subir moderadamente al 13,3% en 2015 (9) coincidiendo con el esfuerzo militar derivado de la recuperación histórica de Crimea, como respuesta al golpe de Estado en Ucrania que significaba una seria amenaza sobre la población de esta península (y que por desgracia se convirtió en realidad para la de la región del Donbás). Frente a los índices descendentes en perspectiva de conjunto de estas dictaduras o pseudodemocracias, como las denominaba El Gran Wyoming (10), las cifras de la exquisita democracia del reino de España ofrecen una tendencia opuesta, con un trazado bastante irregular que, en cualquier caso, parte del 20,1% en 2003 al 21% de 2019 (11). Si se busca el mismo parámetro para el modélico imperio de la libertad norteamericano, no citado por el presentador de La Sexta en su editorial sobre los productores de gas, el enlace correspondiente nos aclara que “No hay datos para los lugares especificados” y nos ofrece como alternativa que se “Use el cuadro de búsqueda arriba para seleccionar un país o región diferente” (12).
Sin embargo, en violento contraste con los éxitos de un país enfrentado a los obstáculos a priori que ha tenido que sortear China a la hora de materializar esa libertad enunciada por Roosevelt a «vivir sin penuria» (uno de los cuales, como hemos detallado, ha tenido que ver además con la «libertad de vivir sin miedo»), lo cierto es que el país guía y modelo de Occidente no puede presumir de haber hecho realidad lo reivindicado por el histórico líder del New Deal. A finales de septiembre de 2022 Biden prometía “finalizar con la inseguridad alimentaria en el país para el año 2030” movilizando “8.000 millones de dólares públicos y privados para reducir drásticamente la cifra de 34 millones de personas, incluidos cinco millones de niños, que se encuentran en situación de riesgo”, dado que “En 2021, el 10,2% de los hogares del país sufrieron inseguridad alimentaria en algún momento a lo largo del año, un porcentaje similar al de 2020. Y en las casas con hijos menores de 18 años esa cifra se elevó al 12,5%, aunque en algunos casos solo los adultos se vieron afectados”. Obsérvense, además de las cifras internas de la superpotencia global, el empleo del adverbio atenuador en la última oración (“solo los adultos”) y el eufemismo (“inseguridad alimentaria”) para referirse a lo que comúnmente se suele denominar hambre. “La estrategia presidencial para reducir esos datos se asienta en tres pilares: facilitar el acceso de los ciudadanos a comida que mantenga a sus familias sanas, ofrecer la información necesaria para poder elegir dietas saludables e impulsar el ejercicio físico” (Rtve.es, 28/IX/2022) (13).
Esta enunciación a primera vista podría parecer banal (¿quién no ha oído decir alguna vez que el mejor remedio para poner fin al hambre es, ciertamente, el acceso a la comida?) pero no hay que subestimar el planteamiento táctico de un un político con eventuales capacidades dentro de la dimensión paranormal: en el mismo evento contra el hambre, el líder del mundo libre ejerció de médium por unos momentos invocando a Jackie Walorski, la congresista que lo había organizado originalmente, fallecida dos meses antes, a la que él mismo había firmado una carta de pésame y en relación con la cual antes de su discurso se había proyectado un vídeo en su memoria: “¿Jackie? ¿Dónde está Jackie?”, apeló a la presencia de ultratumba (Elnacional.cat, 28/IX/2022) (14).
En cualquier caso, los “8.000 millones de dólares públicos y privados” prometidos movilizar por Biden pueden parecer una gran suma de dinero, que lo es, pero tengamos en cuenta que dicha cantidad no llegaba ni a la mitad de los 16.900 millones ya dedicados por su Administración hasta aquella fecha en concepto de ayuda militar a Ucrania desde enero de 2021, cuando el Gran Timonel del orbe democrático se estrenó como inquilino de la Casa Blanca (Infodefensa.com, 1/X/2022) (15).
Naturalmente, que estemos hablando de una partida del Departamento de Defensa estadounidense no quiere decir que esa factura la pague el Gobierno de la nación del destino manifiesto. Para eso están Rusia y la UE, respectivamente de forma directa e indirecta: tres meses antes “Estados Unidos, la Unión Europea y sus aliados” habían “inmovilizado activos por valor de 300.000 millones de dólares del Banco Central de Rusia en el marco de las sanciones internacionales contra Moscú” (Europapress.es, 29/VI/2022) (16) y un día después de lo anterior ya conocíamos que en ese mismo mes “Por primera vez en la historia, la Unión Europea” había “importado en junio más gas natural licuado (GNL) de Estados Unidos que gas por gasoducto de Rusia”, como reconoció el propio “Fatih Birol, director ejecutivo de la Agencia Internacional de la Energía”. Según datos del Departamento de Energía norteamericano, solo en abril cinco Estados europeos “–Francia, España, el Reino Unido, los Países Bajos y Polonia– representaron el 54,1% del total de las exportaciones de GNL de Estados Unidos”. A principios de junio, Birol había advertido, por cierto, a “Europa” de que se enfrentaba “a una «alerta roja» para el suministro de gas el próximo invierno” (Worldenergytrade.com, 30/VI/2022) (17).
