“El uso del término oligarca en vez de multimillonario o empresario, o incluso el de magnate, encierra una carga negativa de profundidad, en un contexto de guerra”

    “En la lógica de la guerra mediática, es imprescindible la construcción y recreación de un líder que encarne una maldad intrínseca, sin matices ni concesiones. En este caso, la imagen de un Putin malvado, rodeado de “sus oligarcas”, de privilegiados que se benefician de su tiranía excluyendo al resto de la población, sirve perfectamente a esa visión impuesta como la única, como la verdaderamente ética y correcta”

    Según la RAE, oligarquía tiene dos entradas: 1) forma de gobierno en la cual el poder político es ejercido por un grupo minoritario; 2) grupo reducido de personas que tiene poder e influencia en un determinado sector social, económico y político. Por tanto el oligarca, en uno u otro caso, es aquella persona que forma parte o bien de ese poder político ejercido por un grupo minoritario, o bien de ese grupo de personas con poder e influencia en lo social, lo económico o lo político.

    En estos días se ha hecho frecuente el uso de la palabra oligarca para referirse a todos los multimillonarios cercanos, o eso dicen, al presidente Vladimir Putin, algunos de ellos serían parte de su círculo más cercano, aclaramos, siempre siguiendo la narración de los grandes medios de comunicación occidentales. En general, el término oligarca se suele utilizar en los grandes medios de comunicación para referirse a todos esos multimillonarios que mágicamente aparecieron tras la caída de la Unión Soviética en sus diferentes repúblicas, destacando como no Rusia, aunque el fenómeno también hacía referencia, al menos hasta ahora a Ucrania –siendo el ex presidente Poroshenko, antecesor de Zelenski, un fiel representante de la misma-, Georgia, Azerbaiyán, Kazajistán, Turkmenistán, etc. Decimos hasta ahora, porque el relato de guerra y censura impuesto en los medios occidentales ha circunscrito ya el término oligarca casi exclusivamente a ese supuesto círculo de multimillonarios cercanos a Putin.

    Pero, ¿cuál es marco teórico en el que debemos centrar la cuestión de la oligarquía? Intentando sintetizar y resumir una explicación compleja, al primer punto al que nos debemos de remitir es a la ley general de acumulación de capital explicada por Marx en el capítulo XXIII del Libro I del Capital: “Todo capital individual es una concentración mayor o menor de medios de producción, con el comando correspondiente sobre un ejército mayor o menor de obreros. Toda acumulación se convierte en medio al servicio de una nueva acumulación. Amplía, con la masa acrecentada de la riqueza que funciona como capital, su concentración en las manos de capitalistas individuales y por tanto el fundamento de la producción en gran escala y los métodos de producción específicamente capitalistas. El incremento del capital social se lleva a cabo a través del incremento de muchos capitales individuales. Presuponiendo que no varíen todas las demás circunstancias, los capitales individuales y con ellos la concentración de los medios de producción crecen en la proporción en que constituyen partes alícuotas del capital global social (… )Contra este fraccionamiento del capital global social en muchos capitales individuales, o contra la repulsión de sus fracciones entre sí, opera la atracción de las mismas. Ya no se trata de una concentración simple de los medios de producción y del comando sobre el trabajo, idéntica a la acumulación. Es una concentración de capitales ya formados, la abolición de su autonomía individual, la expropiación del capitalista por el capitalista, la transformación de muchos capitales menores en pocos capitales mayores. Este proceso se distingue del anterior en que, presuponiendo solamente una distribución modificada de los capitales ya existentes y en funcionamiento, su campo de acción no está circunscrito por el crecimiento absoluto de la riqueza social o por los límites absolutos de la acumulación. Si el capital se dilata aquí, controlado por una mano, hasta convertirse en una gran masa, es porque allí lo pierden muchas manos. Se trata de la concentración propiamente dicha, a diferencia de la acumulación”.

    Pero fundamentalmente será Lenin y su estudio del imperialismo como nueva y final fase del capitalismo: “(…) la concentración de la producción y del capital se ha desarrollado hasta tal punto que ha creado monopolios que desempeñan un papel decisivo en la vida económica; la fusión del capital bancario con el capital industrial, y la creación, sobre la base de este “capital financiero”, de una oligarquía financiera;  la exportación de capitales, a diferencia de la exportación de mercancías, adquiere una importancia excepcional;  la formación de asociaciones capitalistas monopolistas internacionales que se reparten el mundo entre ellas, y  se completa el reparto territorial del mundo entero entre las mayores potencias capitalistas”.

