
Cartel durante la Huelga del 8M en La Seguiriya, negocio que regenta Ámala Fernández en Alhama de Granada.
Crónica desde las zonas rurales: ¿Es la huelga un derecho sólo en las grandes ciudades?
Está claro que existe un desequilibrio demográfico entre el campo y la ciudad. Alrededor del 30% de la población de este país vive en zonas rurales, pero se trata de corregir esos desequilibrios porque, o somos todas libres o no lo seremos ninguna, y ese porcentaje crece exponencialmente si hablamos de las desigualdades que sufre la mujer.
Sin duda las manifestaciones en las grandes ciudades y capitales de provincia han sido relevantes y multitudinarias , aunque hay que decir (a pesar de la euforia posterior a la jornada) que el seguimiento de la Huelga, a falta de datos concretos, ha sido muy desigual y con porcentajes bajos en general, pero el Estado no se compone sólo de ciudades y la realidad de las zonas rurales ha sido muy diferente.
A la discriminación por ser mujer hay que sumarle la discriminación por ser, además, rurales. Vivo en un pueblo de la provincia de Granada con cinco mil habitantes. Únicamente hemos hecho Huelga las mujeres de dos pequeñas empresas. Mi hija fue la única que no asistió a la guardería y no se realizó ningún tipo de acción reivindicativa en este día.
En los pueblos cercanos la tónica se repetía, incluso en Ayuntamientos con alcaldesas la jornada del 8M no ha pasado de un paro de un par de horas del equipo de gobierno o incluso de cenas de mujeres en restaurantes para “celebrar” el día. El sentido reivindicativo y de lucha en estas zonas se diluye de manera absoluta.
Estoy acostumbrada a asistir a manifestaciones y Huelgas Generales de forma activa, pero ayer fue un día bastante amargo porque mientras que algunas excepciones secundábamos la Huelga, nuestra decisión no tenía repercusión o visibilización alguna. No sumamos ninguna cifra, no aparecemos en ningún sitio, no participamos aunque queramos. Las imágenes que nos llegaban desde los medios nos eran lejanas y casi ajenas.
Después de hablar con muchas compañeras que viven en pueblos como yo y que trabajan en las empresas conocidas como de “Ayuda a domicilio”, la sensación amarga continúa. Ninguna de ellas ha podido secundar la Huelga. Estas empresas están compuestas en su integridad por mujeres. Con condiciones precarias. Con poca representación sindical y la que hay es realizada por las patronas. Así que muchas de ellas han sentido rabia cuando querían secundar la Huelga y la única posibilidad que se les daba era la de “colgar el delantal en la ventana”.
Las niñas y niños fueron a la escuela, las mujeres siguieron trabajando, no hubo ningún piquete, no se hizo trabajo de información previo por parte de las convocantes de la Huelga o de los sindicatos que secundaban el paro total. No aparecemos en ningún porcentaje.
Está claro que existe un desequilibrio demográfico entre el campo y la ciudad. Alrededor del 30% de la población de este país vive en zonas rurales, pero se trata de corregir esos desequilibrios porque, o somos todas libres o no lo seremos ninguna, y ese porcentaje crece exponencialmente si hablamos de las desigualdades que sufre la mujer. A más aislamiento más abuso, más indefensión. En definitiva, si las mujeres trabajadoras sufren opresión, las mujeres rurales sufrimos doble opresión, por ser mujeres y por vivir en una realidad diferente a la de las ciudades. Parece que nadie se acordó de nosotras. Por desgracia, aquí el 8M no fue un éxito.
Autor
Autora de Revista La Comuna
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