En cuanto a los dólares “privados” aludidos por Biden, en el acto estuvo “el chef español José Andrés como invitado final” (Rtve.es, ídem). Conocida su toma de partido en el conflicto de Ucrania, el cocinero fue invitado de El Hormiguero, famoso programa de Antena 3 conducido por el insigne Pablo Motos, para hablar de su labor en la zona. Aliñada con una buena dosis de sonrisas y lágrimas, sazonada con una pizca de terrorismo de la indignación (Losurdo, op. cit.: 321), rematada por una deliciosa cobertura de aplausos en el instante preciso y encuadrada en la mejor tradición de la sociedad del espectáculo, la intervención de José Andrés ofreció una impagable demostración de lo verdadero como momento de lo falso (Debord, 1995: 10) en lapsos como el correspondiente a su respuesta a la pregunta formulada por Motos; esto es, si seguía pensando que Ucrania ganaría la guerra (Antena3.com, 24/V/2022) (18):
< < Moralmente ya la ha ganado, porque es una gente que ha sacado fuerzas de donde no la había y luchando contra… defendiéndose contra una potencia militar tan potente [sic] y que hayan sido capaces, durante ya ocho años, de estar repeliendo esos ataques. Moralmente, para mí, ya la ha ganado. Pero, obviamente, es una pena que ya, en el siglo XXI, estemos permitiendo que una persona, un dictador, decida que miles de niños, mujeres y ancianos van a morir porque él considera que tiene ese derecho. Hoy en día todos tenemos que empezar a hablar más alto; sobre todo, en contra de esos líderes que quieren sacar lo peor de nosotros. Hoy en día uno puede ser de derechas o de izquierdas, puede pensar lo que quiera del mundo; pero siempre respetando al prójimo. No podemos permitir nunca más que haya líderes que quieran sacar los peores demonios de nosotros. Esos líderes no tienen lugar en el mundo. > >
La apelación cronológica al siglo XXI como centuria en la que ya no tendrían que ocurrir atrocidades bélicas nos remite a las palabras que Javier Solana pronunció en La 1 de TVE en los primeros días de la operación militar rusa, donde el político pesoísta, al que el periodista Javier Ruiz transmitía una pregunta parecida (“¿Es una guerra que ya ha ganado Putin?”), Solana contestaba no entender “cómo hemos llegado a esta situación en el siglo XXI, […] con esta brutalidad, de esta manera…” (Rtve.es, 25/II/2022) (19). En su calidad de secretario general de la OTAN, Solana debió de aprovechar el tramo final del siglo XX antes de que cambiara el calendario apurando hasta su penúltimo año, 1999, en el que dio personalmente la orden de bombardear Serbia, donde la presencia de personas refugiadas, más de 700.000, era la más alta registrada hasta entonces en el subcontinente europeo, expulsadas por mor de los dirigentes croatas y bajo la amenaza de los grupos terroristas albanokosovares (dedicados entre otras cosas al tráfico de drogas y de órganos humanos) apoyados y armados por los Estados miembros de la santa Alianza (Atlántica) y de su aparato mediático (Losurdo, op. cit.: 113-114).
Por otra parte, conviene aclarar que José Andrés, en El Hormiguero, con lo de la gente que lleva ocho años sacando fuerzas de donde no las había para repeler los ataques de una potencia militar, no se estaba refiriendo a las víctimas del Ejército y los paramilitares de Ucrania en el Donbás. Del mismo modo es oportuno despejar toda confusión en torno a si el famoso cocinero, con su alusión a que una persona decida la muerte de miles de niños, mujeres y ancianos, estaba hablando de Volodímir Zelensky o Joe Biden. De hecho, el chef asturiano “nacionalizado estadounidense” fue nombrado seis meses antes por el segundo de los mandatarios como “copresidente del Consejo asesor de Deporte, Fitness y Nutrición”, un “organismo asesor del presidente que se encarga de promover la actividad física y la alimentación saludable” entre la población del país faro de la democracia. El correspondiente comunicado de la Casa Blanca detallaba que “es un «innovador cocinero reconocido internacionalmente», nombrado en 2012 y 2018 como una de las 100 personas más influyentes del mundo por la revista Time”, así como “un «pionero» de las tapas españolas en Estados Unidos […] conocido por su cocina de vanguardia” (Elpais.com, 24/III/2022) (20).