    Realmente, teniendo en cuenta estas premisas es tan oligarca Elon Musk, Jeff Bezos, Florentino Pérez, Amancio Ortega o  Mikhail Friedman, el dueño del  conglomerado financiero, Alfa Group. Sin embargo, el papel de Rusia y de “sus oligarcas” entre los monopolios internacionales es marginal, al nivel de países como México o Brasil. Siguiendo a Stansfiled Smith (1), de la lista de Forbes de las 2000 empresas más importantes del mundo, de las 10 primeras, 5 son chinas y las otras 5   norteamericanas; Rusia sólo tiene 4 entre las 100 primeras, en los puestos 43, 47, 73 y 98 y sólo tiene 6 entre las 500 primeras y 25 entre las 2000 primeras.  Oligarcas, sí, pero quizá no tanto. Curiosamente, de entre la lista Forbes de las 50 personas más ricas del mundo en 2021, no había ningún “oligarca ruso”. A Florentino Pérez como a Abrahamovich les gusta el fútbol y ambos utilizan sus respectivos palcos para sus negocios particulares; uno es español y es “hombre de negocio”, el otro ruso y “oligarca”, esa es la diferencia.

    Por no centrarnos en Rusia, en el caso concreto de Ucrania, era frecuente en los analistas encontrar el término oligarca; hasta el Maidan  y el consiguiente golpe de Estado, entre 2013 y 2014, era muy usual analizar la situación de Ucrania en términos de un enfrentamiento entre oligarcas “naranjas” -de tendencia pro europea y pro occidental- y oligarcas “azules” de las zonas sur y oriental, ligados al sector industrial de la zona y  catalogados de pro rusos. En la Ucrania anterior al golpe de Estado se calcula (2) que los diferentes oligarcas controlaban entre el 80 y 85% de la riqueza del país; como hemos dicho antes, el ex presidente Petro Poroshenko era un fiel representante de la oligarquía post soviética ucraniana, el llamado Rey del Chocolate al controlar el grupo industrial más importante de fabricación de productos de confitería de Ucrania, poseía un imperio que también abarcaba la fabricación de automóviles, astilleros, telecomunicaciones, prensa, etc. Su carrera política también merecería un serio estudio, comenzando en la filas del Partido Social Demócrata de Kuchma, después se pasó al Partido de las Regiones del presidente derrocado por el Maidan, Yanukovich, para pasarse a las filas del pro occidental Yushenko y financiar generosamente la Revolución Naranja de 2004/2005, para volver a las filas del partido de Yanukovich en 2012, hasta que tras el golpe del Maidan presenta su candidatura a presidente. Poroshenko optaba por el “azul” o por el “naranja” según convenía.

    Cercano a Zelenski, tenemos a Igor Kolomoiski, judío como Zelenski, es una de las principales fortunas de Ucrania –tiene triple nacionalidad: ucraniana, israelí y chipriota-; fundador del PrivatBank, que ha protagonizado sonados escándalos financieros, y con importantes posiciones en productos petrolíferos, industria y, sobre todo, medios de comunicación, de hecho, el show televisivo de Zelenski se emitía en su canal 1+1. Ha sido investigado por el FBI y por la justicia federal de los Estados Unidos por blanqueo de capitales. Kolomoiski ha podido estar detrás de la financiación de la organización fascista Pravy Sektor, así como del también fascista Batallón Azov.

    Lógicamente, el uso del término oligarca en vez de multimillonario o empresario, o incluso el de magnate, encierra una carga negativa de profundidad, en un contexto de guerra no solo entre el régimen ucraniano de Zelenski y la Federación Rusa, sino entre ésta y la OTAN. En la lógica de la guerra mediática, es imprescindible la construcción y recreación de un líder que encarne una maldad intrínseca, sin matices ni concesiones. En este caso, la imagen de un Putin malvado, rodeado de “sus oligarcas”, de privilegiados que se benefician de su tiranía excluyendo al resto de la población, sirve perfectamente a esa visión impuesta como la única, como la verdaderamente ética y correcta. La cuestión es si esa imagen tan tentadora para los medios de comunicación occidentales se corresponde a la realidad, por un lado, y si, por otro, los países occidentales no repetirían también esos esquemas oligárquicos que solo y exclusivamente se le imputan a “la Rusia de Putin”.

