“Las clases hegemónicas salvadoreñas tienen una crisis interna para disputarse las migas del botín que les repartirá el amo del Norte” Artículo de Roberto Rivera
El General Maximiliano Hernández Martínez, el teósofo dictador y Presidente más recordado de El Salvador, ante una epidemia de viruela mandó a forrar con papel celofán de colores los faroles del alumbrado público. Creía que los rayos de luz matizados así, mataban las bacterias de la viruela. Hernández Martínez llegó a la presidencia en diciembre 1931 y solo dos meses después reprimía una insurrección con un estimado de 30,000 campesinos asesinados. Aún con eso, hasta el día de hoy, la época del general Martínez sigue siendo alabada en muchos ámbitos de la vida salvadoreña, por haber sido un régimen fuerte que no tenía piedad con los delincuentes. Este señor inauguró una serie de gobiernos militares llegados hasta la década de los 80 en El Salvador. En las escuelas, en los medios de comunicación, siempre se suelta aquello de “con los militares esto no pasaba, había menos delincuencia”.
El fenómeno pandilleril ha creado un caos enorme en esta república centroamericana y de esa dificultad se han colgado los políticos de turno durante las dos últimas décadas. Tener cada vez fuerzas de seguridad pública más armadas es la moneda de cambio. Nayib Bukele, el actual mandatario no fue diferente.
Bukele llegó a la presidencia con el adagio de romper con el bipartidismo, de crear una ruptura con los gobiernos que le precedieron y bajo esa consigna atrajo a las masas. Sí, la gente estaba harta de la vieja oligarquía atrincherada en el partido ARENA que saqueó y empobreció a El Salvador en veinte años de gobiernos. Sin embargo esa misma gente tampoco estaba contenta con el FMLN, el partido de la ex guerrilla al que la población llevó al Ejecutivo en 2009 con las esperanzas más sublimes de transformaciones sociales y económicas profundas… pero que solo hizo paliativos de alcance magro y que continuó las políticas neoliberales del viejo partido de la oligarquía. En ese escenario de hartazgo por unos y desencanto por otros, aparece la figura de Bukele, canalizando el descontento popular ofreciendo un proyecto nuevo, nuevas ideas, que eran ideas bastante viejas en realidad.
La llegada de Bukele al Ejecutivo ha agudizado las fisuras entre las clases dominantes. Bukele representa a una facción de grupos empresariales que antes estuvieron dentro del mismo partido ARENA liderados por el expresidente Antonio Saca, hoy preso por desfalco y pronto de salir de prisión por reducción de condenar por haber confesado sus delitos.
Cuando el viejo partido oligárquico perdió las elecciones presidenciales en 2009, se abrió una crisis interna en su dirigencia. Una parte de los dirigentes decidió fundar su propio partido, GANA (Gran Alianza por la Unidad Nacional), dirigidos por el expresidente Saca, quien compitió en las presidenciales de 2014, quedando como tercera fuerza. El partido GANA es el mismo bajo cuya bandera Bukele llega a la Presidencia de la República, de aquella escisión partidaria en la que se representó las divisiones entre las clases dominantes salvadoreñas.
No es casual por ello, que su equipo de gobierno esté plagado de miembros que antes sirvieron en el gobierno de Antonio Saca (1) cuando aún era el gran dirigente de ARENA. Bukele se ha pasado repitiendo ser “el enemigo de los mismos de siempre” (fórmula para referirse a los políticos de ARENA y del FMLN), pero con un grupo de funcionarios y personajes de la vieja derecha salvadoreña.
Y por supuesto, una vez en el gobierno ha reproducido todas las políticas derechistas sobradamente conocidas no solo económicas, sino también de seguridad pública. La lucha contra las pandillas ha acaparado el accionar de su gobierno con su Plan de Control Territorial, medidas represivas llevadas al extremo con una Policía Nacional Civil que recuerda a la vieja Guarda Nacional realizando ejecuciones extrajudiciales (2) y las Fuerzas Armadas cumpliendo tareas de seguridad pública que no son de su competencia.
Pero las clases dominantes salvadoreñas son solo el capataz de la finca de los norteamericanos. Constituyen grupos empresariales de cierto peso en algunos rublos, sin embargo la dinámica del imperialismo les ha otorgado un lugar algo más modesto: simples “burguesías” gerenciales, administradores de los intereses imperialistas. Las clases hegemónicas salvadoreñas tienen una crisis interna para disputarse las migas del botín que les repartirá el amo del Norte. De ahí nace la disputa entre el Poder Legislativo dividido, pero con mayoría del partido oligárquico tradicional (ARENA) y un Ejecutivo dirigido por su vástago que busca arrebatarle su hegemonía habitual en la economía y en la política. Pero en esta disputa intestina entre las clases opresoras, se llevan a su paso a las clases oprimidas y a la vez, Bukele instrumentaliza al pueblo para que le secunde en su conflicto contra el Legislativo.
El último caso, el pasado domingo 9 de febrero llamando al pueblo a sumársele en el amedrentamiento contra todas las fracciones políticas del Legislativo que aún no aprueban un préstamo de más de 90 millones de dólares ¿para qué? Para comprar más armamento “para combatir a la delincuencia”. Se escuda en el Ejército y los militares ocupan el Palacio Legislativo (como en los tiempos de las dictaduras militares) para presionar a los parlamentarios.
Finalmente, entró en el Palacio Legislativo abarrotado de militares, pero sin quorum necesario para iniciar la sesión parlamentaria. Al final, habló con Dios y Dios le dijo que tuviera paciencia… (3)
¿Por qué se necesita endeudarse cada vez más con armamento?
Esta no es iniciativa de las clases dominantes salvadoreñas, es solo el cumplimiento del mandato que el amo del Norte ha hecho. Más allá de ese suceso coyuntural (la aprobación o no del dichoso préstamo) Bukele duda entre consumar el autogolpe de Estado disolviendo la Asamblea Legislativa como amenazó o esperar las elecciones del próximo año para obtener la mayoría parlamentaria con la que podrá gobernar a discreción en beneficio de su fracción burguesa y a la vez perseguir a la disidencia política.
El pueblo mientras tanto, seguirá pagando la crisis de las clases dirigentes, pero alabando la represión “para acabar con la delincuencia”, adorando al nuevo mesías, que como el general Hernández Martínez tiene comunicación directa con Dios.
Roberto Rivera
Notas:
1. Bukele le aparta lugar al clan Saca en su gobierno // Artículo// Revista Factum. Autor: Fernando Romero
2.
-Cómo logró el nuevo Gobierno de El Salvador las cifras más bajas de asesinatos en el siglo XXI// Artículo// RT. Autor: Nathali Gómez
https://actualidad.rt.com/actualidad/326649-nuevo-gobierno-salvador-cifras-bajas-homicidios/amp
– Casi que Guardia Nacional Civil // Artículo// elfaro.net Autores: Texto Roberto Valencia / Infografía Andrea Burgos
https://elfaro.net/es/201610/salanegra/19277/Casi-que-Guardia-Nacional-Civil.htm
3. Bukele invadió la Asamblea Legislativa con fusiles y de la mano de Dios// Artículo// Revista Factum. Autores: Fernando Romero y Rodrigo Baires Quezada
Bukele invadió la Asamblea Legislativa con fusiles y de la mano de Dios
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