José Andrés, entre cuyas destacadas innovaciones culinarias, efectivamente, figura cambiar “el nombre de la ensaladilla rusa por «ensaladilla Kiev» en sus restaurantes” (Huffingtonpost.es, 15/V/2022) (21), y en tanto conspicuo exponente de lo que algún analista ha calificado de imperialismo humanitario (Bricmont, 2008) (22), ha sido distinguido con galardones como el “premio Princesa de Asturias de la Concordia 2021 […] por sus «diversos proyectos de cooperación con la cocina como elemento central» y por […] «desarrollar formas de asistencia humanitaria ejemplar, atenta a ayudar a los más desfavorecidos en las situaciones más extremas»” (Elpais.com, mismo enlace). Por similares razones fue premiada “con 85 millones de euros” del “nuevo galardón” de Jeff Bezos “la labor filantrópica del chef”, tal como anunció “El fundador de Amazon” tras su “regreso de su viaje al espacio” (Elpais.com, 20/VII/2021) (23).
Entretanto, mientras Estados Unidos sigue lidiando con su problema de inseguridad alimentaria, tan solo queda esperar que su faceta solidaria llegue a similares cotas que las de sus proyectos caritativos en lo tocante a los “empleados en su local de Nueva York”, por quienes fue denunciado por no pagar “las horas extra como marca la ley del Estado”. “«Desafortunadamente, Andrés ha invertido mayor esfuerzo en alimentar a gente alrededor del mundo que a sus propios empleados en Mercado Little Spain (…), que sistemáticamente paga salarios por debajo del mínimo establecido», argumenta[ba] el documento, presentado ante los tribunales”, por “El abogado de la denunciante, Maimon Kirschenbaum, conocido por defender el derecho de trabajadores en el sector de la hostelería”, quien “afirmó que «los esfuerzos humanitarios deberían comenzar en casa. Nadie en Nueva York ni en ningún sitio debería trabajar por salarios por debajo del mínimo establecido»”. El referido “Mercado Little Spain”, con “capacidad de atender a unas 5.000 personas al día”, es el negocio “que el cocinero español regenta junto a los hermanos Adrià” y que está “situado en el colosal proyecto urbanístico Hudson Yards” (Publico.es, 28/VIII/2019) (24).
Al menos, el asturiano reconoció que se habían “encontrado fallos en la forma en la que se pagan algunos salarios de este espacio, abierto en Manhattan” (mismo medio, 30/VIII/2019) (25). Es lo que tienen las situaciones donde alguien, por no abandonar el asunto gastronómico, es pillado con las manos en la masa.
Notas:
- El Gran Wyoming y las credenciales democráticas. Pinche AQUÍ para enlace web.
- LOSURDO, Domenico (2015): La izquierda ausente. Crisis, sociedad del espectáculo, guerra. Barcelona: El Viejo Topo.
- CHATTERJEE, Siddharth (2021): “El representante de la ONU en China comparte la historia del desarrollo milagroso del país asiático”. Pinche AQUÍ para enlace web.
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- VV.AA. (2019): “Overextending and Unbalancing Russia. Assessing the Impact of Cost-Imposing Options”. Pinche AQUÍ para enlace web.
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- TOUSSAINT, Eric (2006): Banco Mundial, el golpe de Estado permanente. La agenda oculta del Consenso de Washington. Barcelona: El Viejo Topo.
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- De nuevo, véase el referido artículo en Revista La Comuna.
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- Extracto concreto en minuto 14:37. Pinche AQUÍ para enlace web.
- De nuevo, minuto 1:22:18. Pinche AQUÍ para enlace web.
- Pinche AQUÍ para enlace web.
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- BRICMONT, Jean (2008): Imperialismo humanitario. El uso de los Derechos Humanos para vender la guerra. Barcelona: El Viejo Topo.
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Autor
Manuel Rodríguez Illana (1975, Sevilla, Andalucía), es doctor en Periodismo, licenciado en esa especialidad y en Psicología y profesor de Lengua Castellana y Literatura en la enseñanza secundaria. Como analista mediático es autor de El españolismo sonriente (2017), Por lo mal que habláis (2019) y Andalucía, basurero del Estado español (2021) en Editorial Hojas Monfíes, así como El esclavo feliz (2022) en Secretolivo Ediciones. Es miembro del Laboratorio de Estudios en Comunicación (Ladecom) de la Universidad de Sevilla y del Grupo de Análisis de Noticias sobre Divulgación Lingüística, las Lenguas de España y sus Variedades (Lengua y Prensa) de la Universidad de Málaga.
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