    Para el Ministerio de Asuntos Exteriores español (3), el peso del Estado en la economía rusa es aún alto y lo considera una herencia del pasado soviético. Según datos del FMI, el sector público empresarial representa, aproximadamente el 33% del PIB y algunas de las más grandes empresas estatales ocupan una posición dominante en sectores clave como la banca, el transporte y la energía. Lejos de disminuir, el peso del sector estatal en la economía ha aumentado en los últimos años debido a las sanciones occidentales.  Vemos, por ejemplo, como en Occidente se considera “oligarca” a máximos dirigentes de empresas estatales, como es el caso de Igor Setchin, de la petrolera estatal Rosneft o de Alexei Miller, el CEO de la famosa gasística Gazprom. Por supuesto, que dirijan empresas estatales no significa en absoluto que sean meros funcionarios grises –tomando la imagen del “típico funcionario” de la época soviética-, para nada, efectivamente, tienen una clara situación de privilegio y poder de la que hacen gala y ostentación, pero las decisiones estratégicas de sus empresas responden a los intereses del Estado ruso y no a los criterios de tal o cual CEO. Gazprom es la principal empresa del país, eso nadie lo duda, supone de media en estos últimos años  entre un 8% y un 10% del PIB ruso, con alrededor de medio millón de empleados y controlada  en más de un 50% por el Estado ruso.

    Entender, que no por supuesto justificar, la relación de Putin con “sus oligarcas” es un ejercicio que pocas veces podremos ver en los  medios  de masas, sin embargo, es un elemento fundamental para analizar la estructura de poder económico y la política rusa tras la llegada de Putin. No se puede entender la Rusia actual, la dirección política de Putin y un partido como Rusia Unida, ni tampoco lo que hoy está ocurriendo sin saber  qué pasó del tránsito de los 90 al 2000, es decir, del paso de Yeltsin a Putin. En este sentido, en un magnífico artículo (4) de 2014, el sociólogo norteamericano de izquierdas, James Petras, nos cuenta primeramente la brutal y descontrolada introducción del capitalismo en las antiguas repúblicas soviéticas, con Rusia a la cabeza, que produjo un empobrecimiento generalizado en el que de 1990 a 1999 más de 6 millones de ciudadanos rusos murieron a causa del colapso económico, y en el que la anarquía desatada por los florecientes capitalistas rusos, deseosos de hacer ostentación de poder, impedía el desarrollo de un capitalismo “a la occidental”; en realidad, los imperialistas nunca tuvieron la intención de que Rusia se asimilara a un capitalismo occidental. La llegada de Putin al poder fue acogida con ambivalencia por Occidente: de una parte, se apoyaba los intentos por estabilizar la situación política y económica, pero por otro, se criticaba el consiguiente ejercicio de  control que eso suponía, tachando ya desde muy temprano a Putin de “autoritario”. Petras nos habla  de una distinción entre “oligarcas políticos”, aquellos que tenían aspiraciones políticas y “oligarcas económicos”,  con estos últimos Putin tejió una alianza, ya que solo estaban interesados en amasar fortuna sin más aspiraciones políticas más allá del marco adecuado para acaparar. Bajo este formato, podemos intuir, pero no demostrar, que la oligarquía rusa se somete más al poder político que las de Occidente.

    Por otro lado, Putin, al principio de su mandato, quiso profundizar los lazos con Occidente y copiar fielmente el “modelo occidental” de democracia, es más, hoy nos puede sonar extraño, pero Putin consideró la entrada de Rusia en la OTAN en el año 2000, pero pronto se percató de que Occidente no estaba dispuesta a sentar en la mesa del reparto imperialista a un nuevo comensal, el papel de Rusia debía ser subordinado y limitarse a ser un buen suministrador de materias primas baratas. En 2005, calificaría la desintegración de la Unión Soviética como “catástrofe geopolítica”, la percepción de Putin, su visión estratégica, había definitivamente cambiado.

    El lenguaje de guerra nos impone cosas tan absurdas como que un programa de Telecinco, previo a las noticias y dirigido por Sonsoles Ónega, se alabe y se dé todo lujo de detalles del nuevo yate del “generoso hombre de empresa”, Amancio Ortega, y, seguidamente, nos comenten con saña y odio del yate del “oligarca” ruso Sergei Chemezov, retenido en Barcelona.

    Notas:

    (1). “¿Es Rusia Imperialista?” Stansfield Smith. La Haine. Pinche AQUÍ para enlace web.

    (2). “Los ucranianos, entre la UE y Rusia y en manos de los oligarcas” Txente REKONDO. Naiz. Pinche AQUÍ para enlace web.

    (3). Ficha sobre la Federación Rusa. Oficina de información diplomática. Ministerio de exteriores, Gobierno del Reino de España. Pinche AQUÍ para enlace web.

    (4). Vulnerabilidades de Rusia ante las sanciones de Estados Unidos, la Unión Europea y la rapiña militar de la OTAN. James Petras. Voltaire.org Pinche AQUÍ para enlace web.

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    Nacido en Málaga, en 1975, Licenciado en Filología Inglesa por la UMA. Ha militado en organizaciones comunistas y soberanistas andaluzas de izquierdas e, igualmente, en movimientos sociales y populares de Málaga.